"Es la primera llamada que contesto porque llevo un rato sin coger el móvil, no paro de llorar". Quien responde la llamada de EL ESPAÑOL al otro lado del teléfono es Rorro Ruiz, segundo entrenador de Fran Garrigós, flamente bronce en París. "Es mi niño sabes", detalla el preparador mientras la voz se le entecorta la voz por la emoción. "No es un alumno, es mi amigo y mi familia. Lo es todo. Le he visto crecer. Es una maravilla", añade.
"Es como mi hijo", relata Quino Ruiz, entrenador principal de Fran durante su conversación con este periódico. A su voz, carraspeada, todavía le quedan fibras para elogiar a su pupilo. "Viene de ser campeón de Europa con una facilidad pasmosa, como si fuera un el torneo de Guadalajara. Su palmarés te hace soñar con cualquier cosa. Su bronce me sabe a oro", relata.
El judo español sueña despierto en los Juegos Olímpicos. París recibe el relevo de Sídney 2000 -cuando Isabel Fernández logró la presea dorada- como ciudad en la que un judoka español se cuelga una medalla olímpica. Fran Garrigós logró la presea de bronce tras derrotar el georgiano Giorgi Sardalashvili, vigente campeón mundial.
El nombre de Fran Garrigós entraba en todas las quinielas de podio al llegar como campeón del mundo en 2023 y tres veces de Europa en los últimos cuatro años. "Por supuesto que esperábamos que consiguiera una medalla, él es capaz de todo", puntualiza Rorro.
El madrileño, que empezó a los cuatro años en el judo para rebajar su energía, rompe una sequía de medallas prolongada 24 años en el judo español en general y 28 en el masculino en particular. "Estamos desbordados de alegría. Fran se merece todo. Le conocí cuando su familia afrontaba una crisis económica y le eché una mano en todo lo que pude", cuenta Quino.
El mostoleño había caído en primera ronda en sus dos anteriores participaciones, tanto en Río 2016 como en Tokio 2020. Tras los últimos llegó incluso a plantearse dejarlo. Se tomó un tiempo, pero decidió volver. "Él es muy cabezón. Se plantea unas metas y las consigue. Es una persona admirable", explica Quino.
"En los Juegos anteriores Fran perdió con rivales a los que había ganado. Fue un mazazo porque siempre se esperaba más de él. Es duro no alcanzar las expectativas generadas, pero tiene la cabeza muy bien amueblada", reconoce Rorro a este periódico.
En la lucha por el bronce, Garrigós se impuso con un Waza-Ari en el tiempo extra después de un combate muy igualado en el que tuvo que dar sus últimas fuerzas. Al acabar fue directo a fundirse en un abrazo con Quino Ruiz, su entrenador y padre de Rorro Ruiz.
"Fran y todos los judokas se sienten arropados por mi padre. Siempre tiene gestos de cariño hacia ellos. Puedes ser muy buen competidor, pero cuando sales ahí y estás solo puede pasar de todo, pero al mirar a la silla y ver a mi padre, todos se sienten muy arropados", asegura Rorro.
Para alcanzar la medlla Fran superó una jornada maratoniana con dos victorias matinales antes de la jornada vespertina. En su cabeza rondaba de manera inevitable las dos derrotas en sus anteriores experiencias olímpicas anteriores, pero tenía la lección aprendida. Los rivales uno a uno. Así llegó hasta el combate por el bronce, aunque con el frenazo que supudo la derrota de Laura Martínez, su compañera de club.
El chico tranquilo
"Era muy difícil reponerse cómo lo ha hecho porque venía de ver perder a su compañera y pasarlo mal. Hay que remontar mucho y no dejarse arrastrar, pero él es muy tranquilo. Tranquiliza al entrenador y todo. Es todo templanza. Hace un gran trabajo con los psicólogos.", asegura Rorro.
Además del componente histórico, la medalla de Garrigós posee un tinte emocional ya que su pareja, Ana Pérez Box, subcampeona mundial en 2021, no pudo competir en los Juegos de París por sanción al faltar a un control de dopaje. "Le ha supuesto una carga importante porque luchaba por sus sueños mientras que a la persona que tiene al lado se lo han prohibido. Fran es una persona sensible y emocional. Tiene un corazón enorme".
Garrigós no soporta perder. Ni en los entrenamientos ni en deportes que no son el judo. "Él quiere ser el mejor en todo", detalla Rorro. También en sus otros aspectos de la vida. Es militar de formación -sargento reservista del Ejército del Aire y del Espacio- y graduado en Ciencias de la Actividad Física y Deporte con un Máster MBA en Gestión de Entidades Deportiva. "En todo lo que hace busca ser el número uno", añade Rorro. "El lado militar fue una ayuda para él porque le permitió competir", puntualiza Quino.
Brunete sale a la calle, a la misma en la que vieron a través de pantallas gigantes la histórica medalla de Garrigós. Al final de una calle estrecha y escoltada por casa bajas con jardín, emerfe el Dojo Quino, la fábrica de talento del judo español que todavía quiere seguir soñandno en París. Fran ya lo ha hecho con todas sus fuerzas.