El arquero de Barcelona 92: "Me jode no haber sacado provecho de los Juegos"
Antonio Rebollo encendió el pebetero de la única edición olímpica celebrada en España hace 25 años: "Estuve dejado de la mano de Dios".
10 julio, 2017 03:11Durante la preparación de la ceremonia de inauguración de Barcelona 92 se tuvo en cuenta la posibilidad de que lloviese al idear uno de los momentos más icónicos de la historia de los Juegos Olímpicos: el encendido del pebetero cuyo fuego convirtió el estadio de Montjuïc en el centro del universo durante 16 días inolvidables. Lo recuerda, 25 años después y precisamente en medio de un diluvio universal, Antonio Rebollo (Madrid, 1955). Él fue el arquero paralímpico que, con su flecha certera, personificó el gran salto evolutivo de España ante el mundo.
Ahora, Rebollo es un vecino cualquiera del barrio madrileño de San Blas. Curtido en sus parques, sus gentes y sus bares de toda la vida. Llega a la cita con EL ESPAÑOL muy deportivo e incluso atrevido para la que está cayendo en la calle. Ataviado con gorra y una camiseta Joma con aroma noventero, no puede faltar un bastón tan inseparable como su cojera, que lleva con la mejor de las sonrisas. Incluso aunque le provoque algún que otro resbalón inoportuno y doloroso, sin consecuencias y fruto de un suelo empapado, mientras posa (“esta no es la última foto, es la penúltima”, ríe).
Dice que somos “unos privilegiados” por poder hablar con él en persona. No dedica mucho tiempo a las entrevistas, “sólo lo imprescindible”, pero en época de aniversarios se vuelca como la ocasión merece. Eso sí, el arco lo reserva para momentos muy concretos. No pudo ser más rotundo: “De tirar… ni piedras”. Ya frente a frente y resguardados por completo del chaparrón, le da igual ser diana y no arquero por unos minutos: “Arrima el móvil lo que tengas que arrimarlo, no te cortes ni te pongas nervioso”. Lo dice alguien que sabe un rato de disparar y, sobre todo, de compostura.
¿Dónde estaba Antonio Rebollo el día en que Barcelona fue designada sede olímpica?
Posiblemente, estaría entrenando. Si no recuerdo mal fue en el 86, estaba yo machacando como un loco. Entraba a trabajar a las siete y media, salíamos a las cinco de la tarde y de ahí nos íbamos a la Blume a entrenar hasta las 12 de la noche. Incluso puede que me pillase trabajando.
¿Cómo se pusieron en contacto con usted para participar en la ceremonia de inauguración?
Una mañana de invierno, en el campo de tiro de San Sebastián de los Reyes, una persona que se identificó como Pepo Sol me habló un poco de este asunto. No le presté demasiada atención. Que una persona discapacitada, por mucho currículum deportivo que tuviese, participase en una ceremonia de inauguración olímpica… Me sonaba un poco a protocolo de que andaban buscando gente. Pasaron unos meses, la cosa se puso más en serio, me llamaron para hacer una prueba y a partir de ahí ya fue todo seguido.
¡Compitió con 200 arqueros para ser el encargado de encender el pebetero olímpico!
Yo no lo llamaría competir. Sé que había pruebas que se iban haciendo en distintos sitios del mundo, pero fundamentalmente en España. Quiero suponer que pretendían que el primero fuera de Cataluña y el segundo español. Cuando fui al Vall d'Hebron, bajaban cientos de personas. Aquello parecía una batalla. Se recogían las flechas que se estaban tirando a un sitio que se suponía que emulaba la altura y la distancia que debería tener el pebetero en el estadio. Mi prueba salió muy bien, fueron dos disparos. El primero dio en la diana y el segundo lo tuve que repetir. Todo eso lo grabaron, me llevaron otra vez al aeropuerto para Madrid y al poco tiempo me pusieron en contacto con Reyes Abades, la empresa de efectos especiales que llevó a cabo todo el tema del fuego en la flecha.
Le tocó ir a Barcelona unos cuantos fines de semana.
Bastantes, todos los fines de semana desde el verano del 91 hasta los Juegos. El viernes, cuando terminaba mi trabajo, cogía puente aéreo y me iba al Castillo de Montjuïc. Allí se hacían las pruebas. Lo único que se hacía era tirar flechas para que se consiguiera que el fuego no se apagara y tuviera el color, la forma…
Además, practicaban sí o sí, a pesar del calor, del frío o de la lluvia.
Es que además emulaban situaciones. De frío no tanto, pero sí de agua, de viento y tal. Reyes es conocedor de los efectos especiales, un profesional que ha conseguido no sé cuántos Goyas (nueve). Disponía de cualquiera de las cosas que le fueran necesarias, claro.
¿Sólo podían lanzar 30 flechas al día para que no les molestase la espalda?
No, eso es un bulo que no sé de dónde ha salido. Es la primera vez que lo escucho. Se tiraban las flechas que fueran necesarias. Yo estaba muy preparado en aquellos momentos. Sí es cierto que pasé de tirar en competición con 48 libras a 75, casi el doble. Sí se notaba, pero yo estaba entrenado. En esos momentos era miembro del equipo nacional de tiro con arco y del equipo nacional paralímpico.
Sí tiraban con arcos de caza.
Se utilizaba un arco de caza que elegí yo porque era el que tenía la forma que pretendía la organización. Lo más rústico posible, de madera, que no tuviera ningún artilugio, para que se consiguiera esa potencia para que la flecha llegara donde tenía que llegar. Esta pesaba ciento y pico gramos cuando una normal te pesa 30-40, sin contar el peso del líquido que se le ponía.
¿Qué le decía la familia?
Yo realmente no me creía mucho este asunto hasta que me convocaron para empezar a hacer las pruebas en el estadio, calculo que un par de meses antes de la inauguración. Hasta entonces ni lo conocía, y tomó un poco de forma en mi cabeza el decir 'esto a lo mejor va en serio, aunque luego elijan a quien sea'.
Usted y el campeón de tiro de Cataluña fueron los finalistas para encender el pebetero.
No, yo fui el elegido desde el principio. Aproximadamente, quedando unos seis meses, tenía que haber una segunda persona. Porque podía suceder cualquier inconveniente. Incluso que llegase el día de tirar y pasara algo. Tenía que haber un sustituto. Esa persona fue Joan Bozzo. Se le proporcionó un arco igual que el mío y empezó a hacer las prácticas en el propio estadio todos los días. Apareció después. Continuamos las pruebas por la noche emulando la situación real y los ojeadores serían los que valoraron el asunto.
Pero no les dijeron quién lanzaba la flecha hasta el mismo día de la inauguración.
No, esa incertidumbre fue algo que a mí no me afectó, por suerte. Mi capacidad de concentración funcionó. Tenía muchos elementos a mi alrededor para distraer la mente: pasaban deportistas, escuchabas la música, había alguna televisión y veías cosas…
Vamos, que durmió bien la noche anterior.
Sí, cuando duermo mal es ahora, que ya estoy empezando a ser viejo y los problemas me agobian (risas). En aquel entonces era una máquina.
Cuando le dijeron que tiraba usted un par de horas antes de la ceremonia, no se puso nervioso.
No, lo tomé como un honor e inmediatamente entré en fase de concentración, preparatoria. Como si fuera a competir por un campeonato con otro arquero y me jugara la medalla de oro olímpica, del mundo o lo que fuera. Ese proceso ya duró hasta el momento de salir. El trabajo que hizo Mariano Espinosa, el sofrólogo que nos entrenó, funcionó.
¿Recuerda quién fue la primera persona a la que le dijo que tiraba?
¿Antes? A nadie. Estábamos enclaustrados los abanderados, los arqueros… La inauguración no se vio. Yo veía todo el atrezzo que había repartido por todos los sitios. Salían, entraban, los deportistas desfilaban...
Cuando salió a la pista y vio el estadio de Montjuïc lleno…
No, yo no vi nada. Estaba allí, me dijeron 'Antonio, te toca', salí, vi dónde tenía que ponerme, visualicé la zona por la que tenía que venir Epifanio (Epi, el ex jugador de baloncesto) con la antorcha… Mi concentración era todo eso. Cuando llegó, me dio fuego e hice el lanzamiento en el tiempo adecuado. Había que contar mentalmente una serie de veces para que la flecha no se apagara: ni por quedarme corto al contar ni largo porque se podía parar en el trayecto. Eso tuvo que trabajarse mucho. Una vez que eso se hizo, fui consciente: las lucecitas, el griterío, miraba todo lo que era el estadio… Vuelves en sí y empiezas a alucinar un poco. Te llaman, te llevan, te traen…
Respiró tranquilo.
Sí, aunque yo no tengo esa conciencia. En la época en la que competía, una de las cualidades que yo tenía era que sabía aguantar la tensión. De hecho, me gustaba el enfrentamiento tú a tú. Eso me motivaba.
¿Lanzó la flecha con la mentalidad de que tenía que caer dentro del pebetero?
No, de que iba a caer por donde tenía que pasar: un haz de gas de metro-metro y algo cuadrado. Al hacerlo, tenía que entrar en funcionamiento un sistema alternativo que tenían controlado para que eso hiciera el efecto que hizo.
¿Y cómo es eso de que usted no sabía nada de cómo funcionaba el encendido del pebetero hasta que no se enteró por la prensa?
Antes de ir al estadio, me enteré de cómo se iba a hacer todo porque El Periódico de Cataluña sacó un artículo en el que estaban dibujados el estadio y el arquero. Yo no conocía Montjuïc para nada. A mí me llevaban allí y tenía que pasar flechas por encima de un palo de una grúa allí a tomar el aire.
¿Qué le dijo la gente después de que todo hubiese acabado?
Todo eso son enhorabuenas. Estaba la gente que patrocinaba las prendas deportivas de los Juegos. Fabricaron unos zapatos especiales en los cuales yo metía mi propio zapato. De payaso, como digo yo, de 40 centímetros de largo. También estaban las modelos, la gente que coordina… Todo Dios te saluda. Esa noche sí me costó algo más dormir. Toda esa tensión, aunque yo no la sintiera, estaba en el cuerpo. Luego eso sale. Y las horas que pasé con la prensa hasta que llegué al hotel… A la mañana siguiente, empecé a disfrutar. Vas por la calle, todo el mundo te reconoce y te da la enhorabuena…
Le presentarían a mucha gente importante en esa cita olímpica. ¿Recuerda alguna anécdota?
En esas cosas, soy muy crítico. No me gustó en absoluto cómo me trataron. Yo suponía que iría a ver a las autoridades que presenciaban aquello. Todas esas cosas cayeron en saco roto. Estuve allí dejado de la mano de Dios, con la prensa. Un compañero mío tuvo incluso que dejarme su piso para poder atenderla. Suelo hablar poco, porque es de las cosas negativas para mí, o que no salieron como debían. No es que fuera un fallo, es que no estaba preparado. Fuera adrede o no.
¿Quizá se sintió un poco discriminado por ser de Madrid y no catalán?
Eso nunca. Yo, anteriormente, había visitado Cataluña en muchas ocasiones. Tenía muy buenos amigos allí y los sigo teniendo. En general, siempre me ha parecido una comunidad cojonuda. Incluso que nos da sopas con ondas. Casi cualquier cosa que se ha hecho en España, principalmente, ha pasado por allí. Para mí era como la Francia europea. En España nos hemos tirado muchos años en los que nos han tenido marginados por las circunstancias históricas.
Si tuviera que elegir otro gran momento de aquellos Juegos aparte del que protagonizó usted, ¿con cuál se quedaría?
El público fue lo que más me gustó y me sigue gustando. La admiración que la gente sentía… A mi deporte sólo asistían los amigos, familiares y cuatro zumbados que a lo mejor habían salido de copas la noche anterior y se encontraban con aquello. Esa calidez del público por todo el mundo, especialmente en esos días en Cataluña… En mi caso, me sentí siempre muy querido.
25 años después, ¿qué piensa cuando ve la imagen de los pelos como escarpias (así la denomina él)?
Lo veo mucho más tranquilo y sosegado. Me sigue emocionando, especialmente cuando estoy en un momento determinado con ciertas personas o incluso con periodistas.
¿Cuántas veces ha visto repetido el momento?
Muchísimas. Lo ves un poco sin fijarte demasiado, porque son unos segundos a pesar de todo lo que representa.
¿Es consciente de que usted marcó a toda una generación?
A nivel del deporte, sí. Aunque no tengo demasiado contacto, los nuevos arqueros me transmiten eso: 'Yo cuando era pequeño'… Eso sí me gusta. Me siento bien. Siento que hubo mucha gente que seguramente se acercó a nuestro deporte gracias a esa imagen. A nivel federativo, sí me he tirado muchos años potenciando la práctica del deporte en general y del tiro con arco en particular: ayuntamientos, colegios, institutos, con deportistas de otras modalidades…
Imagino que no le pararán por la calle, pero algo le dirá la gente que sabe quién es usted.
Eso ocurre en circunstancias como las de ahora, que te juntas con periodistas, deportistas medallistas… Este barrio (San Blas) es donde yo me he criado. La gente que me conoce de toda la vida sabe quién soy. Todo eso del reconocimiento fue en los cinco-seis años siguientes a los Juegos.
¿Barcelona 92 es lo mejor que le ha pasado en la vida?
No, es algo muy importante, pero para mí han tenido mucha más relevancia momentos de competiciones en los que yo me he sentido muy bien y orgulloso. No quiero decir que no lo haya hecho con los Juegos. Es fruto de un chaval al que le gustó el deporte desde que era crío, con una discapacidad, y fui probando distintas modalidades (kárate, judo, escalada, natación...) hasta que apareció el tiro con arco. Era donde no me sentía discriminado por ningún concepto especialmente físico. Fue un descubrimiento.
Guarda varias cosas: el traje, la antorcha, una zapatilla… ¿No le da rabia no conservar la flecha original?
No sé quién la tendrá. Lo que sí me consta es que no está en el Museo Olímpico. Yo lo he visitado y es una réplica. Pero con lo que tengo está bien. El arco es muy importante. El traje lo tengo yo, aunque no me valga a mí. Con una zapatilla no se puede funcionar tampoco. Lo conservo con mucho cariño y, a pesar de que a veces lo he maltratado un poco, como el arco (lo he utilizado para salir al campo), no me da rabia nada. Tengo lo que tengo y pasó lo que pasó.
¿Le sabe mal que, como ha llegado a decir, nos copiasen la manera de encender el pebetero en otras ediciones olímpicas?
Para nada. Me encanta eso de que todavía siga siendo Barcelona el punto donde se fijan los países para ver si lo superan. Todo cambió y se ha tratado de seguir ese patrón.
¿Es el mejor encendido del fuego olímpico?
Sí, porque te entrañaba, aparte de la originalidad, la dificultad que conllevaba. Eso era tensión… Toda la inauguración fue algo que se ha tratado de emular de alguna manera. Se quiere sorprender, pero a partir de ahí la inauguración se ha convertido en algo importantísimo.
Pero, como me decía antes, le hubiese gustado que se le reconociese un poco más, ¿no?
Bueno, no es que no me hayan reconocido, sino que las cosas tenían que haber ido rodadas de otra manera. Se tenía que haber explotado, por parte de los entes que correspondieran, la actividad del tiro con arco. Lógicamente, te mentiría si no te dijera que esperaba haber sacado algún tipo de provecho económico de aquello. He dado clases, conferencias, he patrocinado no sé qué… Todo eso ha estado muy bien, pero no es como los deportistas, que ganaron sus medallas, tuvieron un plan de pensiones y hoy en día están con una cantidad de dinero… Aunque yo lo conocía en principio y dijera 'ha salido la cosa así'… Hoy en día, con los años que tengo, sí me jode. Podía estar mucho más holgado económicamente.
La situación no es buena para nadie, todo Dios tiene que currar. No digo que los compañeros que hayan conseguido medalla no tengan que trabajar. Trabajar, trabajan, y a lo mejor mucho más que otra gente que tiene muchas posibilidades. Tienen que seguir manteniendo ese ritmo de vida. Pero bueno, dicen que quien no se consuela es porque no quiere. Puedo decir que estoy satisfecho con mi vida. Participé en la inauguración porque era un honor para cualquier deportista. Fundamentalmente, eso primó. Si no, hubiera tratado de luchar algún tipo de contrato o condiciones. ¿Que después sí esperaba que quizás hubiera aparecido algo que me compensara? Sí, pero en aquellos momentos y hoy en día no me arrepiento de nada. Y lo volvería a hacer si se tuviera la oportunidad y sin el conocimiento que tengo.
Y eso que ha tenido cargos importantes. ¡Hasta fue seleccionador paralímpico de tiro con arco!
Sí, estuve cooperando con la Real Federación Española de Tiro con Arco, la Real Federación de Caza… La Federación de Discapacitados fue un poco en la que más expectativas tenía yo. Salió muy bien. Llegamos a ser campeones del mundo en esos dos años que estuve. Algo sucedió y se rompió ese matrimonio. No supe entonces por qué, no me lo quisieron aclarar y hoy en día me importa un pito. Sigo estando dispuesto a cooperar en el deporte, sea para la federación que sea.
Quizá mucha gente no sepa que usted también ganó una medalla de plata en Barcelona, otra en Nueva York 84 y un bronce en Seúl 88. Además, fue campeón de España nueve veces y una de Europa.
Esas son las cosas que algunas veces, hace tiempo, me hubiese gustado que se me reconocieran. Hoy en día, estoy muy satisfecho con que se me siga reconociendo como el arquero de Barcelona nada más.
¿Sigue practicando el tiro con arco?
No, el deporte hoy en día, para mí, es verlo por televisión. Camino. No le digo que no pudiera empezar a entrenar, pero mi recuerdo es de un deportista de élite. Tendría que tener tiempo para ir a un gimnasio, ir a entrenar al campo de tiro… La situación familiar y económica no lo permite. Lo que sí hago es senderismo en ocasiones. Me gusta la naturaleza, tirarme al campo, pasar la noche y hacer un poco el jabalí.
Todo ello venciendo a la poliomielitis con la que convive desde los ocho meses de vida.
Sí, pero eso es una forma de vida. Tú naces con una condición determinada y tu vida la vas llevando a cabo a través de ello. Las problemáticas sociales son las que marcan al individuo en una sociedad, no tanto las físicas. Cuando era chaval era más duro, pero siempre se tenía la protección del entorno. Funcionas, sales adelante y ya está. Hoy en día, saldrás de la misma manera. Por desgracia, no sé qué pasa que la sociedad deja más gente en el camino, con discapacidad y sin ella. La gente no se ha enterado de que la democracia conlleva una serie de obligaciones y derechos. Aquí entran los políticos, que hacen lo que quieren con la sociedad. Van a su bola.
¿España ha cambiado a mejor o a peor en estos 25 años?
Creo que, socialmente, se ha mejorado. La gente, a pesar de la crisis, tiene más cosas. Especialmente, se ha mejorado en la preparación de los chavales, aunque luego les hayan fastidiado vivos. Creo que somos un país mucho mejor de lo que fuimos. También te digo que, conociendo mi época, seguramente preferiría el tiempo de mis 15-20 años. Vivías de otra manera y con menos preocupaciones. En términos generales, tenemos una España mejor, aunque esté en desacuerdo con muchísimas cosas relacionadas con cómo han dejado la sociedad en general.
¿Igual son los políticos los que han ido a peor?
No, ellos han ido a mejor. Eso se demuestra tal cual está la vida. Hace 25-30 años, tú te imaginabas que los políticos podían estar, medrar o lo que fuera. Hoy en día lo sabemos. Tenemos sus manos metidas en el bolsillo y somos tan gilipollas que todavía seguimos haciéndoles caso y votándoles. Actualmente, me indigna el Gobierno. Todo lo que sabemos y va saliendo es para ello. Pero me indignan los anteriores igualmente. Porque también nos han dado a conocer, con pruebas, que han hecho prácticamente, o de otra manera, lo mismo. La política es un bicho que tendría que estar extinguido. Yo todavía pienso que el individuo que es alcalde en un pueblo, sea del color que sea, que no gana un duro y trabaja por su comunidad, sí hace política. Que se tiene que levantar para ganarse las habichuelas y no hace leyes a su favor.
Y, tal y como está la cosa en Cataluña, ¿cree que los Juegos Olímpicos podrían volver a la ciudad?
Yo creo que no se volverán a celebrar unos Juegos Olímpicos, mientras que yo viva, no en Barcelona: en España. Entre otras cosas, porque cuando se podía haber hecho con los de Madrid, que éramos los que teníamos todo a favor, resultó que medraron los intereses, creo yo, de uno y otro tipo. E indudablemente los políticos. Las demás veces no tenían ni que haberse gastado el dinero en que fuésemos nosotros de nuevo. Se sabía, casi con total seguridad, que no se iban a conseguir.
O sea, van a pasar muchos años para que España vuelva a organizar unos Juegos.
Creo que sí. Eso es muy complicado. Me gustaría que los Juegos Olímpicos fueran una forma de que las sedes que se vayan concediendo sean países que lo necesitan para poder salir a flote. Ese es el último paso para hacerlo. Como nos pudo pasar en España y Cataluña, a pesar de la crisis que había en esa época. Se hace además con países del entorno, por así decirlo, adinerado, cómodo, que están empezando a serlo… No se hace con países como Somalia.
¿No le hubiese gustado cerrar su círculo, de alguna manera, en una hipotética ceremonia de inauguración olímpica de Madrid?
Contaron conmigo en las candidaturas y cooperé con charlas, acompañé a la gente que venía a ver sedes… No tengo ningún tipo de queja. Lo que hablábamos antes es algo personal, pero todo lo demás... Hoy en día, han ido surgiendo otros personajes que tienen mucha más relevancia actualmente como para utilizarlos. Lo viejo, habitualmente, hay que irlo apartando. Sin dejar que se estropee del todo, pero la juventud tiene que tener paso. Repetir las cosas tampoco creo que sea lo apropiado. Que me hubieran tenido de alguna manera, aunque fuera para llevar cafés, pues sí. Cómo no me iba a gustar.
¿Ve posible que el deporte español supere el récord de medallas de Barcelona algún día?
Espero que sí. Ten en cuenta que las ayudas a los deportistas, que empezaron a funcionar entonces, han dado continuidad a que se sigan consiguiendo medallas en todo tipo de eventos. Y a que salgan cracks en algunas modalidades deportivas que son de reconocimiento internacional ineludible: Nadal, Alonso… Hay mucha gente, olímpicos y paralímpicos, hombres y mujeres. Y continuarán. En tiro con arco, a pesar de que lo más renombrado fue la medalla de oro de mis compañeros en el 92, ha habido títulos en campeonatos internacionales. En todo eso se ha mejorado porque había dinero. Si tienes que hacer una actividad de competición, tienes que tener algún tipo de ayuda.
Trabaja de ebanista en la actualidad. Si tuviera que tallar algo con motivo del 25 aniversario de Barcelona 92, ¿qué elegiría?
Tengo en mente, desde hace un porrón de años, tallar en alguna ocasión una figura de un arquero. No completo, pero sí tengo mi idea. A lo mejor cuando me jubile, si me siguen funcionando los brazos, me puedo poner a ello. Y si no han quemado los montes del todo, que los están dejando fritos.
¿Cuál diría que ha sido el lanzamiento perfecto de su vida?
El de mi primer hijo. No fue una casualidad: lo deseaba, lo buscaba y salió. Estoy seguro.