El Real Madrid jugó este sábado (quizá) su mejor partido defensivo de la temporada con la BBC. Acabo de escribir esa frase y lo que siento es alivio. Ni los cielos se han rasgado para abrir paso a centellas que me hayan fulminado ipso facto ni (lo que habría sido peor) ningún editor de periódico se ha hecho eco de esta realidad ignorando el haber negado una y otra vez que fuese posible, arrastrando en su sesuda preocupación antizidánica a ese madridismo que tanto gusta de sufrir y presufrir con las finuras tácticas de la prensa de alpargata que cultiva. Como no ha pasado nada de esto, y aún no salgo de mi asombro, lo voy a escribir otra vez. También por el simple placer que me produce el hacerlo: el Real Madrid jugó este sábado (quizá) su mejor partido defensivo con la BBC.
Yo no sostengo que la BBC tenga que jugar siempre. Lo que mantengo es que el Real Madrid puede jugar maravillosamente con ella (también sin ella), y cuando digo “jugar maravillosamente” hago alusión tanto al aspecto ofensivo como al defensivo. No hace falta ser un genio para sostener esto: basta con haber visto al Madrid exhibirse en algunos de los mejores partidos (ofensiva y defensivamente) de su historia con Bale, Cristiano y Benzema (por ejemplo, en el glorioso 0-4 de Múnich). Basta con que quieran implicarse en la presión, en la contención, en la brega. Zidane ha sido capaz de demostrar(les) que pueden. Pero no el sábado. Lo ha hecho varias veces antes.
Entiendo (eso sí) que estamos con el sábado. El antológico partido de Benzema lo fue por su continua implicación en la construcción del juego de ataque, su apabullante demostración de técnica y su gol. Pero lo fue sobre todo porque no cesó de dar lo mejor de sí en labores de atosigamiento al rival, incluso en zonas muy cercanas al área propia, recuperando balones y templando a continuación la jugada requerida. Cristiano jugó un gran encuentro no solo por sus dos asistencias, que también, sino por su conciencia de apoyo al grupo en tareas menos lucidas.
Con Bale hay que hacer un capítulo aparte. Su segundo tiempo, convertido poco menos que en segundo lateral izquierdo, cubriendo a la perfección las lagunas defensivas de un defensa-atacante como Marcelo, es un ejemplo de abnegación. Querría que alguien me señalara a otro delantero de élite mundial (y cuando hablo de élite me refiero al Top6 o Top7 planetario) que se remangue de esa manera por el bien de su equipo y que lo haga no ya sin protestar, sino asumiéndolo como un honor.
Parte de estos méritos corresponden a los propios protagonistas de los mismos. Pero otra parte hay que ponerla sin duda en el haber de Zidane, un hombre que cuenta con la autoridad moral suficiente (inicialmente por su carrera como jugador, pero cada vez más por su carrera como entrenador) como para exigir ese esfuerzo defensivo a sus grandes figuras. La gestión que hizo en los cambios fue tan desconcertante como a la postre decisiva. Zidane no hace cambios para arreglar partidos, aunque también: hace cambios para afianzar temporadas.
Fui el primero que frunció el entrecejo cuando sustituyó a Modric, en apariencia totalmente sano, por Lucas Vázquez. Modric representa mucho, pero mucho en el seno del vestuario vikingo. No tengo la menor idea de lo que Zidane pretendía con ese cambio en el aspecto estratégico, pero imagino perfectamente lo que el cambio significó anímicamente para Lucas Vázquez en el contexto de esa plantilla multimillonaria.
Sustituir a un Modric sano -cuando queda por delante más de media hora de partido y el marcador está tan ajustado- tiene casi tanto valor como ser titular. Metiéndole en el campo en ese momento, Zidane demostró a Vázquez que su fe en él es ilimitada, y Lucas -a pesar de la motivación eminentemente largoplacista a la que aludo- le devolvió con creces el gesto en esos 30 minutos.
Cuando parecía que el marsellés no sería capaz de asombrarnos más con sus sustituciones, llegó lo de Cristiano. Todavía hay periodistas deportivos que se preguntan con sorna, aparte de su bella sonrisa, qué nos ha enseñado Zidane desde que ha llegado al Real Madrid. Nos ha enseñado, por ejemplo, que se puede sustituir a Cristiano Ronaldo sin que pase absolutamente nada. ¿Te parece poco, lumbrera?
Se trata de una demostración de todo punto utópica hace cosa de meses, y que prueba el excelente estado de salud mental colectiva que el francés ha sembrado en ese grupo de futbolistas. Se dirá que Cristiano se despidió mascullando “Foda-se”. Es lo menos que puede susurrar el mejor jugador del mundo en una situación así. Quien le reemplazó (Isco) también correspondió a la confianza con unos estupendos minutos de control del balón, merced a los cuales, pese a lo apretado del marcador, el Madrid logró que los minutos desembocaran en el final del choque sin mayores agobios pese a lo ajustado del resultado.
Algunos deberían empezar a admitir, siquiera como hipótesis de trabajo, la opción de que Zidane sepa lo que hace.