Fue pastor para ayudar a su familia. Después pizzero, lavacoches y barrendero para poder vivir su sueño de ser futbolista. Hoy es portero y este miércoles (20:00 horas) es el hombre que tiene en sus manos parar la furia de Diego Costa y la calidad de España. El nombre de Alireza Beiranvand se hace un hueco en el Mundial.
Beiranvand, de 25 años, fue una de las grandes figuras de la primera jornada en el Mundial de Rusia. Muy lejos de cualquier foco en el torneo, paró a Marruecos y llevó la alegría a Irán, este miércoles rival de España en Kazán, que ganó su segundo partido en su historia en un Mundial. Ese 1-0 dio una histórica victoria a la selección asiática, a priori la más floja del grupo D, que junto al empate de España con Portugal puso a los de Carlos Queiroz en una sorprendente primera posición.
En Irán las manos tienen una historia de superación detrás, una de las más curiosas y duras del Mundial. Beiranvand, meta del Persépolis de Tehéran, llegó a la élite tras pasar un durísimo camino en el que tuvo hasta que abandonar a su familia, ya que su padre, como tantos otros, no creyó que su hijo fuera hacer carrera en el fútbol.
En una selección técnicamente muy inferior, con todos los jugadores desconocidos para el público futbolero en general, cualquier jugador que hace una gran actuación es un héroe, especialmente más en el exterior que en el interior. Beiranvand, con sus paradas, fue uno de ellos ante Marruecos. Ahora se enfrenta al partido más internacional de su carrera, con España en frente. Un equipo, 'La Roja', obligada a dejar buenas sensaciones en forma también de goles ante Irán.
A Beiranvand, que durante toda su infancia se dedicó a seguir la tradición de la familia, todos ellos pastores, le tocó muchas noches a la intemperie. Fue un 'sintecho' que se ganaba la vida con trabajos temporales en Teherán. Allí llegó tras salir de su pueblo, que abandonó porque él si creía en él para hacer algo en el fútbol. Para llegar a la capital de Irán, Beiranvand tuvo que pedir prestado dinero a un amigo, porque su padre no aportó. El progenitor llegó a esconderle las botas para que fuera perdiendo la pasión por el fútbol.
No lo consiguió. Beiranvand entonces comenzó una época en la que durmió varias noches en la calle. Sin dinero, comía con lo que algunas personas le daban creyendo que era un mendigo. Así hasta que empezó a encontrar trabajos. Primero, en un taller de costura, oficio que le consiguió un compañero del equipo que le había cogido, sin prácticamente sueldo.
Después fue lavacoches, donde llegó a recibir en su trabajo a Ali Daei, estrella del fútbol iraní, máximo goleador histórico de la selección, más tarde pizzero y también barrendero. Estos dos últimos trabajos los compaginó ya con su trabajo en equipos de fútbol, en los que fue pasando de uno a otro hasta que la sub-21 iraní le convocó, empezó a jugar y destacar.
Con un saque con la mano espectacular, seguramente herencia de su pasión por el Dal Paran, un juego tradicional iraní que consiste en el lanzamiento de piedras, Beiranvand solo encajó dos goles en la fase de clasificación y arrancó con buenas paradas en su debut mundialista ante Marruecos, un partido histórico para Irán, que ganó por segunda vez en el Mundial. La primera fue el histórico triunfo ante Estados Unidos en Francia 1998.
"Todo el mundo sabe que España es uno de los más grandes equipos de la historia del fútbol y lo que podemos garantizar es que no se lo vamos a poner nada fácil", comentó Beiranvand sobre el partido de este miércoles. "Queremos hacer algo grande, una sorpresa que es clasificarnos para la segunda ronda", amenazó el portero.
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