1 de octubre de 2017
Cuatro y cuarto de la tarde; la Unión Deportiva Las Palmas visita el Camp Nou. No hay en Primera División un club que valore más la pertenencia a España que el equipo canario. En pleno ‘procés’, se encuentra un panorama surrealista: es Domingo de Referéndum en Cataluña y el Barça, més que un club, depende de la firmeza de Mariano Rajoy y “el Estado” para conservar su riqueza y prestigio. Su estadio, sin embargo, hierve de banderas y pancartas contra el aparato que puede salvarle de la distopía favorita de Artur Mas: la muerte por independencia en un paraíso de desplazamientos provinciales para disputar la Lliga Catalana.
2 de octubre de 2017
Gerard Esteva, presidente de la Unión de Federaciones Deportivas de Cataluña y el presunto Comité Olímpico Catalán, impulsor de aquel maravilloso panfleto titulado ‘Catalonia, a sports country’, insiste con una sonrisa en una de sus obsesiones principales: que "a nivel económico” tienen estudios según los cuales las federaciones catalanas “podrían tener hasta 93 millones de euros más de ingresos al año que en una Cataluña autonómica”. Su sonrisa predice el chiste final: "En una Cataluña independiente, el Barça tendría la suerte de poder elegir en qué Liga jugar".
14 de octubre de 2017
El Barça juega un partido oficial en el Wanda Metropolitano por primera y última vez en su historia. Ha de completar esta Liga aunque Cataluña haya dejado de ser España: hay demasiados calendarios cerrados y demasiado dinero en juego. Leo Messi, que no había rubricado su renovación, firma un precontrato con el Manchester City.
6 de mayo de 2018
Tras una temporada crepuscular, el Camp Nou acoge su último Clásico liguero con el Real Madrid. Expira una rivalidad que marcó la vida deportiva española durante un siglo y una parte de la masa social culé se siente tan engañada por Mas como millones de británicos por Nigel Farage. La Liga de Fútbol Profesional prepara una Asamblea donde se ve obligada a matar su gallina de los huevos de oro y expulsar de la competición al Barça, al Espanyol y al Girona (además de al Barcelona B, al Nástic y al Reus en Segunda División).
No es un capricho achacable a la ideología ‘españolista’ de Javier Tebas ni a sus coqueteos juveniles con la extinta Fuerza Nueva: entre las lagunas intelectuales del señor Esteva figura la ignorancia sobre el texto de la Ley del Deporte, según el cual “las Sociedades Anónimas Deportivas y Clubes que participen en una competición profesional deberán inscribirse en el Registro de Asociaciones Deportivas correspondiente y en la Federación respectiva”. Gestores y periodistas deportivos de las cuatro provincias se abonan a un cóctel variable de antidepresivos y estimulantes para soportar la realidad: la apasionante liga emancipada de los duelos Barça-Figueres, Olot-Reus y Espanyol-Terrasa.
1 de agosto de 2018
La independencia de Cataluña ha roto automáticamente el vínculo entre la Federación Catalana de fútbol y la Federación Española. Con ese tajo legal termina también el chollo millonario de disputar la Liga y las competiciones europeas (la Ley del Deporte recoge en una disposición adicional -la 17- que solamente hay un Estado no español que puede jugar la Liga o competiciones oficiales españolas: Andorra).
Al Barça le queda viajar a Sabadell, a Olot, a Peralada: el paraíso autogobernado del nuevo fútbol nacional. Jugadores de La Masía repasan en el autobús tuits graciosos de Neymar desde los Campos Elíseos y fotos del prudente Messi mientras practica el escapismo controlado en el Manchester del independentista Guardiola: el ‘Brexit’ como antídoto para el dichoso ‘procés’.
La Plataforma Proselecciones Deportivas Catalanas, otro milagro de la modernidad líquida, sigue repitiendo que las amenazas de la Liga de Fútbol Profesional son falsas, “porque el Barça jugará donde quiera”. “¿Alguien cree que la LFP dejará marchar al Barça?”, vuelve a preguntar retóricamente, confiando en una pronta reforma de la Ley del Deporte por parte del Parlamento español: “Sin el Barça y el Espanyol, la liga española quedaría devaluada a nivel deportivo y económico, por todo lo que aportan los clubes catalanes”.
La citada plataforma no concibe una Liga española sin el Barcelona, ignorante de la sencilla ecuación según la cual, si se puede vivir sin Cataluña, se puede vivir perfectamente sin el Barça. Aunque los derechos televisivos valgan ya un 40% menos y haya que reinventar el fútbol español. La Liga nunca será la misma, pero escoge el argumento de la coherencia: no vale esgrimir un razonamiento para la pelota y desecharlo para el resto de la vida. El coste de la independencia, en términos futbolísticos, es tan alto como en asuntos de mayor importancia.
Siempre sonrientes, sin embargo, cegados por la luminosa centramina de la liberación, los directivos de la Plataforma Proselecciones Deportivas Catalanas guardan un as bajo la manga: “Si el Gobierno español [sic] no acepta modificar la Ley, es fácilmente imaginable que cualquier otra liga europea quiera contar con un club tan potente y prestigioso como el Barça”.
20 de agosto de 2018
Lo que fácilmente se imagina por las noches suele complicarse por las mañanas, y por muchos viajes y cenas que directivos del Barça y políticos nacionalistas organizaron durante años para sondear a potentes ligas vecinas (pavimentando la ruta secesionista), las puertas siguen cerradas. Francia había respondido "no" hace mucho tiempo. Inglaterra e Italia también se niegan: para evitar problemas con España y porque el Barça supondría una grave amenaza a la supremacía de sus grandes clubes.
Embutido en la liga catalana, desprovisto de ambiciones globales, el futuro que se dibuja para el Barcelona en este quimérico escenario independentista es acabar convirtiéndose en un homólogo meridional del Celtic de Glasgow. El 'procés’ ha dañado a todos los demás clubes españoles (empezando por sus ‘hermanos’ catalanes), pero a nadie tanto como al club culé. Los aproximadamente 150 millones anuales que recibía al año por derechos televisivos se han reducido drásticamente, algunos patrocinadores han huido: el club desaparecerá de la élite mundial aunque termine siendo el representante catalán en la Champions. En una metáfora perversa de la huella ‘cruyffista’, el Barça se mira en el espejo del Ajax de Ámsterdam: un equipo legendario que ya no pinta nada en Europa. ¿Quién puede pagar a Messi, Suárez o Paulinho?
1 de octubre de 2018
Autosuficiente, autónoma y aislada, la mítica Liga independiente prefigura la reconversión del Camp Nou en un recinto para grandes conciertos: llenar 80.000 asientos para un Barcelona-Castelldefels es una ambición tan remota como ver preso a Jordi Pujol. La mañana del día siguiente, La Vanguardia titula: “12-1: el Barça olvida a Messi y avanza firme en la Lliga”.