La FIFA no gana para inventos. Si en el Mundial de Clubes del pasado mes de diciembre introdujo con dudoso éxito el videoarbitraje en las jugadas polémicas -con sendos errores en las dos primeras acciones en las que se aplicó-, ahora ha decidido modificar el formato de los Mundiales de naciones a partir de 2026, ampliando el número de participantes hasta los 48 equipos.
Una decisión que el propio organismo reconoce que potenciará sus beneficios -un 35%, según sus previsiones- y que aumentará sensiblemente el calendario: de los 64 partidos que disputarán hasta entonces, pasarán a ser nada menos que 80, el equivalente a ocho jornadas completas de una liga como la española. Pero, ¿merece la pena? ¿Qué beneficios aportará a la competición?
Cuando en 1930 se celebró en Uruguay el primer Mundial de fútbol de la historia, tenía casi el mismo carácter de torneo amistoso que el Trofeo Teresa Herrera. Las 13 naciones que participaron no tuvieron que enfrentarse en eternas fases de clasificación bienales, como sucede en la actualidad, sino que fueron invitadas por el país anfitrión.
La FIFA era por entonces un organismo comparable a la Sociedad Naciones: nacida de una voluntad trasnacional y globalizadora, pero terriblemente debilitada en un contexto de nacionalismos incipientes y viejas tensiones no resueltas tras la Primera Guerra Mundial. Sólo cuatro países europeos acudieron -Francia, Bélgica, Yugoslavia y Rumanía- y ni siquiera se consiguió llenar el cupo previsto de 16 participantes.
No fue precisamente un éxito y, sin embargo, de aquella semilla sembrada por el tercer presidente de la FIFA, Jules Rimet, brotó una pasión global por el fútbol que ha perdurado hasta nuestros días y que nos permite disfrutar cada cuatro años del mayor espectáculo deportivo del planeta. Con permiso de los Juegos Olímpicos, claro. Un sueño que ni siquiera el propio Rimet podía imaginar cuando participó en la inauguración del que sería su último Mundial, el de 1954 en Suiza. Una sobredosis de fútbol que obliga a cada liga doméstica a ajustar su calendario al de las múltiples fases de clasificación, las cuales hace tiempo que se desarrollan durante la temporada y no sólo en verano.
¿Fases de clasificación innecesarias?
Estos partidos suponen un calendario de dos años en el que las selecciones nacionales de todo el planeta deben jugar en cinco períodos distintos de la temporada (septiembre, octubre, noviembre, marzo y junio), normalmente dos partidos por semana. Una sobrecarga que no sólo obliga a modificar los calendarios locales, sino que además preocupa seriamente a los clubes, que se exponen a perder por lesión a algunos de sus mejores jugadores por el exceso de minutos jugados. De hecho, su nombre coloquial ('virus FIFA') da cuenta de la precaución con la que acogen quienes pagan a los futbolistas estos torneos previos al principal, ya sea Mundial, Eurocopa, Copa África, Copa América...
Para complicar las cosas, la FIFA organiza, también cada cuatro años, una Copa Confederaciones en la que participan el ganador del Mundial y de cada uno de los torneos continentales de naciones de cada federación. Al final, sólo en uno de cada cuatro veranos -cuando suelen disputarse estas competiciones- no hay ningún torneo organizado por la FIFA, la UEFA, la CONMEBOL... No es de extrañar que la idea de que un Mundial, el mayor evento del fútbol, se prolongue durante un mínimo de 32 días no termine de gustar ni a clubes ni a federaciones nacionales.
Sobre todo, si se tiene en cuenta que de los casi 200 países reconocidos por la ONU un 25% estarán representados a partir del Mundial de 2026. Un hecho que hace plantearse para qué sirven los dos años de interminables torneos clasificatorios previos. ¿No se podrían acortar los plazos? ¿No sería acaso más interesante que participasen directamente el 100% de los países en el Mundial y que sólo entonces se disputen partidos (obviando así las fases clasificatorias de cada continente)? Evidentemente, habría que prorrogar aún más el evento y que en lugar de 32 días durase dos meses, incluso tres. Eso sí, se eliminarían las tortuosas fases previas del bienio anterior.
Entonces, ¿por qué no se plantea algo así? Porque no interesa. Simple y llanamente. La FIFA, que cada año trata de extender aún más sus tentáculos sobre el fútbol mundial, no parece dispuesta a renunciar a esos cinco espacios marcados en rojo en el calendario cada temporada. Fechas que sirven, además, para 'democratizar' el acceso a un evento insustituible como un Mundial. Por eso se hacen grupos de a seis o a siete en los que sólo hay una o dos selecciones fuertes. Incluso existe la posibilidad de repesca, por si un grande como Alemania o Francia, o incluso España, no logra clasificarse directamente. ¿Se imaginan un Mundial con los 194 países representados, en el que Italia o Inglaterra cayesen en primera ronda por culpa de un mal cruce?
Más beneficios y más sedes
En efecto, el ejemplo más claro es Europa, pero lo cierto es que en todas las federaciones continentales, el proceso es similar. Eso sí, el hecho de que 16 países más integren la próxima cita mundialista abre más puertas que nunca a aquellos países con pocas o nulas posibilidades de acceder. Para Asia u Oceanía, por ejemplo, supondrá que más países (y no sólo Japón, Corea del Sur, China, Australia o Nueva Zelanda) participen en un Mundial. Evidentemente, se trata de algo atractivo a nivel futbolístico, pero aún más cuando la FIFA haga la factura: si se abre la puerta a países con un gran potencial económico como Catar o Malasia, los beneficios colaterales (más allá de los derivados del propio Mundial) se incrementarán para la FIFA.
Aunque en las cifras que maneja el organismo no se contemplan estos ingresos extra, sí existe una estimación del incremento que supondrá aumentar de 32 a 48 equipos el número de participantes en el Mundial de 2026: un 35% más que el último balance correspondiente al Mundial de Brasil, que se estima en torno a 4.500 millones de euros. La principal razón es el reparto de sedes multinacionales de cara a esa cita, las cuales se designarán el próximo 10 de mayo. Al establecer más de una sede, más de un país organizador, como ya hará la UEFA con la Eurocopa de 2020, la FIFA involucrará a más federaciones y gobiernos nacionales, lo que aumentará considerablemente el número de partners y patrocinadores, especialmente en el ámbito local. Una de las mejores maneras de asegurar el futuro del fútbol. O eso dice la FIFA.