Dieciséis años. Ese es el tiempo que ha pasado entre la primera y la última medalla olímpica de Saúl Craviotto. El catalán acudía a París con la misión de convertirse en el deportista olímpico español más laureado de toda la historia, y en la única ocasión que tenía para ello cumplió con este impresionante reto.
Estar en la élite durante tanto tiempo, sea cual sea el deporte, supone un esfuerzo extraordinario para cualquier persona por muy disciplinada que sea y por mucho que le apasione su trabajo. Por eso, el mérito de lo que ha conseguido el ilerdense en París 2024 es todavía mayor, porque su dominio se ha extendido a lo largo de cinco Juegos Olímpicos diferentes.
Con el bronce conseguido en el K4 500 junto a Carlos Arévalo, Marcus Cooper y Rodrigo Germade, Craviotto alcanzó las seis medallas olímpicas, algo que nunca nadie antes en la historia había conseguido hacer en el deporte español.
Hasta ahora estaba empatado en este reconocimiento con otro piragüista de época como David Cal, pero pasará mucho tiempo antes de que ningún otro deportista nacional pueda pisarle los talones a todo un mito como Saúl Craviotto.
Craviotto se ha colgado preseas de todos los colores y además a partes iguales. Sus dos oros (Pekín y Río), dos platas (Londres y Tokio), y otros dos bronces más (Río y París) conforman el mejor palmarés de un español en los Juegos Olímpicos.
De Pekín a París
Tenía tan sólo 23 años cuando Saúl Craviotto se plantó en sus primeros Juegos Olímpicos. Al contrario que estos últimos de París, en aquella ocasión tuvo que cruzar medio mundo en avión para aterrizar en Pekín, donde todavía no sabía que comenzaría a forjar una leyenda.
Formando pareja con Carlos Pérez en el K2 500 y comandando la embarcación española, Craviotto voló en aquella final de Pekín para estrenar su casillero particular de la mejor manera, una medalla de oro. El dúo español voló desde el primer momento y aunque tuvo que apurar finalmente para imponerse a los alemanes, el cajón más alto del podio no se escapó.
Desde ahí, cuatro años más de preparación concienzuda para llegar a Londres 2012 en las mejores condiciones. Alí triunfó en una nueva distancia, más corta y explosiva. En el K1 200 se alzó con la plata, su primer medalla individual en unos Juegos Olímpicos, demostrando que iba mejorando con el paso del tiempo.
La confirmación total llegó otros cuatro años después, en Río 2016. En Brasil vivió sus Juegos más prolíficos en cuanto a medallas se refiere, una cita que jamás olvidará por el oro y el bronce conseguidos. Craviotto se subió a lo más alto del podio en el K2 200 junto a Cristian Toro, pero la cosa no se quedó ahí porque también se colgó el bronce en el K1 200.
A Tokio 2020 Saúl llegó como alguien con una experiencia sobresaliente en una cita olímpica, y volvió a demostrar su fiabilidad. Un seguro de medalla para España, se colgó al cuello la plata en el K4 500 junto a Carlos Arévalo, Rodrigo Germade y Marcus Cooper, los mismos compañeros que ahora en París. En Tokio además fue el abanderado de la expedición española.
Cierra el círculo en París
Con 39 años y siendo todo un veterano, Saúl Craviotto llegó a París 2024 sabiendo que iban a ser sus últimos Juegos Olímpicos. No se ponía presión ninguna por conseguir una medalla que le convirtiera en el mejor deportista español olímpico de todos los tiempos, pero estaba claro que quería el récord.
Con sus amigos y compañeros Carlos Arévalo, Rodrigo Germade y Marcus Cooper, los mismos con los que ya triunfó en Tokio, volvió a subirse al podio. El arranque de la final fue estelar. Los cuatro impusieron un ritmo vertiginoso, y aunque se les hizo larga la regata, consiguieron amarrar el tercer puesto para sumar la sexta medalla de Craviotto.
"Siento felicidad y alivio. Ha merecido la pena el esfuerzo. Hemos podido rematar la jugada. Teníamos que correr así y yo he llegado muerto. He dejado todas las energías en el agua. Hemos competido como jabatos. Los Juegos Olímpicos se ganan con la cabeza. Nunca soñé con algo así, es increíble", aseveró Craviotto tras su sexta presea.
Incluso siendo el protagonista, el ilerdense tuvo un gesto de lo más elegante cuando, ya con su bronce al cuello, se acordó de Carolina Marín en un momento tan importante para él. El piragüista mandó ánimos a la onubense por la grave lesión que le apartó de las medallas en bádminton cuando estaba a punto de conseguir el pase a la final, un gesto que le honra y que demuestra que sabe hacer equipo como nadie.
Seis medallas repartidas en cinco Juegos Olímpicos. Lo que nunca ha hecho nadie en el deporte español. Saúl Craviotto no volverá a una cita olímpica, pero su recuerdo ya es imborrable.