Fue solo un gol, nada más que uno, pero con eso bastó. Suficiente para que la grada temblara, para que los asientos repelieran a sus ocupantes y para que las gargantas hicieran un último esfuerzo. Quizás simplemente el primero de los que están por venir. En el Calderón, este sábado, muchos creyeron. Y por qué no. Marcó Saúl, Godín y Simeone se fundieron en un abrazo, y en el Manzanares, de repente, ya sólo se pensó en el Madrid, en lo imposible. El miércoles harán falta cuatro tantos. Tres más que ante el Eibar. Un milagro dicen algunos. Ya se verá. De momento, el Atlético mantiene la tercera plaza, la que lo deja más cerca de la Champions después del empate (1-1) del Sevilla contra la Real Sociedad [narración y estadísticas: 0-1].
“Combato y me levanto”. El Calderón, después de la caída, no desfalleció. Sacó un tifo con el mencionado mensaje y amaneció en la tarde del sábado con espíritu de remontada, con fe sin raciocinio y con corazón. Miró al campo y, aunque se trataba de la Liga, pensó en la Champions y en el Madrid. Pero antes había un partido que disputar, con su simulacro de batalla prederbi y una novedad en el once. Simeone, que ya tuvo que disponer de Lucas en el lateral derecho en el Bernabéu ante las lesiones de Vrsaljko y de Juanfran, probó con Thomas. Y el centrocampista, reconvertido, no desentonó en su nueva posición. Incluso, fabricó él solo la segunda ocasión más clara del Atlético: un pase atrás que Saúl no consiguió meter entre los tres palos. Anteriormente, Carrasco, tras dejar en el suelo a su par, también la mandó a las nubes.
Lo intentó el Atlético con casi todos los titulares en el once, pero no consiguió inaugurar el marcador en la primera parte. ¿Y qué hizo en la segunda? Aumentar los efectivos en ataque. Simeone dio entrada a Torres (entró por Gaitán), y el Atlético mejoró durante los primeros minutos de la segunda mitad. Dispuso de otra ocasión, esta de Filipe Luis; y de una más de Griezmann desde larga distancia. Pero tras ese arranque, ya fuera por el calor o por la cercanía de la vuelta de semifinales de la Champions League, el conjunto rojiblanco mantuvo la pelota, pero pasó problemas para superar el muro impuesto por el conjunto de Mendilibar en el Calderón.
De hecho, hasta el minuto 70 no hubo manera. Entonces, Godín, nadie sabe muy bien por qué, apareció en ataque, puso el balón en la frontal del área, Torres la dejó pasar y Saúl la colocó ajustada al palo. Y desde entonces, todo cambió. De repente, la espesura de los minutos previos se agilizó con el anuncio capitular del reloj. Quedaban 20 minutos para el final, pero las sensaciones fueron diferentes. Con el marcador a favor y la tercera plaza casi en el bolsillo -le saca cinco puntos al Sevilla a dos partidos para que termine la Liga-, el equipo de Simeone mantuvo el tipo en defensa y estuvo a punto de hacer el segundo en ataque. Finalmente, no lo hizo. Y da igual. El objetivo está cumplido, a pesar de una última acometida del Eibar que acabó con Godín expulsado. Tampoco importa. El siguiente reto llega el miércoles, contra el Madrid. El día del milagro. O eso dicen en el Calderón.
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