Dos chascos el mismo día en Tokio 2020. La protagonista de uno de ellos, al menos, tendrá más oportunidades para resarcirse; la otra, no. Hablamos de Simone Biles y Naomi Osaka. Seguramente, las dos atletas, tanto hombres como mujeres, de las que más se ha hablado en las semanas previas a los Juegos Olímpicos. Este martes, con un margen de solo unas horas, 'pincharon'.
Los JJOO son la cuna de algunas de las mayores leyendas del deporte. Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos modernos, dijo: "Lo más importante en los Juegos Olímpicos no es ganar sino participar. Lo esencial en la vida no es conquistar, sino luchar bien". Pero la realidad es que las grandes historias en una cita así suelen venir acompañadas de medallas, salvo contadas excepciones.
De colgarse metales olímpicos sabían un rato Usain Bolt (ocho oros entre 2008 y 2016) y Michael Phelps (28 medallas entre 2004 y 2016). Pero hace cinco años, en Río, ambos se despidieron de los Juegos y dejaron un vacío muy difícil de llenar. Ese hueco ha pesado mucho sobre los hombros de los deportistas que, teóricamente, debían coger el relevo de estos dos 'colosos' en Tokio 2020.
"No soy la próxima Bolt o Phelps, soy la primera Simone Biles", decía la gimnasta en 2019. Este martes en el Centro de Gimnasia de Ariake sintió la presión sobre los hombros, la de tener que repetir la machada de Río 2016 cuando consiguió cuatro oros y un bronce. La presión le pasó factura durante la prueba de equipos y se tuvo que retirar de la competición a solo unos días de examinarse sin sus compañeras a su lado.
Biles avisó el lunes en redes sociales: "Siento que tengo el peso del mundo sobre mis hombros a veces". Un día después se vino abajo: "Tenemos que proteger nuestra mente y nuestro cuerpo y no limitarnos a hacer lo que la gente quiere que hagamos". La gente, tanto el público como la organización -solo hay que ver el despliegue montado a su alrededor-, quería verla brillar de nuevo. No fue el día.
Tampoco el de Naomi Osaka, la atleta que encendió el pebetero en la ceremonia de apertura. "Ha sido demasiado para mí", reconocía tras caer por sorpresa ante la checa Marketa Vondrousova en apenas 70 minutos. La presión también pudo con la tenista, la atleta más mediática del país anfitrión, que además era la favorita al oro desde que cayera en primera ronda (ante la española Sara Sorribes) la número uno del mundo, Ashleigh Barty.
El escenario de los Juegos asusta. Lo de Phelps y Bolt, y otros atletas históricos, son las excepciones que rompen la norma, pero constantemente se buscan nuevas estrellas y más durante los propios JJOO. ¿Quién recogerá el testigo de las dos leyendas en sus modalidades? Tienen nombre y apellido, pero se exponen a una presión que puede jugar en su contra.
El testigo de Phelps
Caeleb Dressel (Green Cove Springs, Florida, EEUU; 1996) recogió el testigo de Michael Phelps en Río. De forma literal, además, ya que ambos estaban en el equipo de relevos que se llevó el oro en el 4x100. Es el mejor del mundo, lo dicen sus 13 oros ganados en los Mundiales de 2017 y 2019. Promete show, participando en seis disciplinas (ya ha repetido el oro de los 4x100m libre).
La 'bala' quiere su legado
La prueba por antonomasia de los JJOO es la de los 100 metros lisos, en la que Usain Bolt fue el rey y mantiene su récord de los 9,58 segundos. El favorito ahora no es un jamaicano, vuelve a ser un estadounidense: Hoah Lyles. Este chico, nacido en Gainesville en 1997, quiere la corona de la carrera más emblemática del atletismo y sus registros le apoyan: 9,86 segundos en los 100 metros y 19,50 en los 200. Pero de ahí a ser Bolt hay un trecho. Él, por si acaso, ya dejó una frase que recuerda a la de Biles citada anteriormente: "No vine a llenar un vacío, sino a crear mi legado".
El prodigio de la pértiga
Habrá que ver cómo se dan los Juegos de estos dos, como los de otros jóvenes atletas que están preparados para ser estrellas olímpicas. Es el caso de Armand Duplantis, el prodigio sueco de la pértiga. Algunos dicen que todavía no se ha visto lo mejor de él, solo tiene 21 años, pero llega a Tokio con la mejor marca mundial al aire libre (6,15 metros) y en pista cubierta (6,18). "Intento no ponerme barreras", repite. En unos días se le presenta la mayor de todas.
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