Resulta un poco tedioso seguir glosando los modales de Cristiano Ronaldo, ese coloso con desplantes infantiles, y sin embargo tan “buen chico” con todo el mundo cuando no hay cámaras delante. En realidad, que las estrellas de los clubes más poderosos pongan mala cara a su entrenador cuando son sustituidos en un partido de fútbol no es novedoso. A pesar de ingresar 78 millones de euros al año (según Forbes), la noticia hubiese sido que el portugués mirase a la cara y saludara con respeto a Zinedine Zidane después de dar ánimos a su reemplazante, Lucas Vázquez. Haber puesto al equipo por encima de sí mismo, dar buen ejemplo a los niños y no descentrar al grupo en un partido difícil.
Era el minuto 72 del partido y el Real Madrid, además de ganar, corría mucho. Las redacciones algo aburridas del sábado por la tarde esperaban un desplante más grave, alguna palabra destemplada en la zona mixta, para agitar el tráfico de una tarde sin sobresaltos. Finalmente no cayó la breva. Sólo trascendió una presunta conversación de vestuario en la que Cristiano, sentado en el extremo más alejado de sus compañeros, habría dicho a Zidane “me has decepcionado” y el francés, gurú del buen rollo apacible, le habría respondido: “Tranquilo Cris, necesitabas descanso, jugarás los 90 minutos contra el Borussia”.
Más divertido que la crítica habitual a la arrogancia de Ronaldo es abrazar la teoría de que casi todo está pensado en el circo del gol y concluir, por tanto, que su enfado con silenciador fue una forma eficaz de alejar la conversación futbolera de su discreto partido, de su estado físico disminuido, de que le han cambiado esta temporada tres veces en seis partidos y de que lleva un gol en la Liga (Suárez cinco). Aventurar que ahora mismo se está partiendo de risa con sus amigos en un descapotable al comprobar el éxito de su histrionismo.
Pero en realidad importa bastante poco. Ya fuese real o fingido (mala educación o ilusionismo), el enojo de Cristiano es en realidad una magnífica noticia para el madridismo. El portugués es el mismo de siempre. No pasa nada. (En todo caso, que se preocupen en Dortmund).