El golf y el cambio climático mantienen una relación tensa desde 2020. Es un deporte muy cercano a la naturaleza, pero que también tiene muchos críticos por los cuidados que tienen los campos en los que se juega. Es por lo que algunos activistas han hecho campañas en contra de esta modalidad tan antigua como cualquier otra. Por su parte, desde el deporte se han creado fundaciones para demostrar que se piensa en el medioambiente. Un caso aparte es el de Rory McIlroy y su peculiar compromiso.
La concienciación sobre los problemas climáticos es una constante que se ha establecido en el mundo del deporte después de que las críticas se hayan concentrado sobre todo en aquellos que tienen la posibilidad de tener un avión privado como es el caso del ganador de cuatro 'major'. McIlroy ha admitido esta semana que la "culpa" ambiental que siente por atravesar el mundo del golf en aviones privados le ha llevado a gastar decenas de miles de libras para compensar su huella de carbono.
Su Bombardier Challenger 605 no es el único avión privado en la PGA. Arnold Palmer tiene un Citation X, el mítico Jack Nicklaus posee un Gulfstream III, el histórico Tiger Woods tiene en propiedad un Gulfstream V, el mismo que Rickie Fowler... Incluso Sergio García posee un Hawker 4000. Los altos premios que se consiguen en este deporte llevan a que los golfistas aspiren a comprarse una de estas joyas para poder llegar a todos los torneos que deseen.
Esto no es nuevo, pero tampoco las críticas de Abbie Richards. Esta cómica de 24 años odia el golf. La licenciada en ciencias ambientales cree que "no es un deporte", que es "elitista" y que esta actividad es "un desperdicio". Lo hace a través de la red social TikTok, donde se ha convertido en un referente desde la pandemia después de comenzar a hacer este contenido elevando sus protestas contra el deporte de los green y los putt. Estas dos polémicas se unen.
La culpa de McIlroy
Después de viajar desde su casa en Florida hasta Dubái para disputar el DP World Tour Championship, le preguntaron en rueda de prensa sobre si le perturba el asunto de la sostenibilidad. McIlroy dijo que el problema le llegó por primera vez a la conciencia después de ganar en Shanghái hace dos años: "Volé de regreso a casa y estaba solo yo en el avión. Me invadió este enorme sentimiento de culpa, solo porque esto no puede ser bueno".
McIlroy ahora paga tarifas adicionales, que rondan los 130.000 euros al año, para compensar su huella de carbono. Es consciente de que su dinero no soluciona el cambio climático. "No me declararía un guerrero ecológico", esgrime hablando sobre esta cuestión y escuda su decisión en que "soy alguien que no quiere dañar el medioambiente". La opción de viajar en vuelos comerciales no parece en su cabeza: "Además de lo que pago para volar en privado, pago un poco más para asegurarme de ser neutral en carbono al final del año".
McIlroy también colabora con la Fundación GEO. Esta asociación trabaja "para ayudar a garantizar que el golf fomenta la naturaleza, conserva los recursos naturales, toma parte de la acción climática y favorece el fortalecimiento de las comunidades, así como cumple con los objetivos de desarrollo sostenible y sigue el compromiso Net Zero". Son los encargados de emitir los certificados GEO que se exigen para los campos de golf en los que se compite profesionalmente.
La lucha de Abbie
La estadounidense de 24 años describe los campos como "una terrible pérdida de espacio y el peor deporte falso en la faz de este planeta". En una entrevista reciente en la BBC explica que "la fase de construcción de un campo de golf es extremadamente dañina para lo que había antes" y, sobre todo, justifica el impacto contra el medioambiente con los "más de dos mil millones de galones de agua que se utilizan por día en los campos de golf de Estados Unidos".
Richards utilizó la campaña para la presidencia de EE. UU. de 2020 para hacer uno de sus vídeos más populares: "Cuando sea presidente, ilegalizaremos el golf. Todos los campos de golf se convertirán en parques públicos, todos los clubes de campo se convertirán en viviendas para personas de bajos ingresos, tomamos toda el agua que hubiéramos usado para regar los campos de golf y la bebemos. Seremos el país mejor hidratado del planeta, todos tenemos una piel hermosa y cualquiera que sea sorprendido jugando al golf es devorado".
La Fundación GEO ha participado en la última COP26 para defender el valor del golf en la conservación del medioambiente, pero estos movimientos que se viralizan en las redes sociales ponen contra las cuerdas al deporte. La postura de Rory McIlroy es valiente al invertir en tratar de revertir su huella de carbón, pero no son aceptadas como solución por los activistas. El enfrentamiento se puede volver más crudo con el incipiente crecimiento de esta modalidad en países de Oriente Medio.
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