Novak Djokovic ya puede descansar. Lo ha conseguido. Se ha colgado la medalla de oro olímpica, el último hito que faltaba en su excelso currículum. Alcaraz claudicó. Superado por el inabordable tenis del serbio. Por momentos se vio al murciano desesperado, sin encontrar soluciones a los problemas planteados por el balcánico. Nunca se le vio tan exasperado porque nunca había estado tan exigido. 

Djokovic se une a Steffi Graf, Andre Agassi, Rafa Nadal y Serena Williams como únicos tenistas de la historia que lucen en sus vitrinas los cuatro Grand Slams y la presea dorada. La gesta del serbio alcanza mayor dimensión por el rival que tenía enfrente, el próximo rey del tenis, que perdió su primera gran final tras contar por pleno de vistorias las anteriores -un US Open; dos Wimbledon y un Roland Garros-.

El serbio rompió a llorar como un niño pequeño, consciente de que ya lo tiene todo. Las lágrimas también inundaron el rostro de Alcaraz, que experimenta la otra cara de la moneda. "Es complicado. Hemos luchado en un partido de casi tres horas en dos tie-break. Él siempre da un nivel muy alto en momentos difíciles. Se merece esta oportunidad y después de perder de la manera que he perdido, me voy con la cabeza alta", aseguraba el murciano. 

Articuló palabra alguna después de pausar, con un nudo en la garganta y lágrimas en el rosto, el inicio de la entrevista con un Álex Corretja -medallista olímpico en dobles Sídney 2000- trataba de consolarle. "No hemos aprovechado las opciones que hemos tenido. Jugar ante Djokovic nunca es fácil. Duele perder de esta forma, pero me voy con la cabeza alta", sentencia Alcaraz después de una final histórica. 

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