El sufrimiento con el que vivió España ante Irán bien mereció una victoria tan agónica como valiosa. Hasta el último minuto no se cerraron los tres puntos. Quizá, ojalá, pueda ser la que marque un antes y un después en el Mundial. 'La Roja' ganó por primera vez en Rusia en un duelo durísimo, en el que tuvo que derribar un muro perfectamente colocado y en el que sudó como pocas veces hizo antes. [Así te hemos contado el Irán 0-1 España]
Un solitario gol de Diego Costa, de rebote, valió para ganar, conseguir los tres primeros puntos y empatar (a todo: puntos, goles a favor, goles en contra..., primera por las tarjetas amarillas) con Portugal en el liderato del grupo B. Quizá antes del encuentro ante Irán este 0-1 hubiera sido insuficiente, pero visto lo que pasó hay que dar las gracias. Se sufrió tanto que la victoria por la mínima se supo a gloria.
La primera parte se recordará como los 45 minutos en los que un país agonizó de tal manera que vivió con miedo en un Mundial. España tocaba y tocaba el balón, rondaba el área iraní, aguantaba las pérdidas de tiempo de su rival y el gol no llegaba. Era un quiero y no puedo, sin ocasiones eso sí, pero una sensación de peligro de que aquello no acababa. Irán hizo el partido de su vida con un muro creado desde una defensa rocosa que apenas se inmutaba ante los intentos de España.
Tuvo mérito 'La Roja' de aguantar porque cualquiera en su lugar se hubiera vuelto loco. Era incapaz hasta que llegó el descanso, Hierro daría dos voces y todos cambiarían su chip en el vestuario. El partido estaba para renunciar al juego de siempre y a hacer algo diferente. Y ahí apareció Diego Costa, que fue otro día más el más listo. El delantero del Atlético está siendo imprescindible en esta España.
Con toda su furia e inteligencia futbolística, Costa encontró el gol tan ansiado que tanto costaba. Fue de rebote, pero era de la única manera de destruir a la defensa que montó Carlos Queiroz, exentrenador del Real Madrid y quizá triunfador, pese a la derrota, del partido, porque su táctica, la que él preparó, le salió bien. Fue en el minuto 10 de la segunda parte y a partir de ahí el guión siguió enrarecido.
Porque cuando se esperaba que el gol de España al fin desatascaba el encuentro y podría llegar la goleada fue todo lo contrario. Irán, que apenas había salido de su campo, adelantó líneas y se lo creyó. No eran tan malos como pensábamos. Tuvieron, en las botas de Karim Ansarifard y en la cabeza de Mehdi Taremi, dos ocasiones muy claras. Especialmente la segunda, con humillación en forma de caño a Piqué. Ahí España entró en pánico.
Además, se anuló un gol a Irán por fuera de juego, que lo era y que se pitó en primera instancia por un árbitro desquiciante y también por el videoarbitraje. El corazón español si aguantó este miércoles aguantará ya todo el Mundial.