La Universidad de Valladolid abrió sus puertas al fútbol, y por la más grande apareció Paco Herrera. Un tipo que te explica el juego en un pestañeo, sin atajos, sin doble fondo. Un hombre pegado al césped, que comenzó en la tierra y que también ha pasado por los despachos. Eso debe ser el fútbol total.
Las conferencias estaban enmarcadas dentro del ciclo anual “Fútbol sin gritos”, organizadas por el Colectivo Laika en la Facultad de Filosofía y Letras de la UVA. Por allí pasaron periodistas como Begoña Pérez, Ilie Oleart e Ignacio Bailador, para hablar de gentrificación en el fútbol y de ruido mediático, y también la editorial Blackie Books, mostrando el lado intelectual del deporte con los juegos y acertijos de sus cuadernos de vacaciones para adultos. También participó de las charlas este periódico.
Herrera (Barcelona, 1953), por supuesto, fue el plato fuerte de la jornada. Ha entrenado en Primera División, es un auténtico especialista en Segunda, Benítez le fichó para su cuerpo técnico del Liverpool campeón de Europa y fue director deportivo en el Espanyol. Ahora lucha por devolver al Real Valladolid a la categoría que le corresponde.
El entrenador habló para EL ESPAÑOL antes del comienzo de su clase magistral en el salón de actos de la facultad. De esa interesante conversación, y de las anécdotas que después contó ante una numerosa y atenta audiencia de estudiantes universitarios, extraemos este decálogo que bien podría servir de manual de instrucciones para cualquiera que se quiera dedicar a entrenar.
1. El fútbol actual va a toda velocidad
"Hay urgencias. Hay prisas. Yo lo he vivido en primera persona. He sido cesado en equipos humildes, pero que yo les veía muy bien. Hubiera necesitado más paciencia. Fue con el Numancia. También con el Celta. Con el Numancia incluso habíamos ganado al Real Madrid, con Vicente del Bosque de entrenador. Y habíamos empatado en el Camp Nou. La decisión vino de la presión a la que estaba sometido el presidente".
2. El fútbol de antes era el de la calle
"Allí aprendías a adivinar lo que sucedía. Cuando jugabas te tenías que buscar la vida, encontrar soluciones a problemas que surgían. Ahora está todo un poco más mecanizado. Hay cosas estudiadas que son más o menos ciertas. Nunca te van a dar la posibilidad de que aprendas una situación en la que antes te has equivocado cuatro o cinco veces. Aquí te van corrigiendo sobre la marcha. No es mejor ni peor que lo de antes. Lo que sí es cierto es que ahora aprendes mucho más rápido que antes, y eso sí que es mejor".
3. Hay que instruir
"Hay que ser un poco educador, yo creo que lo soy. Uno tiene la necesidad de corregir a un chico por el que nadie se ha preocupado, pero que tiene condiciones. Eso sí: el día tiene veinticuatro horas. De esas veinticuatro horas, tú estás al lado del jugador unas tres horas. Y en esas tres horas tienes que inculcarle todo. Las otras veintiuna horas siempre hay alguien que le puede hacer cambiar de idea".
4. No dejar que ningún jugador se quede por el camino
"Cuando un jugador se desenchufa y lo pierdo un poco, para mí es una pequeña derrota. A veces sucede que a un entrenador estas cosas le vienen bien, así tiene menos líos. Esa excusa es una vergüenza".
5. El respeto al aficionado
"Íbamos a jugar un partido en Liverpool. Yo llegaba algo tarde, de ver un partido en Manchester. Estaba lloviendo, como es habitual la mitad del año, y comencé a escuchar desde fuera un anuncio por la megafonía del estadio: el encuentro iba a comenzar con quince minutos de retraso para que el público pudiera acceder tranquilamente. Eso es respeto hacia la gente".
6. Soportar la lejanía de la familia
“Hace muchos años que decidí salir de casa por primera vez. Era ya entrenador cotizado en Segunda División. Cuando estás sin la familia –a ciertas edades, la familia se queda en tu ciudad– pasas mucho tiempo solo. En la distancia, cuando hay críticas, ellos sufren. Hay que tener mucha fortaleza para seguir adelante. Conozco a muchos entrenadores que no han podido".
7. No ver el partido desde el banquillo como un mero espectador
"A veces te dices a ti mismo, ¿pero estoy gilipollas?, ¿cómo puedo estar viendo el partido como un aficionado si tenemos estos dos o tres problemas y tengo que solucionarlos?".
8. No toda la ciudad está siempre a tus pies
Recordaba Herrera, con cariño, el paseo en autobús por las calles de Liverpool festejando la Champions League. El equipo dirigido por Benítez había levantado un 3-0 al Milán –goles de Paulo Maldini y Hernán Crespo (2)– en la final de Estambul, y había forzado la prórroga con tres tantos en seis minutos durante el segundo tiempo –Steven Gerrard, Vladimir Smicer y Xabi Alonso–. El milagro terminó con la portentosa actuación de Dudek en la tanda de penaltis.
Desde aquel autobús rojo y feliz, junto a Ochotorena, el preparador de porteros, se fijaron en un balcón en el que se apoyaba una señora muy seria. Intentaron sacarla de su tedio pero fue imposible. La ciudad estaba de gala y ella, deprimida. Para ser exactos, casi toda la ciudad estaba de gala. Al rato, la señora sacó una bandera del Everton, y entonces comprendieron todo.
9. Mezclar la organización técnica del fútbol europeo y la pasión de Sudamérica
"En Sudamérica, en mis viajes como director deportivo del Espanyol –a mi vuelta de Inglaterra– abría los ojos y los oídos hacia cómo se vivía el partido en la grada. Después, el desarrollo en el campo casi siempre está enfocado en uno o dos jugadores que son distintos, que tienen unas condiciones tremendas. En mi opinión, en Europa, el fútbol táctico, el fútbol organizado, es mucho más completo. Allí en Sudamérica aprovechas para ver ese verdadero fútbol de la calle, y la pasión con la que se vive todo. Una pasión extraordinaria".
10. En el Nuevo Vivero igual que en Anfield Road
"Badajoz es tan grande como Liverpool, y eso que Liverpool es muy grande. Pero para mí es igual de importante que el Badajoz. La medida es otra. Ganar la Champions League allí fue algo muy bonito, pero el ascenso a Segunda con el Badajoz siempre lo tengo muy presente. Recuerdo entrar con el autobús por el recinto ferial, nos recibieron como héroes".
Tras tantas idas y venidas, y después de tantísimas experiencias vividas, Paco Herrera, que está a punto de cumplir 63 años, se siente joven. Entrenando alcanza la plenitud. Su presente le lleva a visitar este sábado –15ª jornada– a su querido Numancia, pero esta vez defendiendo los colores del Real Valladolid. Los sorianos están penúltimos –afortunadamente para ellos, la Liga 123 mantiene aún esa virtud de competición muy igualada, y le separan pocos puntos de la mitad de la tabla– y los pucelanos, gallitos de la categoría, ocupan la undécima posición, a dos puntos de los puestos de playoffs y a tres del ascenso directo.
Herrera, que en su época de jugador visitó las camisetas de la Damm, Sabadell, Sporting de Gijón, Levante y Badajoz, sabe bien que de partidos como este, fundamental para ambos clubes, es de donde luego surgen las fiestas en los recintos feriales, las caras serias de las señoras aficionadas del equipo rival y los reencuentros felices con la familia. El fútbol, sobre todo, son reencuentros. Y el césped siempre se reencuentra con Paco Herrera y con su decálogo.
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