La guerra entre Rusia y Ucrania es un conflicto histórico cuyo inicio no está claro. Unos sitúan este el 20 de febrero de 2014, cuando se iniciaron las hostilidades entre los dos territorios mientras Europa, y el mundo, miraban hacia otro lado. Sin embargo, para todos, la guerra entre los estados de Vladímir Putin y Volodímir Zelenski comenzó el 24 de febrero de 2022. Es decir, ha pasado más de un año desde esa segunda fecha. Concretamente 387 días.
Durante estos doce últimos y largos meses han pasado muchas cosas y casi todas malas. Y como lo que se alarga en el tiempo, la invasión de Ucrania ha ido perdiendo carácter noticioso. Ya no es novedad. Sin embargo, los frentes siguen activos y la guerra sigue más viva que nunca. Y eso implica que cada día personas sin formación militar alguna siguen acudiendo a una muerte casi segura.
La guerra entre Ucrania y Rusia ha sido un foco continuo de dolor para muchos sectores de la sociedad. Y dentro de la misma se encuentra el deporte. Atletas de todo tipo han dejado sus disciplinas y han tomado las armas para batallar en uno y otro bando. Y ahora, hasta las aficiones han decidido unirse en formación para pasar a la acción. Es el caso de los ultras del Dinamo de Kiev, una de las facciones más radicales del fútbol ucraniano y que acumula una experiencia muy importante en la batalla.
Centenares de aficionados del equipo más laureado del país han cambiado sus bufandas, sus bengalas y sus bombos por armamento para pasar sus días entre explosiones y ametralladoras. Granjeros, camareros y operarios públicos convertidos en soldados para defender sus casas y sus trabajos. Personas de la calle convertidos en milicia para intentar aguantar la resistencia de ciudades que se caen a pedazos. Pero todos unidos como un día lo hicieron en las gradas del Olímpico de Kiev. Ahora, muchos de ellos, luchan juntos en el frente de Bajmut tras un año entre ruinas.
De la grada a la guerra
La afición del Dinamo de Kiev es una de las más conocidas en Europa. No son especialmente bien recibidos en el Viejo Continente, ya que están considerados como una de las más activas de Ucrania. Sin embargo, ahora el fútbol ha pasado a un segundo plano para ellos. Hace muchos meses que no van al Estadio Olímpico, el cual permanece cerrado al público por el riesgo de bombardeos.
Mientras su equipo disputa sus partidos a puerta cerrada, ellos se reúnen en un bar cercano a su coliseo, 'El Córner', para seguir los avances de su escuadra. Sin embargo, esas tardes de fútbol han dado paso ahora a noches y mañanas de guerra. Los ultras del Dinamo de Kiev ya no se reúnen en su templo ni en sus aledaños. Muchos de ellos lo hacen en Bajmut, la trinchera que se ha convertido ahora en su terreno de juego.
Es el caso, por ejemplo, de Andrii Korenivskyi, quien llevaba un negocio de venta online de material del equipo. Andrii decidió unirse a su ejército en el mes de mayo y ahora está viendo como cada vez más compañeros se están uniendo al conflicto armado. Él tiene 39 años, pero lleva más de media vida entre los ultras del Dinamo de Kiev. Allí tiene a camaradas que son hermanos para él y a los que ve caer día tras día.
Su decisión se produjo justo cuando vio que el ejército ucranio estaba acabando con la ofensiva rusa en su ciudad y desde entonces va camino de cumplir un año entre bombas y desastres. Andrii Korenivskyi está viviendo su propia guerra particular, la que viven los ultras del fútbol europeo y es que ellos, como gremio propio, también se han solidarizado para buscar y encontrar ayuda. Si los médicos ayudan a los médicos, si los políticos ayudan a los políticos y si los periodistas ayudan a los periodistas, los ultras también intentan ayudar a los ultras.
De hecho, Korenivskyi, antes de llegar al frente, coordinaba la ayuda humanitaria y militar que recibían de movimientos ultras de toda Europa usando como cuartel general el famoso bar de 'El Córner'. En pocos meses, este ultra convertido en soldado ha tenido que hacer un cursillo acelerado de cómo sobrevivir en la guerra, desde aprender a usar armamento hasta especializarse en la utilización de drones. Así participó en el área de inteligencia que coordinó la liberación de la ciudad sureña de Jersón.
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Ahora, Andrii se encuentra en uno de los focos de mayor conflicto, Bajmut, desde donde hace meses se producen los combates más violentos. Él y sus compañeros usan su carácter bélico, ese que les convertía en los radicales más temidos de la liga ucraniana, para mantenerse firmes en las situaciones más peligrosas. De hecho, ahora se encuentran haciendo frente a los presidiarios reclutados por el grupo de mercenarios Wagner, uno de los brazos armados más temidos del batallón de Putin.
El protagonismo de los ultras
El caso de Andrii Korenivskyi no es aislado, ya que son decenas y decenas de radicales los que cada semana se involucran en la guerra. Otro caso es el de Yaroslav Movchun. En su caso no es un ultra tan activo como su compañero Andrii. De hecho, su profesión es la de granjero y decidió unirse hace un año al conflicto cuando el ejército ruso llegó a escasos kilómetros de sus animales.
Su casa, que se encuentra a poca distancia de Kiev y cerca de la ciudad de Zhytomyr, se vio a pocas horas de la tragedia. Fue ahí cuando decidió actuar. Recibió una instrucción militar de unos cinco días por parte de la armada de la Defensa Territorial y se unió al batallón que detuvo al ejército ruso a base de lanzacohetes soviéticos RPG. Su mayor aliado fue Reino Unido, cuyo Gobierno les envió armas ligeras antitanque NLAW.
Después de terminar esta primera afrenta, su función se convirtió en la instrucción de otros ultras convertidos en militares improvisados a los que enseñó a usar este tipo de armas. Tras tantos meses de batalla, el sentimiento generalizado entre todos los combatientes del grupo ultra del Dinamo de Kiev es el mismo: dolor por los compañeros caídos. Su sentimiento de hermandad es total como suele pasar en este tipo de grupos que muchas veces son protagonistas por su violencia y que ahora, en tiempos de guerra, han tenido que coger las armas por una cuestión que seguramente nunca hubieran imaginado.
Hasta ahora han conseguido dejar testimonio de sus batallas y es que siguen utilizando todos sus canales habituales de comunicación, en especial su página de Facebook. Su muro en la conocida red social ha pasado de ser un catálogo de tifos a una colección de esquelas por los compañeros caídos y de mensajes recibidos por otros grupos ultras que les mandan su apoyo y su fuerza. Y también sus honorarios, ya que tienen abierto un programa de recepción de donaciones para reforzar al ejército más ultra de la guerra.
El frente de batalla contra la invasión rusa se ha convertido en un lugar en el que muchos se identifican con la famosa D del Dinamo de Kiev bordada en su pecho. Muchas veces, los casco y las diferentes protecciones contra el frío y contra las propias armas, les impiden reconocer sus rostros, pero sí se identifican con ese símbolo futbolístico de hermandad.
"El Dinamo es un símbolo nacional, es parte de la historia de nuestro país y estamos orgullosos de ello". Ese es el lema que resuena en las paredes de 'El Córner', desde donde piden más apoyo militar para poder terminar de una vez por todas con la guerra para llorar a sus compañeros caídos en las gradas, ahora vacías y en silencio, del Olímpico de Kiev.