A Miriam Casillas no se le borra la sonrisa de su rostro. Le ha acompañado durante toda su carrera deportiva. También lo hace cuando es llamada a subir al escenario para presentarla en sociedad como integrante de la expedición española de triatlón que competirá en los Juegos Olímpicos de París, los terceros para ella.
Los afronta como la veterana de un equipo que experimenta, especialmente en el lado masculino, una transición de generaciones con tres debutantes en unos Juegos. "Me preguntaban durante la clasificación por aspectos tácticos y técnico. Me hizo ilusión que acudieran a mí, pero también me hacía sentir un poco mayor cuando tampoco lo soy", asegura entre risas.
Miriam llega a París tras finalizar 43ª en Río de Janeiro 2016 y décima en el relevo mixto -a ocho segundos del diploma olímpico- y 21ª en la prueba femenina en Tokio 2020. "El consejo que les doy es que deben prepararlos como una competición más. No hay que hacer cosas especiales ni salirse de lo que cada uno está acostumbrado porque ahí es cuando normalmente se falla. Tienen que prepararlos con mucha ilusión, pero como una prueba más", asegura Miriam durante su conversación con EL ESPAÑOL.
A la que acude sin rebajar un solo esbozo la sonrisa de su rostro, bromeando con la prensa. "Yo soy una mandada, voy dónde me digan". Y lo que mandan son los resultados que le han valido para sellar el billete a París, dónde el circuito de triatlón será idéntico, aunque con pequeñas modificaciones, por el que Miriam compitió el año pasado. "Va a variar la carrera a pie y nuestra natación, que sufrió un problema la temporada pasada".
Miriam está completamente recuperado de la complicada lesión que sufrió la temporada pasada. Se ha ido encontrando "mejor a medida que ha ido sucediéndose el año" y, al fin, ha conseguido cuajar entrenamientos eficientes que es "lo que necesitaba" antes de unos Juegos a los que aspira a todo. "Es difícil pronosticar una prueba de triatlón, pero apuesto por el diploma olímpico en el relevo. Este año está más abierto. Hay muchos países en un nivel parecido", apunta.
La historia de Miriam con el triatlón es de esas que si transcendiera al otro lado del océano, protagonizaría una serie estadounidense. Con 11 años, la espalda de Miriam no estaba bien. Sufría una pequeña escoliosis cuyo remedio diagnosticado por los médicos era la práctica de la natación. Deporte que no le llamaba la atención.
"De pequeña siempre he ido mucho a la montaña con mis padres, por eso no me hacia gracia practicar deporte cubierto", asegura durante su diálogo con este medio. Hasta que un día su padre le descubrió un una prueba que combinaba tres ejercicios al aire libre y uno de ellos era la natación.
"Yo no sabía que existía ese deporte, fue mi padre el que nos habló a mi hermano (también sufría una leve escoliosis) y a mí de un club de Badajoz en el que lo practicaban. Además de nadar, podíamos correr y montar en bicicleta, que es lo que realmente me gustaba en ese momento. Empezó mi hermano, que es más mayor, aunque al final me dejaron apuntarme y desde entonces hasta ahora", relata con un brillo nostálgico en sus ojos.
"Teníamos una pequeña escoliosis, no era muy pronunciada y simplemente con algo de ejercicio en la piscina se solucionó. Nunca me ha dado problemas para entrenar o competir". Miriam le cogió el gusto. Tanto, que cuando con 18 años se mudó a Madrid para estudiar medicina en la Universidad Complutense logró, también una plaza para seguir ejercitándose en el Centro de Alto Rendimiento.
"Compaginé estudios y entrenamientos. Los libros han viajado más que yo. De hecho, acabé el grado de medicina el mismo año que competí en los Juegos Olímpicos de Río 2016. Ahora me es difícil responder cuando me preguntan cómo lo hice. No lo sé, ya no me acuerdo [ríe]. Me sacrificaba mucho, sacaba tiempo de dónde no había. Cualquier momento era bueno. Esos 20 minutos que ahora los pasamos con el móvil, los dedicaba a repasar. He estudiado en aviones, autobuses, hoteles... cualquier lugar era bueno".
Durante más de media década, Miriam compaginó la exigencia mental de los estudios con la física y psicológica del deporte de alto rendimiento. "Competir creo que era y es más complicado. En medicina intentaba sacarme el grado, mientras que en triatlón buscaba la élite mundial. Si hubiera tenido que estar entre los diez mejores estudiantes de medicina del mundo, seguramente hubiera sido más complicado estudiar. La diferencia ha sido que en el deporte aspiraba a algo reservado para muy pocas personas, mientras que en los estudios era una persona más".
Miriam lo ha alcanzado todo, pero no presume de ello. Ni por los logros académicos, ni por los deportivos, ni siquiera por haberlos conseguido coetáneamente. Poco importan las carreras al autobús para ir desde Centro de Alto Rendimiento a la Facultad. Ella era feliz, cómo ahora. "No soy una superatleta. El triatlón demanda muchas horas de entrenamientos en cada uno de los tres deportes. A veces pienso que estoy loca por haber elegido este deporte, pero soy feliz", asegura.
"El objetivo es claro, al menos el diploma olímpico. Tenemos un equipo muy consistente, más que nunca yo creo. Llegamos en un buen momento de forma", detalla. Ahora desembarca en París, sin libros, con la ilusión de quien disfruta cada paso que da.