Justin Meram es un jugador de fútbol de 28 años que milita en el Columbus Crew de Ohio, Estados Unidos. Él nació en Michigan en el seno de una familia cristiana iraquí, sus padres son de Tel Kaif, cerca de Mosul, y él siempre quiso tener muy presentes sus raíces, ya que su “primera opción” fue ser internacional por el país de sus padres. Una larga historia de más de dos años de papeleo desde que un periodista iraquí le escribió por redes sociales y le puso en contacto con el seleccionador. Un sueño que le costó mucho esfuerzo y que ahora tiene que rechazar por miedo a las políticas migratorias de Donald Trump.
“Ser internacional con Irak ha mejorado mi vida, así que agradezco el apoyo de todos y el entendimiento por mi difícil situación”. Con estas palabras se justificaba Justin Meram. El futbolista de Columbus Crew ha tenido que negarse a representar al país de origen de sus padres, lo que había definido como “un sueño”. Él insiste en que esta situación es algo temporal y en que su deseo es volver a enfundarse la elástica del combinado asiático.
El miedo a Trump
El nuevo gobernante estadounidense parece dispuesto a ser una fuente inagotable de noticias de todos los ámbitos. Esta vez llega hasta el fútbol con el caso de Justin Meram, quien, lejos de señalarle, ha decidido explicarse con más diplomacia que el mismo presidente: “Después de mucha consideración de todos los factores y tras mucho pensar, he tomado esta dura decisión (…). Desearía no estar en esta situación, realmente lo que más deseo es estar con mis compañeros”.
Un comunicado que no profundiza en la “situación” y únicamente expresa su sentir. A diferencia del propio Meram, nosotros no vivimos en Ohio (estado donde ganó Trump ampliamente) y no tenemos que guardar las formas para no enfadar a los aficionados. El culpable de esta situación es Donald Trump y su nueva política migratoria.
La selección de Irak está sancionada por la FIFA sin poder albergar ningún partido de la selección en su país: deben ser en la vecina Irán. Esta misma semana han disputado el choque clasificatorio para el Mundial contra Australia en suelo iraní. El problema es que las restricciones impuestas por Trump no afectan a Irak, pero sí a su vecino y, pese a haber nacido en Michigan, el gobierno estadounidense podría poner cortapisas a Justin Meram a la hora de regresar a Estados Unidos por la reciente visita a la República Islámica de Irán. El asesor legal de la selección de Irak aseguró que no habría problemas, pero Meram optó por no arriesgarse.
Un cristiano iraquí de Michigan
“No estoy seguro de cuántos suníes y cuántos chiitas hay en la selección, sólo sé que soy el único cristiano del grupo. En ese aspecto estoy solo pero no me importa, ellos respetan mis creencias y yo las suyas. He aprendido muchísimo de sus culturas”, relataba Meram a The Guardian en 2016.
Su historia está lejos de cualquier prototipo de jugador que destacaba y recibe la llamada de su selección. Meram, criado en el seno de una familia de cristianos caldeanos (de la región de Caldea), ha mostrado una integración total en la selección iraquí, donde ya ha jugado 17 partidos y ha anotado dos goles.
Él ha pasado por el sistema universitario estadounidense y desde joven brilló. En 2012 fue drafteado por Columbus Crew, pero por aquel entonces ya había llamado la atención muy lejos de Ohio. El periodista Yousif Alkhafajy gestiona una web en la que analiza a los jugadores iraquíes que compiten en otros países. Cuando Meram empezó a destacar, Yousif comenzó a seguirle de cerca y fue él quien le propuso la posibilidad de jugar con Irak.
“No podía esperar a debutar con Irak, fue mi objetivo número uno, aunque fue difícil conseguir el permiso porque necesitaba una prueba de mis raíces familiares en Irak. Fueron más de dos años de burocracia y por momentos pensé que no se podría realizar”, explicó Justin a Sports Illustrated.
Un sueño que se cumplió, pero que ha sido truncado por el mandamás estadounidense. Mientras tanto, Justin Meram opta por no enfadar a nadie hablando de “situación difícil”. Tocará esperar a que se levante el veto migratorio o a que Irak consiga el visto bueno de la FIFA para albergar partidos. Ninguna de las opciones parece cercana.