El piloto que anhelaba un hito, el hombre en busca de dar sentido a su trayectoria, consiguió un podio en la Fórmula 1 siete años después. Una carrera perfecta con el sello de su marca intacto, y con ese componente a favor – el azar – paradójico en el deporte más tecnológico que existe.
Pasados los cuarenta, Alonso sigue exhibiendo su fuego competitivo en cuanto se presenta la ocasión: por algo es el piloto que consigue más adelantamientos del mundial. Con la virtud proverbial de extraer el máximo rendimiento de lo que maneja, mostró, de nuevo, que la imagen de la carrera no se desdibuja en su mente jamás.
Su cerebro se mueve mucho más rápido y con más giros que su coche. Sabe lo que tiene delante, pero también lo que ocurre por detrás, aunque la información por la radio fluya a cuentagotas. La sugerencia a su equipo – "¡decidle a Esteban que defienda la posición como un león!" –, para que Ocon contuviera a S.Pérez el mayor tiempo posible, revela una lucidez fuera de lo común.
Aunque lo mejor de todo lo reveló en las entrevistas: "Pensaba que me estaban ocultando que Pérez venía lanzado para que no forzara las ruedas. Un cuarto puesto ya era bueno para la escudería". Que alguien pueda conocer cómo se mueven sus rivales; calcular la dosis de tiempo que puede ahorrar para conservar los neumáticos y su diferencia al final de carrera; sugerir la táctica de su compañero, e imaginar lo que estarán pensando en su box, mientras conduce con la precisión de un cirujano, sólo está al alcance de un superdotado del volante.
Tras la consecución, Fernando Alonso desprendía felicidad. La cabeza empapada por el sudor del esfuerzo y una sonrisa abierta que era incapaz de cerrar un ápice. Un semblante de satisfacción plena que ni siquiera reveló cuando alternaba los éxitos con un humor impetuoso que le causó algún disgusto con sus equipos.
Tanto apareció con la cara agriada en los medios, que su figura, por contraste con la de Nadal o Pau Gasol, no suscitaba la misma simpatía ni, por ejemplo, la misma confianza entre las marcas. Por fortuna, eso tiempos pasaron. Predicando con el ejemplo el refrán A mal tiempo, buena cara, Fernando Alonso hace muchos abriles que se muestra cercano, vulnerable, accesible.
El recibimiento que le regaló el equipo tras el éxito desprendía compañerismo y emociones compartidas. Y las palabras de los responsables del equipo, corroboran la excelente sintonía y la dimensión del asturiano. Preguntado Budkowski, director ejecutivo, si el podio le daría confianza, respondió contundente: "Fernando no necesita confianza." Ya se conocen bien.
Harto de estar harto de dar vueltas sin sentido con su McLaren Honda, Alonso buscó otros volantes y otros escenarios porque necesitaba ganar. Lo hizo en circuitos icónicos como Daytona y Le Mans. Sin embargo, la huida tuvo un efecto colateral: le mostró que, en realidad, su sitio está en la Fórmula 1. Y ahora, de nuevo, tras las idas y venidas de siete largos años, ha conseguido lo que buscaba.