El domingo pasado se confirmó lo que llevaba todo el año soliviantando las ilusiones de cualquier aficionado al golf: Tiger ha vuelto, y lo ha hecho con una incontestable victoria en el Tour Championship.
Para jugar el último de los playoffs de la FedEx Cup había que clasificarse entre los 125 primeros y superar la reducción de 'field' en cada uno de los torneos de los playoffs a 100, 70 y, finalmente, 30 candidatos a alzarse con el número uno del ránking y su jugosísimo premio: 10 millones de dólares. Y por supuesto que el jugador de Jupiter había superado cada prueba, aunque finalmente tuviera que conformarse con la segunda posición y una "consolación" de tres millones.
Ha sido una de sus temporadas con más torneos jugados, 19. De los últimos 13 años, sólo en 2012 jugó un torneo más. Y los resultados dejan ver una clara regularidad, con apenas dos cortes fallados, y consistencia, con 12 top-25 y siete top-10, en los que destacan dos segundos puestos y una victoria. En definitiva, Tiger está de vuelta en lo más alto -actualmente es número 13 del mundo tras la victoria- y a pesar de que no asfixia a sus rivales con puño de hierro como antaño, de momento, ha demostrado que es candidato a cualquier título, con especial hincapié en los majors, donde espera poder alcanzar el estratosférico récord de Jack Nicklaus de 18 grandes.
Este año ha hecho temblar a más de uno en el Open Británico, donde llegó a ponerse líder a falta de 9 hoyos, y en el US PGA, donde acabó en segunda posición tras una fantástica vuelta de 64 golpes el domingo.
Lo que sin duda no se ha resentido es el tirón mediático del ex número uno del mundo. Audiencias disparadas en cada torneo en el que toma parte, miríadas de aficionados copando hasta el último centímetro con vistas hacia su ídolo y el empujón definitivo que, aunque no parecía necesitarlo, ha recibido la Ryder Cup de París cuando se confirmó su presencia en el equipo americano.
Es precisamente su rendimiento en la Ryder Cup lo más terrenal de su trayectoria profesional. Con site participaciones, tras las ausencias de 2008, 2014 y 2016, y a pesar de haber jugado prácticamente todos los partidos posibles, 33 de 35, el balance de 13 victorias, 17 derrotas y tres empates, está a años luz de su tiranía en el formato individual.
Cierto es que en cada edición era el rival a batir, el dominador claro al que todo europeo veía como un Goliat al que vencer con la primera piedra que encontrase, pero sin restar mérito a cada muesca continental contra el titán americano, lo cierto es que nunca ha demostrado especial interés por el formato match-play por equipos.
Sin embargo, este nuevo Tiger, parece decidido a no sólo renacer como el Ave Fénix sino a hacer propósito de enmienda en cuanto a su implicación con el equipo. La 'Task Force', comité creado por los americanos para frenar las últimas y cada vez más frecuentes victorias europeas de los últimos años, ha tenido en Woods a su principal baluarte para recuperar la iniciativa en el evento bianual, con una pasión inesperada y una dedicación más que exhaustiva.
En definitiva, un Tiger renacido, comprometido y decidido a devolver al golf al statu quo que considera natural, él de vuelta a la dominación individual y EEUU en la Ryder, pero con un arma secreta con la que no contaban antes los americanos: un Tiger Woods líder de equipo.
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