Ona Carbonell sufre cada vez que tiene que meterse a entrenar en la piscina de sincronizada. El agua está a 26 grados y ella, para estar bien, necesita 28. Dice que es capaz de detectar incluso cambios de medio grado en la temperatura. Algunos técnicos bromean con que a Ona “le gustaría nadar en agua hirviendo”, pero la célebre nadadora española no es la única que se queja del frío. Su compañera de dúo, Gemma Mengual, tuvo que irse al fisioterapeuta esta mañana para descontracturar la espalda por el frío que pasaron toda la tarde, metidas en la piscina (al aire libre), ya de noche, con parones constantes para comentar o ver los vídeos: una sucesión de momentos de agitación y de descanso que las dejó “heladas”.
Se sabe que algunos otros equipos se van a sumar a la queja española para que aumenten un par de grados la temperatura del agua con vistas a la competición (que empieza el domingo). La explicación es que la piscina está siendo utilizada por el waterpolo esta semana, y ellos la quieren (o necesitan) más fría. Hasta las nadadoras brasileñas están empujando en la misma dirección con el comité organizador.
Los inconvenientes, sin embargo, no se detienen ahí. El agua -en esta piscina también- “está verde”, confirma el equipo español a este periódico. “Ayer, en el entrenamiento, no se veía nada”. En la natación sincronizada, como explica un miembro de la delegación, “hay que abrir los ojos… Están girando y haciendo varias cosas a la vez, necesitan referencias, no chocar, ir en la misma dirección… Si no ven las paredes, se desorientan y el ejercicio se resiente… Se desacompasan”.
El comité organizador, atosigado este viernes por los problemas acuáticos en varias piletas, ha prometido solucionar también la turbidez del agua antes de que empiece la competición. No se sabe si dedicarán esfuerzos para encontrar al último habitante de la piscina de sincronizada, cómodamente camuflado por la tonalidad del medio: una rana, avistada ya por varios equipos (como el francés) y miembros de la organización, que completa una lámina surrealista en una piscina que reunirá a las mejores practicantes de este singular deporte a partir del domingo.
Se supone que la intrusa llegó de un lago que hay a unos 200 metros (aunque para ello tuvo que cruzar como mínimo una calle). En la floresta carioca, como bien saben los jugadores de golf, te puedes encontrar cualquier animal, y andar descalzo o en chanclas puede acarrear serios disgustos. La rana, al menos, es inofensiva y no produce ni la acidez ni el mal olor que ha obligado a clausurar temporalmente el escenario de los saltos.