McLaren sigue inmersa en su travesía por el desierto, pero con unas ganas inusitadas de regresar a las cotas más altas en el mundo de la Fórmula 1. Unos puestos que no huelen desde inicios de la segunda década de este segundo milenio, curiosamente cuando Lewis Hamilton abandonó la escudería británica.
Una época en la que han perdido un protagonismo que le era tan caro a la escudería fundada por Bruce McLaren. Una firma ganadora y con una historia escrita en letras de oro en la Fórmula 1, pero ni siquiera Fernando Alonso ha sido capaz de levantar a un equipo sumido en una profunda crisis de resultados y, por supuesto, sin apenas avances en las mejoras de unos monoplazas que llevan años anclados en los mismos resultados.
Época de transición sin Alonso
En McLaren empiezan una nueva era. En 2014 ficharon al piloto asturiano como última esperanza para relanzar a la escudería del Woking, pero Magic no se ha encontrado con un coche acompañara, que fue la principal promesa de los británicos. Alonso ya no estará en la Fórmula 1 en 2019 y, por supuesto, tampoco en McLaren. 'El Nano' quiere alejarse de un mundo que ha entrado en un bucle del que no es capaz de salir y en el que han culpado a todo el mundo de sus problemas menos a ellos.
Carlos Sainz tomará el relevo de Fernando Alonso. Deberá estar presente en los test y las simulaciones para mejorar un coche que ha sido el resultado de una positivista fantasía virtual. El cambio que debe asumir el monoplaza está en la fabricación y concepción del mismo.
Cambio de chip
En el Woking deben mejorar muchas cosas. Hay excesivo trabajo por delante si quieren traer de vuelta a un Fernando Alonso que no vería con malos ojos regresar. Sin embargo, su retorno está condicionado por dos aspectos: una susceptible mejora del McLaren y el cambio de reglamentación previsto para 2021 y que supondrá la irrupción de una nueva era en un deporte que agoniza en su propio Día de la marmota.
Ya se han empezado a poner las primeras piedras para el futuro de la escudería británica. Varios altos cargos del Woking han empaquetado sus efectos personales para dejar paso a nuevos nombres en los que están depositadas todas las esperanzas de la firma. Este es el caso de Eric Boullier. El que fuera director deportivo abandonó McLaren y dejó su despacho libre para que lo ocupara el expiloto Gil de Ferran.
Un monoplaza realista
Para empezar, el trabajo en el que han de focalizar los nuevos miembros de McLaren tiene que ser la creación de un coche que arroje resultados reales, pues el MCL33 es el fruto de una simulación irreal. Los datos que recogieron los ingenieros del Woking se antojaban esperanzadores, pero a la hora ponerlo en práctica en el trazado se desmoronaban como un castillo de naipes.
El trabajo de simulación es complejo, pero es de vital importancia para que el futuro McLaren se convierta en un coche ganador y temido por toda la parrilla. Sin embargo, esta labor lleva su tiempo, por lo que Sainz y su futuro compañero tendrán que ponerse las pilas durante estos años con la actividad en la pista, tanto en test como en carreras.
Alonso y el futuro
De momento, a Fernando Alonso no le faltan las novias. El piloto asturiano, desde que anunció su retirada de la Fórmula 1, se ha encontrado con el interés del WEC, la Indy, la NASCAR e incluso la ambiciosa Fórmula E de Alejandro Agag. Todo el mundo apunta a que Magic compaginará la SuperSeason con la IndyCar Series, aunque nadie descarta un posible regreso al Gran Circo.
Pero esto depende única y exclusivamente del trabajo que lleven a cabo los de Zak Brown durante este tiempo. Si el equipo McLaren, con Carlos Sainz a la cabeza, consigue armar un monoplaza que luche por las victorias, el asturiano regresaría sin ningún tipo de problema y, además, lo haría con el grupo Liberty Media como su principal valedor.
Un trabajo duro el que le espera a los de Woking para regresar a una cima que lleva años resistiéndose. Errores en la concepción del coche les han dejado fuera de la lucha por los puestos altos de la clasficación. Un caos en el que se ha dejado patente que el problema no era de Honda, sino de un diseño fantasioso y optimista de un monoplaza que no da para más. O al menos de momento.
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