Messi. Solo Messi. Cuando pasaban las 22:30 horas en Madrid, marcó uno de sus goles más relevantes. Fue el mejor Messi de siempre. Su partido ya es historia. El argentino se alzó él solo a los cielos de la Liga y dio una victoria salvadora en el Bernabéu. Messi amargó la existencia a los más de 80.000 que quedaron ahogados en el Bernabéu. No había palabras. [Narración y estadísticas: Real Madrid 2-3 Barcelona]
El final fue ese, Messi rematando casi a placer un balón que había quedado en el área como un regalo divino. Era el minuto 92. El Madrid jugaba con 10 por la expulsión de Sergio Ramos. No hubo tiempo para más. Ni sacaron de centro los blancos. El partido quedó finiquitado con un Messi celestial que brindó, en forma de provocación, su camiseta al estadio rival. Jordi Alba se señaló el escudo y calentó a la grada. Estaba todo acabado. El mazazo al Madrid fue enorme. La Liga revienta.
El Clásico fue más gordo que nunca porque pasó de todo, desde un penalti en el minuto uno no pitado a Cristiano a un gol de Messi, disfrazado de Ramos, en el último minuto. Injusto sería no situar ya a Messi como el más decisivo de la historia de los Clásicos como justo sería decir que el Madrid mereció mucho más. Incluso el empate se le quedaba corto a los blancos, a pesar de que lo firmaban por las circunstancias. Pero los de Zidane, que no es que jugaran bien, pero tampoco mal, tiraron y tiraron. Y fallaron y fallaron. Hicieron de Ter Stegen el mejor portero del mundo. Pero al Madrid le faltó a Messi.
Tantos errores de cara a la portería acabaron agotando a los locales. Cada disparo era una agonía para el propio Madrid, porque acabaron chocándose una y otra vez ante el meta alemán, no tan decisivo que Messi, pero sí al nivel de lo que debe ser un jugador de este partido. Ter Stegen también contribuyó a que el Bernabéu acabara dolorido, con una sensación tan mala que veremos a ver si la Liga no cambia del todo la siguiente semana.
Para el Madrid cada ataque llegó a ser una obsesión. No le salía nada. Había marcado en la primera parte gracias a Casemiro, que se aprovechó de un rechace de un remate al palo de Ramos (en posición totalmente legal). Era el 1-0, hasta entonces corto por lo visto en esos primeros minutos. El brasileño volvió a jugar minutos de gratis, ya que debió ser expulsado en el tramo final de la primera parte por tantas faltas.
Pero como en tantas otras noches, el Madrid se echó un paso atrás y dejó tocar al Barça. Cada jugada iniciaba en los pies de Ter Stegen, que siempre sacaba en corto. Este ritmo mató al Madrid, que acabó grogui en la primera parte, principalmente por un gol tan cantado como difícil de Messi. El argentino se coló como quiso por el área del Madrid y ametralló a Keylor Navas, que nada podía hacer.
Si el Madrid las tuvo de todos los colores, el Barça tampoco se quedó atrás, aunque en menor medida. Con el 1-1, y tras un arreón inicial del Madrid, tuvo contra las cuerdas a un equipo al que solo le salvó Keylor. Y eso que se le veía dubitativo, nervioso. Pero cuando tuvo que parar lo hizo. Le sacó un fuerte cabezazo a Piqué, paró aquello que pocos paran a Luis Suárez y, sobre todo, salvó al Madrid de la mayor de las humillaciones con una parada a bocajarro a Piqué cuando el partido ya estaba roto, con 1-2 y con 10 el Madrid.
Porque todo cambió en el 69, minuto en el que Rakitic silenció el Bernabéu con un precioso disparo que cogió una rosca imparable. Ahí no podía hacer nada Keylor. No estaba mal el Barça, pero estaba siendo inferior al Madrid. Pero la calidad no entiende de momentos de forma y el croata, intermitente esta temporada, se inventó un gol muy personal.
Después vino la mayor traca. Con un Madrid que mezclaba inquietud con toque, un balón acabó en el centro del campo. Allí estaban Messi y Sergio Ramos. El argentino, todavía en su campo, salió en velocidad. El central le paró con falta. El colegiado Hernández Hernández no lo dudó y sacó la roja. Ramos miró a Piqué y le señaló el palco. "Ahora no hablas de los árbitros, ahora no", le vino a decir.
Fue entonces cuando sacó el Madrid sacó su orgullo. Sabía que era difícil, que jugaba con uno menos. Pero lo intentó. Y se lo creyó. Zidane quitó a Benzema y sacó a un James olvidado ya por el madridismo. Y ahí estaba el colombiano. Remató un centro de Marcelo. El milagro fue que entró. Ter Stegen ya más no podía hacer. El Madrid había conseguido lo más difícil de todo, empatar al Barça con uno menos y cuando ya agonizaba el encuentro.
Lo de después, ya lo saben. Gol de Messi en el último minuto y el Bernabéu probando de su propia medicina. Supo el Madrid ahora con toda la crueldad lo que se siente perder puntos en el último minuto. Y estos fueron muy duros, porque son ante el Barcelona, porque aprieta la Liga y porque deja un poso de dudas para las cinco jornadas que quedan.
Una Liga que parecía sentenciada está ahora empatada, aunque los blancos siguen con un partido menos. Messi regala un final de infarto que puede ser agónico. El argentino, que no marcaba al Madrid desde 2014, subió a la estratosfera para incenciar la Liga. Ahora queda la recta final. Messi quiso que hubiera Liga. Y el Madrid, con sus tantísimos fallos, también. Ahora es el equipo de Zidane el que tiene que querer no perderla, porque aún le quedan tres puntos (virtuales) de margen.