El gran objetivo del equipo de piragüismo nacional era la prueba del K-4 500, una modalidad que debutaba a medias en los Juegos Olímpicos, ya que en ediciones anteriores se había celebrado en las mismas condiciones, pero con el doble de distancia. Cuatro atletas que cubrían los mil metros de la competición en busca de las medallas.
Para España, gran especialista en este tipo de pruebas, sea cual sea la distancia, el reto era poder vencer a Alemania, el mejor equipo del mundo, y alzarse con el oro. No pudo ser, ya que el equipo germano se terminó llevando el gato al agua dejando al piragüismo nacional el amargo de sabor de la plata después de haber tenido la gloria a unos centímetros.
A pesar de la derrota, la delegación española lo dio todo hasta el último metro y aunque faltaron fuerzas, lo que no se echó de menos fue el corazón y las ganas por brindarle un gran triunfo a España. Aún así, esa plata se valora y se celebra como lo que es, un gran éxito para el medallero nacional que vuelve a nutrirse una vez más del piragüismo, ahora en las aguas tranquilas, como ya lo hiciera con Teresa Portela hace unos días.
Esta nueva presea será importante para todos los integrantes del K-4, pero en especial lo será para dos personas. Una es Rodrigo Germade, quien se apunta su primera medalla olímpica en su segunda participación. Y la otra es Carlos Arévalo, el único que debutaba en una cita olímpica y que ya puede presumir tener su premio en forma de metal.
Debut en Tokio
El debut de Carlos Arévalo en unos Juegos Olímpicos ha sido de lo más positivo. El gallego de 27 años, natural de Betanzos, aterrizaba en Tokio emocionado por la oportunidad y con el único objetivo real de coger experiencia. De ir a por todas y luchar por las medallas, pero sin obsesionarse, ya que lo primero era tener una toma de contacto con una competición que hace que el resto de cosas pasen a un segundo plano.
Lo cierto es que Arévalo llegaba en un gran momento de forma después de haber demostrado todo su potencial y su poderío en los trials internos de la Federación de Piragüismo. Por Tokio se comentaba que era el líder en la sombra, la gran esperanza incluso por delante del mítico Saúl Craviotto.
Así lo era al menos para la prueba del K-1 200 en la que Saúl entró casi de rebote y a última hora, pero con el único propósito de estar y disfrutar. Se metió en la final y obtuvo un diploma olímpico tras quedar séptimo. Con quien sí había más opción de medalla era con Carlos, que finalmente solo pudo ser quinto después de quedarse a un paso del podio, ya que la medalla de bronce estuvo tremendamente disputada.
Le faltó un gramo de fuerza y algo de suerte para llegar con inercia a la última palada, la que les lanza para marcar un registro mejor que el del resto de los rivales. Contentos, pero sin metal, ambos confiaban en la prueba del K-4 para sacar esa medalla. Finalmente, terminó llegando, y aunque lo ideal hubiera sido ese ansiado oro, se podría decir que Carlos ha tenido un debut casi inmejorable. Ahora tiene por delante el reto de intentar igualar las cinco preseas olímpicas de su compañero y amigo.
La 'salvación' del Ejército
Estos han sido los primeros Juegos Olímpicos de Carlos Arévalo, pero por edad, ya podría haber estado participando en los de Río de Janeiro, como por ejemplo lo hizo su compañero Marcus Cooper Walz, un año menor que él. Sin embargo, el gallego se quedó sin plaza después de que Saúl Craviotto se la arrebatara poco antes de la cita olímpica.
El ahora abanderado de España terminó siendo el elegido por delante de Carlos cuando ya contaba con debutar en unos Juegos, lo que supuso un palo muy duro para él. Una decepción muy grande que tardó tiempo en superar. Carlos se veía cumpliendo un sueño y de repente se vio a muy poquito de cumplir su objetivo.
Saúl, lejos de mostrarse impasible con su compañero sabedor de lo grande que estaba siendo su duelo, le dio un consejo que cambió su vida. La receta del campeón mundial y olímpico para que su amigo pudiera superar este trance y mejorar fue recomendarle que se preparase para entrar en el Ejército con la intención de aprender y mejorar a partir de la dureza, la disciplina y la rectitud propia de la vida de un militar, valores que podían servirle para ser aplicados al deporte.
Dicho y hecho, Carlos Arévalo terminó entrando en el Ejército para formar parte del Regimiento Príncipe de Infantería, del acuartelamiento Cabo Noval en Asturias. Lo que en otros países es normal en este tipo de disciplinas, en España era un caso más bien extraño. Los inicios para él no fueron fáciles, ya que tuvo épocas en los que casi no tocaba ni la piragua durante periodos que duraban seis meses.
Sin embargo, poco a poco fue capaz de ir adaptando su situación con sus entrenamientos hasta tener un nivel formidable en los años 2019, 2020 y 2021. En los trials internos de la federación mostraba un estado de forma sublime y tras años de decepciones y esfuerzos, consiguió entrar en el equipo nacional y ganarse un puesto en Tokio.
Soldado contra la Covid
Durante los últimos años, Carlos ha tenido experiencias de todo tipo. Sin embargo, los que han sido sus primeros Juegos Olímpicos se podrían catalogar como los más extraños de toda la historia y es que se han disputado en mitad de una pandemia mundial que ha paralizado a casi toda la humanidad.
Si hay algunos que no han parado en casi ningún momento han sido los llamados como combatientes de la primera línea contra la Covid-19. Médicos, enfermeros, fuerzas y cuerpos de seguridad y servicios mínimos. Pues Carlos, en mitad de la preparación para acudir a su primera cita olímpica, lo dejó todo para convertirse en una de esas personas que estuvo ayudando al resto desde el primer día.
Al conocer que los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 se aplazaban hasta el 2021, decidió dejar su preparación deportiva de lado y lanzarse a ayudar como miembro del Regimiento Príncipe en Asturias para cumplir una encomiable labor dentro del Ejército en Cabo Noval. En tan solo unas horas pasó de estar entre paladas, piraguas y selectivos de la federación a estudiar la logística necesaria para organizar el despliegue de sus compañeros por toda su zona para desinfectar lugares públicos y controlar el cumplimiento del confinamiento.
Una labor impagable y peligrosa en un momento de crisis nacional que pone aún más en valor las capacidades y determinación de este deportista de élite que ha sufrido por partida doble, la deportiva y la profesional, los efectos de la Covid-19. Una decisión que engrandece su figura. En Tokio, Carlos solo ha recogido los éxitos que la vida le debía después de haberlos sembrado con su esfuerzo en los momentos más duros del 2020, un annus horribilis para todos.
Revancha en París
A pesar de todo, Carlos estuvo muy cerca de volver a quedarse fuera de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Todo ocurrió en 2019, cuando su plaza todavía estaba en poder de Cristian Toro, pero una ausencia del palista nacido en Venezuela y su mala temporada provocaron que Carlos le adelantara en la carrera por formar parte del mítico K-4 500. De hecho, ese año, Arévalo sumó su primer gran premio internacional en el Campeonato del Mundo de Szeged, Hungría, donde el conjunto español se llevó la plata como ahora ha hecho en Tokio. Antes, su mayor éxito había sido una medalla Sub23 en un Campeonato del Mundo.
Su progresión ha sido muy positiva dentro de conjunto nacional y junto a Craviotto, Walz y Germade se proclamó en mayo de este año campeón de la Copa del Mundo que, curiosamente, también se celebró en Szeged. Ahí, con su victoria ante los alemanes, fue donde se demostró que el equipo elegido por la Federación de Piragüismo podía dar la talla en Tokio a pesar de todas las polémicas que hubo en los procesos de selección con el propio Toro y con Garrote.
Superadas las polémicas y pasados ya los JJOO de Tokio, Carlos Arévalo se presenta como la nueva esperanza del piragüismo nacional tras deslumbrar en los últimos años y en su primera cita olímpica. El equipo español ya mira a París 2024 con sed de venganza. Y allí podría llegar como líder de la escuadra un Arévalo que deberá coger los galones que podría cederle, entre otros, una leyenda como Craviotto.
[Más información: El K-4 500 de España, plata en los JJOO: Craviotto, Walz, Arévalo y Germade, a un paso de la gloria]