Lo que sucede en el vestuario, se queda en el vestuario. Esta máxima, que lleva rigiendo desde tiempos inmemoriales la conducta de cualquier plantel de fútbol, aún hoy se sigue implementando en las mentes de los jugadores desde bien jóvenes. Desde niños, incluso. Una ética castrense que permite aplicar códigos sin injerencias del exterior, al margen de miradas que puedan cuestionar las broncas, elogios y castigos que se imparten… Y, por supuesto, un dogma que permite que el infierno que viven algunos chavales nunca salga a la luz.
"Yo sólo quería jugar al fútbol", se justifica, casi con tono culpable, el exfutbolista Andy Woodward en una entrevista publicada por 'The Guardian' la semana pasada. Él fue una de las decenas de víctimas de Barry Bennell, un entrenador de las categorías inferiores del modesto club británico Crewe Alexandra que fue condenado en 1998 tras admitir 23 cargos de abuso sexual a seis chicos de 15 años. Según Woodward, él sufrió un centenar de violaciones desde que llegó al equipo con 11 años.
"Mi madre y mi padre dicen que siempre solía tener un balón entre mis manos, estuviese donde estuviese. Vi que el Crewe era el punto de partida de un sueño. Pero seguía siendo un chico dulce… Una dulzura que era lo que Bennell tenía en el punto de mira", relata Woodward 32 años después de que su exentrenador le diera su primera oportunidad en el fútbol al reclutarlo para para el club de Chesire.
A sus 43 años, Woodward reconoce que ha vivido un auténtico "calvario", que sólo ahora ha sido capaz de hacer público. Cree que su confesión animará a otras víctimas de abusos infantiles en el fútbol. Especialmente a quienes estuvieron a las órdenes de Bennell en el Crewe en los 80 y los 90. Calcula que, potencialmente, las víctimas se cuentan por centenares. Y lo ha conseguido: desde que contó su historia, al menos seis personas han acudido a la policía para denunciar que también fueron víctimas del exentrenador cuando eran niños prodigio del fútbol.
El debutante más joven del Crewe
En 1988, Steve Walters se convirtió en el debutante más joven en la historia del Crewe, a sus 16 años y 119 días. Un ascenso meteórico al primer equipo que había empezado, como en el caso de Woodward, de la mano de su técnico en la cantera, Barry Bennell. Le puso el ojo cuando equipos de primer nivel como el Tottenham acechaban. Sin embargo, el joven se decidió por el club de Chesire y su decidida apuesta por la cantera.
En Gresty Road, Walters aprendió los mismos valores que llevarían a Woodward a jugar profesionalmente en el Bury o el Sheffield United. Aunque él nunca llegaría tan lejos, ambos compartieron a Bennell como tutor en sus primeros pasos en el fútbol. "Para mí, él era el mejor entrenador que había. [...] Tenía esa capacidad para hacerte sentir especial", explicaba Walters este miércoles.
Su confesión, tres décadas después de haber sufrido los abusos de Bennell, supone el segundo caso en pocos días en el seno del Crewe, que sigue afirmando desconocer las prácticas que se llevaban a cabo con sus canteranos. En su caso, en las habitaciones en las que los jóvenes dormían, anexas a los campos de entrenamiento. Walters reconoce haber sido atacado en plena noche, en su propia litera, en repetidas ocasiones, sintiéndose "paralizado".
Tras debutar en el último partido de la temporada 1987-88 ante el Peterborough, Walters apuntaba al estrellato. Entonces se especulaba en Inglaterra si ficharía por el Liverpool e, incluso, si sería el primer menor en el país por el que se pagase un millón de libras. Sin embargo, su desarrollo emocional estaba profundamente mermado: "Estaba confuso. ¿Por qué yo? El técnico me solía decir: 'Eres un chico extraño'. Y yo solía pensar: 'Bueno, uno de tus preparadores me ha hecho esto'. También pensaba: '¿Soy gay?'.
Paul Stewart, otra estrella que sufrió abusos
Pero, más allá del Crewe, donde aún podrían salir a la luz más casos de abusos infantiles en las próximas semanas, la confesión pública de Andy Woodward ha animado a otros futbolistas con un pasado similar a contar su historia. Es el caso de Paul Stewart, internacional inglés y exjugador de equipos de primer nivel como el Tottenham, el Manchester City y el Liverpool.
Cada día, durante cuatro años, Stewart sufrió abusos por parte de un entrenador que le prometía a cambio "convertirle en una estrella" si accedía. Como en el caso de Walters, era una de las mayores promesas del fútbol inglés. "Me amenazó de muerte, quise contárselo a mis padres para que no se lo permitieran, pero sólo tenía 11 años", confiesa en el 'Daily Mirror' cuatro décadas después el exjugador.
Posteriormente, las amenazas de muerte tenían como sujeto a su madre, a su padre y a sus hermanos. Por eso, nunca logró oponer resistencia, hasta que a los 15 años pudo pasar página. Aunque no del todo: según cuenta, durante su carrera deportiva Stewart usó regularmente drogas para poder soportar las secuelas psicológicas del trauma infantil.
Un ejemplo más de las decenas -centenares, según Woodward- que aguardan para contar historias tan terribles como la de Stewart: "No te imaginas cuántas veces he contemplado suicidarme, incluso cuando las cosas me iban bien. Estaba jugando para el Tottenham y en la selección, en el pico de mi éxito. Pero seguía teniendo ese sentimiento constante. Era muy lúgubre y simplemente quería huir de ello. La bebida ayudaba".