No entraban en las quinielas del medallero de España en los Juegos de Tokio. Al menos, no entre las opciones claras para colgarse los metales. Pero Ana Peleteiro, con su bronce en triple salto, y Ray Zapata, con su plata en la final de suelo, fueron en el mismo día las medallas 6 y 7 de nuestra delegación en la cita olímpica. A ambos les une mucho más que esta bonita casualidad.
Ana Peleteiro (Riveira, La Coruña; 1995) llegaba a Tokio con el objetivo de dar la sorpresa entre las favoritas. Nada había que hacer contra la portuguesa Patricia Mamona y, menos aún, contra la venezolana Yulimar Rojas, que batió el récord mundial con un salto de 15.67 para la historia. La batalla de Ana, una competidora nata, estaba con el resto, y la ganó y sacó a pasear la bandera de España en el estadio olímpico.
Horas antes, a menos de 15 minutos, era Rayderley 'Ray' Zapata (Santo Domingo, República Dominicana; 1993) el que celebraba. Un ejercicio sublime le puso en empate con el israelí Dolgopyat en la primera plaza, pero una norma -que Ray desconocía- desempataba a favor del otro gimnasta porque su ejercicio contaba con un punto más de dificultad que el de Zapata.
Se lo decía Ana tras su bronce a Ray: "Si no ganaste es porque la gimnasia es como es". Ambos hablaban a través de los micrófonos de la emisora COPE. Una charla entre dos medallistas olímpicos, pero sobre todo amigos. Emocionados, los dos contaban cómo habían vivido el triunfo del otro. "Lo último que vi antes de salir la Villa fue tu primera diagonal y vi que la clavaste; me fui y ya me dije 'vas a ganar'", decía Peleteiro. "Yo estaba gritando como un loco con tu salto. No sabía qué decir", contaba Zapata.
Todo eso a distancia y sin haberse dado un abrazo todavía. Ana ya le avisaba a Ray que, cuando le viera, le iba "a comer a besos". "Es mi hermano, aclaro", añadía entre risas.
Esa hermandad nació en la residencia del Centro de Alto Rendimiento, en 2013, en Madrid. En aquellos tiempos ambos compartían confesiones sobre un sueño olímpico que se cumpliría este domingo casi al mismo tiempo. Esa relación, forjada en el ambiente tan competitivo que rodea a este tipo de atletas, nunca se quebrantaría con los años.
Las medallas de Olympia
"¡Me sobra mucha energía ahora, se la mando toda a ella!", decía un pletórico Zapata tras colgarse la plata y pendiente de que en horas competía su amiga. Hace dos meses su vínculo se hizo más fuerte. Nació Olympia, la hija de Ray, quien quiso que Ana fuera la madrina de ella. El nombre de la pequeña parecía predecir lo que vendría para su padre y su madrina el primer día de agosto.
El día que la presentó en público Ray, a través de las redes sociales, Ana le felicitaba con un emotivo mensaje: "El mejor papito, marido, hermano y comprade! Vais a ser muy felices y yo estaré a vuestro lado SIEMPRE! En las buenas, en las malas, en las mejores y en las peores. Gracias por regalarme la ahijada más buena, bonita, gordita y comilona del mundo. Os adoro", escribía la atleta.
Olympia llegó al mundo con dos 'panes' bajo el brazo. Hoy todo era sentimiento: "Sabíamos que íbamos a cumplir nuestro sueño juntos", se decían en esa misma conversación por radio. "Por Olympia", dedicaban sus triunfos. "Teníamos que llamarla así por algo", añadían. Ahora la pequeña podrá 'jugar' con dos medallas olímpicas y cuando sea mayor descubrirá que fue noticia en la cita más importante del deporte.