Simeone es un gran entrenador. De eso, a estas alturas, no hay dudas. De él se ha dicho que convence a los jugadores, que tácticamente es superior a sus ‘colegas’ de profesión y que su método es sinónimo de éxito. En fin, muchas cosas. Pero quizás, entre todas sus virtudes, incontables a estas alturas de la película, hay una que, quizás por lo evidente de la misma, se pasa por alto: su capacidad para integrar jugadores y hacerlos crecer poco a poco. El ejemplo podría ser Griezmann. O Correa. O el mismo Gameiro. O cualquiera. Sin embargo, esta vez toca hablar de Yannick Carrasco, ese chico de tupé a lo Elvis Presley. El mismo que anotó tres goles en la victoria contra el Granada [Resultados y estadísticas: 7-1].



Yannick (no pasa nada por decirlo) es guapo, rico y listo. Sí, qué le vamos a hacer. Ya le gustaría a usted, a este periodista o a su vecino, pero hoy por hoy no es posible. El caso, Carrasco, para los que no han tenido el gusto de conocerlo fuera del tapete, lo tiene todo. Su forma de vestir, sus maneras, sus ropajes apretados o su flequillazo, muy de moda, son tendencia. Así es él y a ello le sacará provecho anunciando calzoncillos o cualquier otra cosa, como mandan los cánones del futbolista del siglo XXI. Sin embargo, todo lo anterior se lo ha ganado porque sobre el terreno de juego, donde realmente se siente a gusto, es uno de los hombres de moda. Y lo es, precisamente, por su rendimiento este curso.



El belga, a estas alturas de la temporada, ya suma cuatro tantos. Tres los hizo contra el Granada y el otro, ante el Bayern. Pero su influencia va más allá. Él, pese a lo que pueda parecer, no es sólo un goleador, sino muchas otras cosas. Cuando le toca, es extremo. Y entonces regatea, vuela sobre el Calderón, da asistencias y rompe partidos. Ese era su cometido cuando llegó. Ahora, su función es otra. Es capaz de jugar en el centro del campo y, como en este último partido, ‘romperla’ ahí junto a Koke y Gabi. Sin buscar tanto la línea de cal, pero con la portería entre ceja y ceja para sacar partido a ese disparo tan suyo. Ese que, como en el primer gol, levanta el césped hasta que ve el balón entrar en la portería.



No es de extrañar, por tanto, que ante tal explosión, media Europa esté preguntando por él. Lo han hecho, sobre todo, el pasado verano, desde la Premier League. Y han ofrecido, como se pueden imaginar, millonadas. Pero en el club se lo han querido quedar. ¡Basta de ventas! Esta temporada, el club quiso mantener el bloque. Y Carrasco, ante la insistencia de Simeone, aceptó. Y su compromiso, a estas alturas, está fuera de toda duda. Se ha ganado el puesto de titular y no para de crecer, como se pudo comprobar ante el Granada.



Ante el conjunto andaluz, con un hat-trick de bandera para honrar el 50 aniversario del Calderón. Primero, aprovechando el rechace en un córner; después, con un disparo que pegó en el defensor y se metió dentro; y en último lugar, y para redondear su tarde, colocando en la portería un pase de la muerte de Griezmann. Y fin de la historia. Él fue el artífice de la remontada y sus compañeros se sumaron a la fiesta. Lo hizo Gaitán, con dos tantos en al segunda mitad, después Correa y finalizó Tiago. Siete goles como siete soles. Quizás una barbaridad o, simplemente, la constancia del nivel al que está jugando este Atlético de Madrid. Sin duda, es para disfrutarlo.