Hasta hace bien poco, un Madrid-Barça o un Barça-Madrid jamás se llamó, ni de lejos, “Clásico”. Tan clásico es un Madrid-Barça como un Athletic-Madrid o un Barça-Athletic. Se han jugado desde siempre en Liga (puesto que estos tres clubs son los únicos que han jugado todos los campeonatos de liga de Primera división desde la temporada 1928-1929) y también ha habido muchos en Copa y unos cuantos en Copa de Europa.

“Clásico” es pues una denominación de origen joven, como de crianza en barrica, y eminentemente marketiniana. La gran rivalidad de siempre para el Real Madrid fue contra los vecinos del Atlético, esa es la que desde siempre viví yo de niño. Pero es cierto que desde que el Barcelona dio un paso para adelante, allá por los años 90 –no antes, excepto los esporádicos años de Cruyff como jugador del 73 al 76-, a nivel nacional y conquistando su primer entorchado europeo importante en Wembley en 1992 –no voy a dar mucho valor a las vetustas Copas de Ferias, ni siquiera reconocidas por la UEFA, o por algunas Recopas-, los Barça-Madrid han ido tomando mayor calado e interés, convirtiéndose hoy en día en el “partido del año” a nivel mundial entre dos equipos de una misma liga, superando por repercusión mediática a los Milan – Inter (o Juve - Milan), a los United-Liverpool, y por supuesto a los derbis londinenses, cariocas, paulistas o bonaerenses.

En los últimos 10 años, el Barcelona se ha acercado peligrosamente a igualar las estadísticas ligueras en los duelos directos contra el Real Madrid, y esto es debido sobre todo a los buenos resultados que ha conseguido últimamente en los partidos jugados curiosamente en el Bernabéu. El Barça le ha tomado gusto a venir a amargar los domingos ligueros al Madrid en su propia casa y se encuentra muy cómodo jugando en los verdes pastos de Chamartín. Y esto es así fundamentalmente desde que el mago Messi es titular en su equipo. Insisto, le doy mucho más mérito a la presencia de Messi que al “guardiolismo” en el que nunca he creído y que considero cada día más sobrevalorado, y no hay más que repasar los recientes revolcones europeos de los equipos de Guardiola tanto en Alemania como en Inglaterra.

No voy a mencionar, aunque por desgracia los tengo muy en mi mente, resultados recientes favorables a los azulgranas en nuestro recinto. Pero esta tendencia, tiene que ser cambiada ya de forma urgente. El Madrid, que ha vuelto a dominar por los campos europeos con sus siete semifinales consecutivas en Copa de Europa (con dos triunfos y posibilidad de un tercero esta campaña), debe plasmar también su dominio a nivel nacional y, en particular, versus al Barcelona. Volvamos al status quo de siempre, el de los años 60, 70 y 80, cuando el Madrid solía infligir rapapolvos al rival catalán prácticamente año sí y año también.

Not in my house, como la célebre frase del pivot de Atlanta Hawks Dikembe Mutombo a la mascot de los Nuggets de Denver. El Santiago Bernabéu es el santuario de millones de madridistas que ha sido últimamente profanado demasiado a menudo por las huestes azulgranas. Y este oprobio debe de terminar ya mismo, digamos que el próximo domingo 23 de abril, no hace falta esperar más.

Gento.

Gento.

23 de abril, día de San Jorge o de San Jordi, patrón de Cataluña (y también de Aragón y de Baleares, y también de Inglaterra) puede ser un excelente día para que el equipo merengue dé un fuerte golpe encima de la mesa con un “basta ya” y, rememorando aquel 23 de abril de 2002, cuando los galácticos se impusieron 0-2 en semifinales de Copa de Europa con sendas vaselinas de Zidane – l gran ZZ– y Steve McManaman ante el impávido guardameta Bonano, vuelvan a recordar a todo el universo quién manda no sólo en el fútbol mundial, sino también en el nacional.

Apelo para ello al carácter indomable, a la fuerza, a la velocidad, a la energía eólica (¡La Galerna del Cantábrico!), a la furia, en definitiva, de un personaje épico pero gracias a Dios vivo y muy vivo como es el gran Paco Gento, nuestra gran leyenda. Con 31 duelos ligueros Madrid-Barça (récord absoluto), marcando 10 goles, a los que hay que añadir otros 11 partidos más entre Copa y Copa de Europa, con otros cuatro goles más. 42 partidos en total de los llamados “Clásicos”, con 14 goles marcados. Espectacular. Y con el más alto porcentaje de victorias en ellos. Es decir, el gen ganador que siempre caracterizó a nuestro equipo. Un Gento que reconoció en numerosas ocasiones que sus mejores partidos los hacía siempre contra el Barça. Y, además, los solía ganar.

¿Jugar bien? Quizás. Y además, ¿qué es jugar bien? ¿Tener más posesión? ¿Más tiros a puerta? ¿Más llegadas al área? Hoy en día todo se puede medir en fútbol: numero de córners, de asistencias, de kilómetros recorridos, de robos y de pérdidas de balón. Pero lo que siempre ha sido la sangre y el ADN del Real Madrid ha sido su hambre de ganar, su negación de ser derrotado sin antes haber derramado absolutamente todas las gotas de sudor y haberse entregado en cuerpo y alma al esfuerzo y la sensación de haberlo dado todo sobre el terreno de juego. Hay muchos estilos de jugar al fútbol, mucha pizarra, muchos dibujos desde el primitivo 1-2-3-5 de la época de Zamora, hasta los modernos 1-3-4-3 o 1-4-1-3-2, pasando por la mítica WM creada por el maestro Herbert Chapman y que dio gloria al Arsenal londinense de los años 30.

Pero el verdadero estilo que nos gusta a los madridistas, y de eso sabe mucho Paco Gento, porque convivió con genios tan grandes como Kopa, Rial, Puskas, Del Sol o el simpar Alfredo Di Stéfano, es simple y llanamente ir a GANAR los partidos. A poder ser con filigranas, toque, pases imposibles, ruletas o “espaldinhas”. Con dominio agobiante o con contraataques meteóricos. Sufriendo en defensa, en el centro del campo o presionando el rival desde la salida del balón. Pero sobre todo con ese ansia de ganar que siendo ha hecho del Real Madrid el equipo más grande habido y por haber de todo el planeta fútbol. Y esta es mi modesta contribución para que el domingo 23 el Madrid vuelva a poner las cosas en su sitio contra el gran rival azulgrana.