Michael Phelps, el deportista con más medallas olímpicas de la historia, nunca ha participado en una ceremonia inaugural de unos Juegos. El momento merece la pena, aseguran todos sus compañeros, pero es mucho mejor llevarse una medalla. “Hay que estar de pie muchas horas”, afirmó Phelps el jueves; “estar de pie cinco o seis horas tiene mucho impacto, y lleva días recuperarse”. El nadador asistirá a su primera ceremonia esta noche, al ser el abanderado de la delegación estadounidense.
Muchos deportistas no tienen tiempo natural para restablecerse del esfuerzo (empiezan a competir el mismo sábado) y fallarán a un acto dirigido por el cineasta Fernando Meirelles que ha levantado muchas expectativas, pese a su bajo presupuesto, tras las imágenes filtradas de los ensayos. Para colmo, según explican miembros de la delegación española, no son cinco o seis horas, sino siete. “Yo, francamente, me lo perdería, pero nunca sabes si vas a volver a vivirlo”, confesaba una atleta española en la Villa Olímpica.
“Un suicidio competitivo”
Los atletas han de congregarse varias horas antes de la ceremonia. En el caso de Río 2016, el urbanismo es otra complicación: el trayecto de ida (y vuelta) desde la Villa Olímpica dura como mínimo una hora. Cuando lleguen a Maracaná habrán de estar un par de horas esperando al inicio de la gala, y después soportar de pie las tres horas del evento. Después, el previsible caso de los autobuses. El espectáculo termina ocupando la mitad del viernes y tiene un impacto indudable en las jornadas del fin de semana, donde debutarán los participantes en tiro con arco, ciclismo, saltos, esgrima, judo, tiro olímpico, natación y halterofilia. Para muchos atletas el acontecimiento sencillamente no vale la pena: “Tanto andar es un suicidio competitivo para los ciclistas”, reconoció el ciclista estadounidense Brent Bookwalter, que se perderá el encendido de la antorcha al correr el sábado.
Las ceremonias olímpicas inaugurales se han sofisticado mucho en las dos últimas décadas y suelen reunir a miles de atletas, pero no son de asistencia obligatoria. Pueden constituir, como se ha explicado, una disrupción grande al calendario de pruebas y entrenamientos oficiales en un momento de máxima exigencia física. Phelps se perdió las últimas cuatro galas porque los nadadores intentan evitar estar de pie el día previo a la competición, y su deporte suele ser de los primeros en comenzar.
Delegaciones reducidas
Algunas delegaciones, como la británica y la australiana, avisaron ya hace días de que acudirían al desfile con una representación muy diezmada de su equipo (por orden de sus responsables). El palco de autoridades políticas también estará más vacío que de costumbre: a la ausencia de Barack Obama (una señal de cautela ante el terremoto político brasileño) se suma la de Vladimir Putin o el presidente de China, Xi Jinping. Hay incluso notables faltas entre mandatarios latinoamericanos.
Abucheos al presidente Temer
Además del esplendor cultural y la reivindicación del orgullo brasileño tras tres años de escrutinio internacional incesante y una profunda crisis política, la ceremonia estará probablemente marcada por los abucheos al presidente interino, Michel Temer, por parte de una población carioca tan cansada de la confusión generalizada como el resto del país. Ya su antecesora, la mucho más popular Dilma Rousseff, tuvo que soportar gritos en la inauguración del Mundial 2014. Los altavoces del Maracaná tendrán probablemente trabajo extra esta noche, y los fisioterapeutas el sábado.