Los problemas se acumulan en Brasil en cuanto a casos de corrupción se refiere. Y los Juegos Olímpicos no iban a ser una excepción. Uno de los mayores legados, el Complejo Deportivo de Deodoro (la segunda mayor zona olímpica) está en entredicho. La 3ª Sala de lo Penal de Río de Janeiro ha bloqueado, a petición del Ministerio Público Federal y la Controladoria-Geral da União (Órgano del Gobierno Federal responsable de la defensa del patrimonio público, transparencia y el combate de la corrupción), la cantidad de 128 millones de reales (31 millones de euros) que iban a ser traspasados de la Caixa Econômica Federal al consorcio responsable de las obras del Complejo, como uno de los plazos de financiación de los trabajos.
Hay sospechas de fraude por parte del consorcio formado por las constructoras Queiroz Galvão y OAS en la documentación de los servicios de movimientos de tierra de las obras que allí han tenido que desarrollarse, según informaba el periódico O Globo. Ha habido problemas con estos plazos de financiación anteriormente, pero nunca han llegado a ser bloqueos, y a poco más de cuatro meses de la inauguración de los Juegos el problema se puede enquistar.
El Ayuntamiento de Río de Janeiro licitó las obras y controla permanentemente su proceso mediante la Empresa Olímpica Municipal. A pesar de las polémicas en el pasado por el ritmo de las obras, solventadas en mayor o menor medida, todo ha sorprendido a los técnicos del consistorio. Mientras se prepara con rapidez una nota de prensa oficial, fuentes de la organización han informado a EL ESPAÑOL que no les ha llegado aún la comunicación del juzgado, y que, a pesar de todos los pesares, los aficionados pueden estar seguros de que las disciplinas programadas para Deodoro se desarrollarán sin ningún problema.
El legado de los pobres
Este complejo, en marcha desde los Juegos Panamericanos de 2007, y que también fue sede de los Juegos Militares de 2011, tiene una estrecha relación con el Ejército, ya que allí se levantó el cuartel más grande de Brasil y uno de los mayores de América Latina (con capacidad para 60.000 personas). La mayor parte del uso posterior a los Juegos Olímpicos será militar, pero una de las parcelas es un anhelado regalo para el vecindario: el Parque Radical, que siempre ha estado considerado como el legado de los pobres en estos Juegos Olímpicos.
Ubicado en la zona norte de la ciudad, donde la renta per cápita disminuye al mismo ritmo que aumentan las balas perdidas, aspira a ser la segunda mayor zona verde de ocio en la ciudad maravillosa, solo por detrás del Aterro do Flamengo, gigante paseo de jardines y pistas deportivas de la zona sur. Deodoro se encuentra embutido entre algunos de los barrios más humildes de la ciudad: Bangú, Padre Miguel, Realengo, Pavuna y Vila da Penha, donde ya no se siente ni la sal ni la brisa de Copacabana e Ipanema. Lo que se palpa con todo detalle es el humo de los vehículos que saturan a diario la Avenida Brasil.
En las diversas instalaciones del Complejo Deportivo de Deodoro se disputarán, entre otras competiciones olímpicas y paralímpicas: el pentatlón moderno, baloncesto y esgrima en silla de ruedas, hípica, hockey sobre hierba, tiro, rugby, ciclismo de montaña, BMX y piragüismo de eslalon.
La historia de la puesta a punto de Deodoro cuenta con tantas subidas y bajadas como sus pistas. A finales de 2014, el Comité Organizador anunciaba que las obras de movimiento de tierras en la instalación de piragüismo en eslalon estaban en la fase final, y en el Centro Olímpico de BMX estaban en curso. Ambos emplazamientos, junto con el Centro de Ciclismo de Montaña, forman el famoso Parque Radical. En esta zona el 60% de las instalaciones ya estaban preparadas; la traba fue que el 40% que restaba se puso en marcha demasiado tarde (mediados de 2014).
Meses después, en abril de 2015, hubo un serio aviso de que todo podía irse al traste. El consorcio constructor denunció que los plazos de financiación de la Caixa Econômica Federal no llegaban con regularidad. Incluso los trabajadores fueron informados de la situación. Una de las versiones era que los bancos estaban comenzando a cortar la financiación a las empresas involucradas en al Caso Lava Jato, el centro de operaciones de la corrupción destapada en Petrobras (tanto Queiroz Galvão como OAS tienen directivos condenados y en prisión).
Se solventaron las dificultades sobre la marcha y llegó la navidad, olímpica y calurosa, momento ideal aprovechado por el alcalde Eduardo Paes y el Ministro de Deportes, George Hilton (actualmente en la cuerda floja en medio del maremágnum político brasileño), para entregar simbólicamente el parque a la población en un acto entre oficial y festivo, en el cual incluso chapotearon alegremente en uno de los estanques para aliviar el sofocón. Representaban en su función que legado que llevan mecionando desde 2009 ya era una realidad. Los vecinos iban a poder disfrutar por adelantado del Parque Radical durante enero y febrero unas cuantas horas a la semana. Estaban felices y se hacían selfies pero ahora la cosa se tuerce.