Simone Biles (Estados Unidos, 1997) tenía marcado hacer historia en Tokio. Sus cinco medallas en los Juegos Olímpicos de Rio 2016 la situaron como uno de los grandes rostros del deporte. Tenía solo 19 años y no medía ni metro y medio. Una joven de talento total llamada a escribir su nombre en la gimnasia. Lo hizo con metales constantes, cuatro de ellos de oro y solo uno de bronce. Lo impensable era que una olimpiada después, Biles fuera noticia por sus renuncias más que por sus medallas.
La norteamericana inició los Juegos con todas las miradas puestas sobre ella. El objetivo eran las seis medallas. Sería un logro más a su carrera. Era consciente del peso que tenía que cargar. Hacer posible lo imposible como única forma de vida. Final por equipos, individual, saltos, asimétrica, suelo y barra de equilibrio. El particular 'sextete' que tenía que firmar la aspirante a mejor gimnasta de la historia. Pero, tras pasar las eliminatorias, comenzó a crecer el demonio.
Era 26 de julio y quería sincerarse. "No fue un día fácil ni el mejor, pero lo superé. Realmente siento que a veces tengo el peso del mundo sobre mis hombros. Sé que lo olvido y hago que parezca que la presión no me afecta, pero, maldita sea, ¡a veces es difícil!", escribió en redes. Una advertencia que pocos pudieron prever, pero que era toda una declaración de intenciones sobre lo que estaba viviendo Biles en la Villa Olímpica.
Tan solo un día después, el 27 de julio, la entereza de Biles se consumió. Estados Unidos se jugaba su primera medalla, en equipos, y con la gimnasta de 24 años como líder para pelear por el oro. Rusia, histórico rival, estaba delante. Simone tenía que lucirse como nunca. Primera prueba final, primera oportunidad para agrandar su leyenda. Y, de repente, todo se fue al traste. Su mente le dijo basta. Y su cuerpo siguió esa estela. Biles se retiró del ejercicio, Rusia ganó el oro y Estados Unidos se conformó con la plata.
Era, pese a todo, el inicio de una especie de revolución. La de la importancia de la salud mental en los deportistas. La de romper un tema tabú en plena fiesta del deporte con todo el planeta mirando y miles de medios de comunicación cubriendo cada movimiento. Biles realizó su mejor pirueta, la de la valentía frente a la tensión. Y a sabiendas de que podía costarla más de un ataque de sus detractores. ¿Era realmente un ejemplo abandonar en plena competición y dejar 'tocada' a tu delegación? La respuesta final, días después, parece haber sido "sí".
Romper el silencio
"Sé que algunos de nosotros estamos pasando por las mismas cosas, y siempre se nos dice que lo superemos, pero todos somos mayores ya y podemos hablar por nosotros mismos", ha asegurado Simone Biles al poco de lograr su bronce en el ejercicio sobre barra de equilibrio. Y no la falta razón, pues más de un atleta presente en Tokio ha reconocido que las sensaciones de Biles son comunes en el sector. De ahí que romper ese muro del silencio haya sido tan importante.
La revelación de Biles comenzó en esa final con Rusia como rival. La gimnasta dejó de competir. Saltaba la sorpresa y comenzaban los rumores. El equipo estadounidense incluso hablaba de problemas físicos. El tobillo podía ser la razón de la retirada de Biles. Pero era mentira, la joven no quería saltar, o más bien no podía, por cierta sensación de ansiedad.
Después de que se filtrara esa posible dolencia de tobillo, Biles decidió no esconderse. Ya antes los medios norteamericanos apuntaban a que su problema no estaba "relacionado con lesiones", sino que era "un problema mental". De hacerlo todo podría haber cambiado notablemente, pero la gimnasta decidió salir ante la prensa junto a sus compañeras para valorar lo sucedido. Su salud mental estaba por encima de todo.
"Estoy orgullosa de cómo las chicas dieron un paso adelante e hicieron lo que tenían que hacer", reconoció ante los medios. Lo importante llegaría poco después: "Debo hacer lo que es bueno para mí y concentrarme en mi salud mental y no comprometer mi salud y mi bienestar. Tenemos que proteger nuestra mente y nuestro cuerpo y no limitarnos a hacer lo que el mundo quiere que hagamos". Ella no quería seguir compitiendo con los riesgos que corría. Y no lo hizo pese a que medio mundo le decía que debía hacerlo.
Sus palabras generaron una oleda de apoyos entre los atletas. También de opiniones en la élite del deporte con nombres como Djokovic dando un punto de vista algo diferente donde se alegraba de poder gestionar la presión. Pero, especialmente, sirvieron para que muchos se unieran al reflejo de Biles. Craviotto, abanderado de España, reconoció haberse sentido de forma similar. Tyrone Mings, jugador de Inglaterra, dio un paso al frente y se pronunció sobre el tema. Comentarios de otras estrellas, no solo del deporte, confirmaron la relevancia de ese paso atrás de Biles.
Volver y ganar
Simone Biles tuvo claro desde un primer momento que no se iba a arriesgar. Junto al equipo estadounidense, regresaría cuando el cuerpo y la mente le dieran la seguridad necesaria. "Simone Biles se ha retirado de la competición final por equipos debido a un problema médico. Será evaluada diariamente para determinar la autorización médica para futuras competiciones", indicaron desde Estados Unidos.
Y así fue. La gimnasta renunció primero a la final all-around con el objetivo de estar en las próximas cuatro. No se daría la situación, pues también tuvo que ausentarse de salto y asimétricas. El golpe se alargó y tampoco quiso participar en la final de suelo. Su regeso, puede que su última aparición en unos Juegos Olímpicos, quedaba en el aire a la espera de saber si estaría en barra de equilibrio. Y 24 horas antes, la mejor noticia se confirmó.
"Estamos muy contentos de confirmar que mañana verán a dos atletas estadounidenses en la final de la barra de equilibrio: ¡Suni Lee y Simone Biles! ¡No podemos esperar a verlas a las dos!", anunció el equipo estadounidense. De nuevo, Biles sentiría la presión. Comenzó la jornada seria, tuvo algún pequeño fallo sobre la barra y tenía que combatir con que no era ni favorita. Pero cumplió. Llegó por momentos la plata. Se confirmó finalmente el bronce. Y Biles puso fin a sus Juegos Olímpicos más complicados.
"Ha sido una semana muy larga, han sido cinco años muy largos", espetó, pero consciente de que el bronce "es más especial que el de la barra de equilibrio en Rio". Ganar era lo de menos porque lo importante era el por qué de su vuelta.
Esa joven con una infancia más que difícil, con problemas familiares hasta hace unos meses, y con la presión de ser perfecta cada vez que compite oficialmente, acabó rompiéndose. Sin embargo, su reconstrucción en unos días y su regreso con medalla de recompensa suponen toda una lección para el deporte. La salud mental cobra fuerza y la necesidad de tratarlo en el deporte también.