Carlota Ciganda (Pamplona, 1990) acaba de completar el último entrenamiento de la semana y está de rodillas en la sala de prensa. Las ‘Guerreras’ han permitido que Francia fuerce la prórroga en los cuartos de final y la golfista española no aparta los ojos del televisor. La imagen entretiene a los periodistas asiáticos y estadounisenses, gran mayoría en la sala, que ultiman sus previas sobre el primer torneo olímpico de golf desde el año 1900 (en 1904 sólo hubo cuadro masculino), que empieza este miércoles a las 7.30 de la mañana, hora brasileña. Azahara Muñoz (Málaga, 1987) llega a los pocos minutos, cuando España ya ha sido eliminada en balonmano. Ha pasado por el fisioterapeuta y afronta una última tarde de relajación antes de madrugar para debutar, a las 9:03, en un trío que completan la estadounidense Piller y la coreana Park.
A diferencia de los hombres, sólo una golfista rechazó venir a Río 2016 por el miedo al Zika o la preferencia por el circuito (y sus premios). El equipo coreano, de hecho, tuvo que dejar fuera a varias golfistas entre las primeras 50 del mundo: el número máximo de jugadoras era cuatro. “Se ven muy pocos mosquitos”, dice Ciganda, una vez repuesta de la dura derrota de las ‘Guerreras’. La ausencia de McIlroy, Spieth, Day y compañía va camino de volverse en su contra después del éxito del torneo masculino: el golf, paradójicamente, es la única competición que ha vendido hasta ahora el 100% de las entradas.
El último 'putt' de Justin Rose
“Yo respeto a todo el mundo, pero no lo entiendo: sobre todo ahora que estoy aquí, creo que se van a arrepentir”, afirma resueltamente Muñoz. “Todos los que hemos estado aquí, incluidos los chicos, han estado poniendo un montón de fotos en Instagram de todo lo que han disfrutado compitiendo. Se vio el domingo la emoción que tenía Justin Rose cuando metió el último putt. Se van a arrepentir. Nadie sabía lo que eran unos Juegos Olímpicos, sólo lo podías imaginar, pero incluso imaginándolo era menos de lo que es”.
Ciganda y Muñoz jugarán por separado, y con total independencia: los golpes de una no afectan en absoluto a la otra (en un formato de cuatro días, como el de un torneo normal, que ha sido criticado por poco vistoso). Las españolas se han dado ya estos días un par de vueltas completas al campo y han visto los famosos capibaras -el mayor roedor del mundo- y caimanes. “El campo es divertido, me ha sorprendido para bien”, dice Carlota: “Hay hoyos de birdie y hoyos complicados… El viento es el mayor factor: si no hay viento habrá buenas marcas, en los pares 5 se llega de dos golpes a green”.
"No hay nada de rough"
“Coger calle es muy importante en este campo”, tercia Azahara. “Las calles no son estrechas; son incluso más anchas de lo normal. Lo que pasa es que se cortan. No hay nada de rough, como es habitual; se acaban y hay directamente arbustos y arena. Lo fundamental va a ser centrarse en los segundos golpes, porque si fallas el green la bola rueda mucho y se te puede ir 20 ó 30 metros”.
España obtuvo dos diplomas olímpicos en hombres (Cabrera-Bello fue quinto y García, octavo) la semana pasada y el equipo tiene desde hace semanas la corazonada de que las chicas pueden sorprender a las coreanas, favoritas para casi todo el mundo. Ciganda reconoce que aspira a una medalla, pero repite que no piensa en ella: “Cuando salgo del campo desconecto, no pienso en golf… Me voy a ver otros deportes y a pasarlo bien, a disfrutar de la experiencia”.
Acostumbradas a jugar con bastante público en Asia y Estados Unidos, la afluencia de público no representa un problema para ellas. “A mí no me importa la gente”, dice Azahara. “La presión esta más en la situación del torneo, no de la gente que está mirando. Llega un momento en que estás tan acostumbrada a jugar con gente que ni la ves. La presión es: ‘Caramba, este golpe es importante’”. A Carlota Ciganda, directamente, le gusta que haya público: “Me motiva más... A mí me gusta competir, soy fuerte mentalmente”.
"Más barato que salir de fiesta"
El golf intenta desprenderse de su reputación de deporte ‘para pijos’ y sus profesionales remiten a Gran Bretaña o Estados Unidos, “donde hay campos cada diez kilómetros”. “Evidentemente jugar al golf es más difícil que el fútbol, donde basta con un balón”, apostilla Ciganda. Para su compañera de equipo, basta con que alguien “venga a un torneo y nos vea” para cambiar esa percepción: “Obviamente, antes sólo jugaba gente que tenía suerte, pero ahora mismo sólo tienes que ver a las españolas que estamos aquí; ninguna venimos de familias privilegiadas, ni mucho menos. Mis padres son ambos maestros y los de Carlota por el estilo. La gente tiene que cambiar el chip: si perteneces a un club privado es caro, pero hay un montón de campos públicos en los que sólo tienes que pagar un green fee. No es caro… Es más barato que salir de fiesta, y todo el mundo sale de fiesta”.
Las diferencias entre el deporte masculino y el femenino (en cuanto a atención y emolumentos) también se dan en el golf, pero el circuito de las mujeres está mucho más desarrollado que en otras disciplinas. “En Asia y Estados Unidos nuestros torneos están llenos de gente”, dicen ambas. ¿Echan de menos la popularidad o los ingesos de las estrellas masuclinas? “Siempre te gusta que te vean, claro, pero viendo por ejemplo el caso del tenis comprendes que Rafa Nadal es una locura: la velocidad con que le pegan, el spin que le meten a la bola... Nosotras no tenemos ese cuerpo, esa potencia, probablemente por eso atraemos menos...”.
"Yo vivo muy bien"
Muñoz tampoco habla de injusticia: “Del golf femenino, si juegas en América, puedes vivir muy bien. No es que los hombres vivan muy bien y nosotros no podamos vivir de él; es que yo vivo muy bien y los hombres viven espectacular. Entonces no lo vivo como una injusticia, Si fuese otro deporte (gimnasia, por ejemplo) no tan bien remunerado, sí lo pensaría. De todas formas, pienso que nos estamos acercando cada vez más. Igual nunca será, pero mejoramos”.
Cae la noche en Río y empieza a llover, pero sigue sin haber viento (única preocupación de las chicas). El sueño de la medalla empieza este miércoles. Hace 116 años que una mujer no jugaba al golf en unos Juegos. “Estar aquí aquí ya es increíble, imagínate… Si tuviésemos la suerte de ganar una medalla sería una pasada”, dice Muñoz. Para Carlota se trata ‘simplemente’ de “jugar cuatro días y darlo todo… Si te para medalla, bien, y si no también: disfrutar de la experiencia y y está. Al final jugar al golf es, sobre todo, tener buena cabeza”.