Pau Gasol ganó el encuentro olímpico contra Francia. Sí, sí, como lo leen. ¿Cómo es posible si apenas aportó cinco puntos? La magia de las estadísticas no sólo está en la anotación, sino también en otros aspectos más invisibles, que cuentan tanto o más que los visibles: ocho rebotes (segundo a nivel histórico en esta estadística olímpica), tres tapones (máximo taponador histórico olímpico) y un más/menos de 22 cuando estuvo en cancha. Quizá Pau no tuvo su mejor día en ataque, pero sí en defensa, la auténtica clave de la nueva victoria irrebatible de la selección de baloncesto ante el vecino galo. A la vuelta de la esquina, en semifinales, espera Estados Unidos. El revanchismo de los franceses se apagó tan pronto como decidieron centrar todos sus esfuerzos en parar al número '4' español [Narración y estadísticas: 92-67].
Craso error. Centrados en el gran líder, los hombres de Vincent Collet se olvidaron de los lugartenientes españoles, siempre al quite a la hora de la verdad. Sobre todo, de un Nikola Mirotic que cuajó el mejor partido que se le recuerda con la absoluta (23 puntos). Soberbio desde el triple, de nuevo un arma ofensiva fundamental, el montenegrino también mostró una determinación imparable en la zona. Por fuera y por dentro, no dejó de percutir una y otra vez el aro francés.
Francia también sufrió, y demasiado, a un Rudy Fernández capaz de parecerse al de sus mejores días en el equipo nacional. Sus buenos minutos desde el perímetro acabaron significando una brecha insalvable para los galos. Apareció con más brillo en la primera mitad, pero fue suficiente. Sus ánimos a base de triples insuflaron el suficiente respeto como para vigilarle con más atino durante el resto del encuentro.
Un partido más, Willy Hernangómez se ganó el puesto entre los 12 de Río. Aprovechó su nueva oportunidad al máximo, reivindicándose en cada minuto que jugó (18 puntos). Toda su batalla particular quedó ganada al perderle el respeto a pares tan temibles como Diaw, Gobert o Lauvergne. Después de batirse el cobre con éxito ante interiores como Bourousis o Schortsanitis durante la temporada, ¿cómo le iba a achantar el reto?
En lo que respecta a los bases, también dieron el do de pecho. Llull anotó, el Chacho deleitó (y también puso su granito de arena en forma de puntos) y Ricky Rubio volvió a ganarse el silencio por respuesta de sus 'haters'. Hasta Felipe Reyes y Juan Carlos Navarro dejaron bien alto el pabellón del resto de la generación del 80 en un primer cruce de resultado tan perfecto que pareció un sueño.
No, fue toda una realidad. Los franceses no pudieron combatir su pesadilla, por muchos pellizcos que se propinasen. Un año más, volvieron a perder contra el vecino incómodo, el que presume contra ti una y otra vez hasta la saciedad. Ni Lauvergne ni Parker ni De Colo ni Diaw pudieron despertar a los suyos de tan mal sueño. Uno tan bonito al otro lado de la pista como para que España siga creyendo que puede continuar soñando ante Estados Unidos.
Como dictaban los pronósticos, tanto la selección masculina como la femenina de nuestra canasta pelearán los metales olímpicos. Con más o menos obstáculos en el camino, el baloncesto español ya roza los podios de los que nunca gusta de bajarse. Los causantes, las dos mejores generaciones de la historia de este deporte en nuestro país. Unas jugarán contra la vigente campeona de Europa, Serbia; otros, contra el equipo más temible del mundo.
La incógnita es idéntica: ¿Por qué no? ¿Qué impide soñar con una doble presencia española en las finales del baloncesto olímpico? Porque los límites, en primera instancia, siempre se los pone uno mismo. Y, con una pelota naranja bajo el brazo, el voto de confianza en los nuestros es total.