La selección de Irán debutó y perdió (6-2) este lunes en el Mundial de Qatar frente a Inglaterra. El resultado, sin embargo, parece haber sido lo de menos en un partido que ha trascendido el fútbol. Minutos antes de empezar a jugar, el equipo que dirige Carlos Queiroz se negó a cantar su himno nacional en señal de apoyo a las protestas masivas que sacuden las calles de Irán desde la muerte de la joven Masha Amini bajo custodia policial hace dos meses.
Un desafío directo al régimen iraní, que ha recurrido a la violencia para reprimir unas manifestaciones que han dejado ya al menos 400 fallecidos y 15.000 detenidos, según la ONG Iran Human Rights.
Antes de su llegada a Doha, los jugadores se reunieron con el presidente iraní, Ebrahim Raisi, en un encuentro que se interpretó como una declaración de apoyo al Gobierno. No obstante, los deportistas corrían el riesgo de ser expulsados de la selección si se negaban, según amenazó la Federación nacional.
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Para evitar comentarios contrarios el régimen, el líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, "instó" personalmente a los futbolistas a no "faltar al respeto" al país en sus participaciones en el extranjero. Lo hizo después de que el pasado 27 de septiembre, solo unos días después del brutal asesinato de Amini, en un partido contra Senegal, los deportistas decidiesen saltar al campo con chaquetas negras sin ningún identificativo del país y tapasen sus camisetas mientras sonaba el himno nacional.
Aumento de penas
Por eso, una de las mayores sorpresas fue la convocatoria de Sardar Azmoun, el delantero del Bayer Leverkusen, después de que hubiese mostrado públicamente su descontento con la brutalidad policial de su país. "No puedo quedarme callado con lo que ha sucedido con Mahsa Amini. Si el castigo es ser expulsado de la selección nacional, es un pequeño precio a pagar por un solo mechón del pelo de una mujer iraní", afirmó Azmoun durante una entrevista en septiembre recogida por Reuters.
En la víspera del partido, el capitán Ehsan Hajsafi, que juega en Grecia, se convirtió en el primer miembro del equipo iraní en hablar desde la Copa del Mundo sobre la situación en casa, diciendo cautelosamente "estamos con ellos, los apoyamos y simpatizamos con ellos".
Ahora, el silencio se ha convertido en una poderosa declaración que podría costarles años de cárcel, según aseguran distintas organizaciones no gubernamentales. Eso seguiría la línea marcada por las autoridades iraníes, que en las últimas semanas ha aumentado la represión con el objetivo de disuadir a los manifestantes. De hecho, el Gobierno ha pedido condena de muerte para 21 rebeldes y ha condenado a la pena capital a cinco detenidos por su "enemistad a dios" y "corrupción en la tierra", según asegura Amnistía Internacional en un informe.
No sería la primera vez que los deportistas son castigados por incumplir la estricta ley islámica. A inicios de noviembre, por ejemplo, dos futbolistas iraníes fueron expulsados de por vida de la Liga de su país porque uno le tocó el culo al otro durante la celebración de un gol. Por ello, por su "conducta inapropiada", podrían ser condenados a una pena de hasta dos meses de prisión y 74 latigazos en público, de acuerdo con la agencia de noticias semioficial iraní Fars.