Hasta 2015 hablar de Carlos Sainz era hablar de una leyenda del automovilismo español y mundial. Un dos veces campeón del mundo de Rallys (1990 y 1991) y, por entonces, una vez ganador del Rally Dakar, aunque en los últimos tiempos esta última cifra ha crecido hasta los tres títulos (2010, 2018 y 2020).
Pero a las leyendas también les hacen sombra y Carlos Sainz tenía la suya en casa y llevaba su mismo nombre. Carlos Jr. llegó se estrenó en la Fórmula 1 en 2015, en el Gran Premio de Australia de la mano de Toro Rosso en el que acabó noveno y sumó sus dos primeros puntos. Un año antes había ganado la Fórmula Renault y Red Bull le dio por fin la ansiada oportunidad de subir a la cima del automovilismo mundial. Junto a él otro joven gran nombre de la parrilla actual: Max Verstappen.
Su primer año en F1 estuvo marcador por los problemas: siete abandonos en 19 Grandes Premios le hicieron perder una buena cosecha de puntos. Acabó el mundial con 18 puntos en su casillero lejos de los 49 que llegó a sumar su talentoso compañero holandés. Tras ese año, Carlos era para muchos un piloto que había llegado a la Fórmula 1 gracias a su apellido, al patrocinio de Red Bull y a su amistad con el que puede considerarse su padrino en el Gran Circo: Fernando Alonso.
A pesar de los palos, Sainz ha demostrado en estos años no ser de esos que se viene abajo con las críticas. Al igual que en 2014 respondió a las exigencias de Helmut Marko, mandamás de Red Bull, que le pidió al madrileño dominar la Fórmula Renault aquel año si quería seguir en la órbita del equipo y llegar a la F1, en 2016 Carlos se curó las heridas y siguió adelante.
Su segunda temporada en Fórmula 1 estuvo marcada por la decisión del equipo de promocionar a Verstappen y no a él para ocupar el puesto de Daniil Kvyat en Red Bull. Carlos demostró su sangre fría al destrozar al ruso en la batalla de las clasificaciones y las carreras. El madrileño sumó 44 puntos en las carreras que se enfrentó al polémico piloto ruso, frente a los 4 que logró él.
El momento del cambio
A pesar dominar en Toro Rosso, Carlos Sainz veía cómo su ascenso natural hacia Red Bull era frenado por Daniel Ricciardo y Max Verstappen. En 2017, el español firmó otra temporada mejorando sus registros previos y en el Gran Premio de Estados Unidos por fin le llegó la oportunidad que esperaba, aunque lejos de la familia que le había traído a la Fórmula 1.
Red Bull cedió a Sainz a Renault dentro de una operación compleja en la la firma francesa también aceptaba cambiar de ser motorista de Toro Rosso a serlo McLaren en 2018, ya que los de Woking habían roto con Honda y la firma japonesa firmaría un contrato con el equipo italiano.
Su llegada a Renault no fue fácil y en los cuatro Grandes Premios que disputó aquella temporada solo sumó seis puntos gracias a su séptimo puesto en EEUU. 2018 fue el primer año en el que Carlos empezó a mostrar de lo que era capaz. Firmó su mejor tarjeta con 13 Grandes Premios puntuando y su menor número de abandonos en la temporada (solo dos).
Junto a él, en el lado opuesto del box, tuvo un hueso duro de roer: Nico Hülkenberg. El piloto alemán se convirtió en la mejor motivación para exprimirse al máximo. Dieciséis puntos les separaron a final de temporada pero había sido una año magnífico para Carlos y como prueba: McLaren le anunció como el sustituto de Fernando Alonso y la cabeza sobre la que montar su proyecto de reconstrucción.
Un líder en Woking
Su llegada a McLaren volvió a estar marcada por las sombras. Carlos había dejado de ser el 'hijo de' pero sustituir a Fernando Alonso en las escudería de Woking era para muchos una decisión a dedo del asturiano más que un reconocimiento al trabajo del piloto madrileño.
Carlos Sainz pronto acabó con todas las sospechas de por qué McLaren había confiado en él. A pesar de un inicio duditativo con problemas de todo tipo, pronto comenzó a demostrar de lo que era capaz. El madrileño se ganó a pulso el apodo de Smooth Operator gracias a sus remontadas y su trabajo incansable en la pista.
El momento culmen de la temporada fue el loco Gran Premio de Brasil. En un agónico final y postcarrera, Carlos Sainz logró hacerse con el tercer puesto en la carrera, el primer podio de su carrera deportiva y el primero de McLaren en muchos años.
La siguiente prueba en Abu Dhabi se convertiría en el gran colofón al inimaginable año de Carlos Sainz y McLaren. El madrileño acabó décimo aquel Gran Premio y logró los puntos necesarios para ocupar el sexto puesto en la clasificación final del Mundial, por delante de Pierre Gasly y Alexander Albon, que habían alternado el Red Bull y el Toro Rosso durante la temporada.
En total, 96 puntos, la mejor cifra de Carlos Sainz en su carrera, casi doblando los obtenidos por su compañero de equipo el británico Lando Norris, y, lo que es más importante, siendo clave para que McLaren lograra el cuarto puesto en el mundial de constructores.
La hora del salto
Con una hoja de méritos como la de Carlos Sainz, la gran oportunidad le ha llegado en un momento de lo más inusual. El madrileño, al igual que el resto de la parrilla de la Fórmula 1, está confinado en su casa por culpa de la pandemia del Covid-19 a la espera de que el Gran Circo pueda echar a andar de nuevo. Se espera que Austria pueda dar el próximo 5 de julio el banderazo inicial al mundial, aunque aún no es seguro.
En su casa, y tras el anuncio de que Vettel no seguirá en Ferrari la próxima temporada, Carlos Sainz ha llevado en secreto la negociación con los de Maranello. "Estoy muy contento por pilotar para la Ferrari en 2021 y estoy entusiasmado con mi futuro con el equipo. Todavía tengo un año importante por delante con McLaren y tengo muchas ganas de volver a competir con ellos esta temporada", ha asegurado en sus primeras palabras tras el anuncio del fichaje. El español llega a Maranello con un contrato para 2021 y 2022.
El reto ahora para Sainz es aprovechar lo que se pueda disputar de 2020 para seguir creciendo y preparándose de cara a su gran momento. Aunque parte como segundo piloto de Ferrari en 2021 tras Charles Leclerc, el madrileño ha demostrado tener el talento, la actitud y la aptitud para ser capaz de luchar cara a cara con su compañero de equipo. ¡Suerte Carlos!
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