España culminó esta mañana de domingo en Río un triplete olímpico al alcance de muy pocas selecciones (históricamente sólo Estados Unidos, la ex Unión Soviética y la ex Yugoslavia) y se colgó un bronce que refrenda su magnífico trabajo después de un inicio titubeante, con las consabidas críticas. Fue una final de consolación muy dura, más aún de lo esperado, en la que España solo mandó en el marcador hasta el descanso. [Narración y estadísticas: 89-88]
Gasol, que terminaría el encuentro con 31 puntos pese a sus molestias, adoptó su version de las semifinales frente a EEUU y fue la principal referencia española en ataque. Australia sufría en fluidez ofensiva por la ajustada defensa española (la obsesión de Scariolo), pero el bajo porcentaje en triples impedía que se abriese brecha. El ‘Chacho’ Rodríguez reemplazó a Rudy enseguida (acumuló dos faltas en tres minutos) y España mandaba con velocidad en ataque y permanentes ayudas defensivas a unos oceánicos que probablemente no habían olvidado aún su lamentable rendimiento sen semifinales. La diferencia se había acomodado en 6-8 puntos.
Los gestos de los españoles denotaban mucha seriedad en un partido inevitablemente relacionado con la posible ‘jubilación’ de la generación de 1980. Las rotaciones comenzaron al final del primer cuarto, que terminaría 23-17 (el 70% de los puntos entre Pau y Mirotic). Llull había fallado sus cuatro tiros, pero cumplía sobradamente en defensa.
España cambió la defensa a zona en el segundo cuarto y elegía bien los tiros, casi siempre libres de marca, pero el porcentaje de acierto en triples apenas superaba el 30%. Le bastaba el coraje defensivo para mantener e incluso ampliar la distancia en un pabellón anormalmente callado (por los huecos en la grada). La tensión en el banquillo, con advertencias constantes de los compañeros, recordaba la trascendencia del choque en un escenario relativamente frío. Los siete puntos se habían convertido en nueve, aunque la barrera psicológica de los diez no se llegaba a franquear.
Mediado el segundo cuarto, Gasol tomó las riendas de nuevo y empezó a castigar el aro contrario. Los diez puntos se rebasaron y España se sintió más segura: sólo faltaba que Navarro o Llull calentasen la mano para desnivelar el partido definitivamente en la primera mitad. Sucedió, no obstante, exactamente lo contrario: España falló cuatro tiros seguidos mientras Mills, con diez puntos, mantenía a Australia con opciones y motivada. Scariolo pidió tiempo: casi sin darse cuenta, a España se le había ido gran parte del colchón. Las alternancias en el sistema defensivo no estaban funcionando: en un abrir y cerrar de ojos, sus hombres llegaban al descanso con un soprendente (e inquietante) 40-38. Y los rostros aún más serios.
Con el quinteto inicial en la pista, la ‘ÑBA’ volvió a la pista muy concentrada. Pero las muñecas seguían algo frías y las de los australianos se iban calentando: durante un fugaz instante, los de amarillo se adelantaron incluso en el marcador (42-43). La preocupación se llamaba Patrick Mills: el base de los Spurs era el máximo anotador de su equipo, solo superado por su compañero de club Gasol. El partido continuó empatado mientras Pau continuaba su festival encestador y mostraba ganas de morir en la cancha por un bronce inescapable.
Sólo Mills estaba a su altura en el partido. Entre ambos perpetuaron el empate durante el tercer cuarto. El 0 de 8 de Llull en lanzamientos y las dificultades de Rubio para sumar puntos atenazaban a España. El madridista metió su primera canasta en el minuto 28 y España se fue de tres puntos (62-59). Australia presionaba en campo contrario: no era la de las semifinales, iba pareciéndose a la de los cuartos de final contra Lituania. Sin Gasol, España probablemente se hubiese quedado sin medalla: llegó al último cuarto (67-64 en el marcador) con 25 puntos, dos más que Mills.
La temperatura en el pabellón Carioca 1 se elevó notablemente en el último tramo del encuentro. Mirotic se lesionó en una rodilla y salió Reyes. Se oían más “¡España, España!”, pero Australia seguía hilvanando su vistoso juego con la eficiencia de la primera fase. A falta de ocho minutos, 70-70. A falta de siete, 73-73. Mirotic volvió al campo, pero Pau jugaba más alejado del aro y sin sus puntos no había despegue. Las pinceladas de Rudy y Sergio Rodríguez eran el segundo argumento ibérico contra un Mills sencillamente extraordinario (30 tantos).
Australia iba a aguantar hasta el final: un desenlace infartante para una medalla que los océanicos no conocen y España necesitaba para despedirse arriba. El bronce iba a depender de detalles. Gasol no recibía en el poste bajo, Rubio no metía un solo tiro y España gestionaba los nervios gracias a Rudy y Mirotic. Sergio Rodriguez entró para finiquitar el duelo y Gasol por fin puso a España por delante (81-80) a falta de 2.20. Baynes hizo el 81-82. Gasol se colgó del aro inmediatamente después. Mills contraatacó. La tensión era elevadísima y no había tiempos muertos ni muchas faltas. España ganaba de uno a falta de 1.19 y todo el banquillo estaba de pie.
Los últimos 40 segundos fueron angustiosos: posesión australiana, fallo sorprendente de Mills, falta de Mirotic, dos tiros libres anotados de Andersen (85-86), posesión española, falta de Baynes, dos tiros de Gasol (87-86), canasta de Baynes (88-87) y diez segundos de posesión española para apoderarse del soñado metal. Rodríguez recibió una falta y se fue a la línea de tiros. Metió los dos. Quedaban 5,4 segundos. Australia pidió tiempo muerto, pero falló la jugada. 89-99: misión cumplida para una generación inolvidable.