Innsbruck 2018 fue el momento cumbre de su carrera, pero las faldas del monte Fuji son las cuestas con las que lleva soñando desde hace tres años. Consiguió estar en el sitio indicado, en el momento adecuado. Fue un ejemplo de lectura de carrera, de saber cuál era el movimiento bueno. Todo ello tiene que ir acompañado de unas piernas privilegiadas. Esa constelación de estrellas que se pusieron una detrás de otra es la que Alejandro Valverde busca en la noche previa a su cita en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Poco tienen que ver con su Murcia natal, cuando sale con su 'grupeta' y, como si fuera un 'globero' más, va saludando a sus vecinos con una naturalidad fuera de lo común cuando se habla de un campeón del mundo. Ese deportista con un carácter sinigual, que tiene muy pocos enemigos en la vida porque se ríe hasta de sí mismo y que ha levantado sus brazos hasta en 129 ocasiones de forma profesional tendrá a toda España en vilo en la madrugada del viernes al sábado.
El coronavirus postergó un año más este sueño y, en parte, todos lo han agradecido porque Valverde no estaba en la forma que deseaba tras el confinamiento. En 2021 se le ha vuelto a ver con esa sonrisa tan particular que tiene, haciendo bromas con el acento murciano que le hace reconocible hasta en el sitio más recóndito del mundo y, sobre todo, con unas piernas que dan un hilo de esperanza del que tirar. Es por lo que España lleva un equipo adaptado a sus posibilidades.
Después de un entrenamiento específico durante el Tour de Francia en el que le dio al palo al triunfo a sus 41 años, una edad a la que nadie ha ganado en la ronda más importante del panorama ciclista, y de varias actuaciones que han alimentado su ilusión incluso para correr otro año, llega la prueba de ruta que marcará la carrera del ciclista del Movistar Team. Solo le falta por ganar un metal y ha tenido cuatro disparos antes en su recámara. La quinta bala no puede fallar.
Un buen año
Han sido dos triunfos los que ha acumulado en este 2021 después de un 2020 infausto. El Gran Premio Miguel Indurain fue la primera prueba de que sus piernas eran distintas a las de otros años. En Pamplona se impuso en solitario a un pelotón sirvió para acabar con una sequía de 582 días que se vio acrecentada por el coronavirus principalmente.
Después llegó ese gran momento en Dauphiné, donde todo el Movistar encendió la traca que culminaría 'El Bala'. Miguel Ángel López seleccionó el pelotón para que, a pesar del ataque de Tao Geoghegan Hart, Valverde tuviera el espacio suficiente para remontar y cruzar primero la meta en el final que tuvo una subida de tres kilómetros al 6%; vamos, lo que es una llegada que ni pintada para Alejandro.
También tuvo tiempo entremedias para darle al palo. Una de sus competiciones fetiche siempre ha sido la Flecha - Valona, prueba que ha ganado en cinco ocasiones. En la de este año, la sensación es que su mala colocación birló al pueblo nacional de ver al murciano levantar los brazos una sexta vez a sus 41 años. Julian Alaphilippe atacó, se puso a rueda tras remontar subiéndose por la acera, y no pudo seguirle. Fue tercero y, tras el quinto puesto en Amstel, alimentó la ilusión de Tokio.
Su Tour de Francia también ha dejado un segundo puesto después de que no pudiera seguir a un Sepp Kuss que tenía a favor el hecho de atacar en un puerto de montaña duro como Beixalis y que supo manejar la ventaja con la que coronó en la bajada. Esa es la última imagen de un Valverde que no se quiso bajar de la bici antes de tiempo en la ronda gala y que, este jueves, mostró dudas sobre si los cuatro días que han tenido de preparación serán suficientes.
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