"No hay nada que celebrar". Con esa frase, intercalada en un mensaje tan asertivo como diplomático, Fernando Alonso definía a la perfección la 13ª posición conseguida este sábado en la clasificación del GP de Australia. Porque es cierto que McLaren no es el equipo apocalíptico que se ha dibujado en las últimas semanas, especialmente tras los test de Montmeló. Pero resulta innegable que el séptimo coche de la parrilla no es donde el asturiano querría estar.
Pasó bastante holgado a la Q2, pero algo volvió a fallar en el MCL32. Stoffel Vandoorne cayó en la Q1 porque sólo pudo dar una vuelta rápida por culpa de un fallo de potencia. Y, en la segunda tanda, era Alonso quien se quejaba por la radio. "No tengo potencia", afirmaba el asturiano en la última curva de su mejor giro. Se quedó fuera de la Q3, a la que sí accedió Carlos Sainz, que pasó en décima posición, sólo 0.1 segundos más rápido que Sergio Pérez.
El español confirmó las grandes sensaciones de las sesiones de entrenamientos libres y se coló de nuevo entre los mejores. El accidente de Daniel Ricciardo, que se salió en una de las últimas curvas, le hizo ganar una posición y, finalmente, logró el octavo puesto en la parrilla. A una vuelta, el Toro Rosso está bastante cerca de Red Bull en Melbourne. Quién sabe dónde estará en carrera.
La 'pole' se la llevó Hamilton, que jugó al despiste durante las dos primeras tandas. Llegó a marcar un solo tiempo en la Q2 con un juego de neumáticos usado. Y le valió, por supuesto. Pulverizó todos los registros con una vuelta final de 1:22.188, mejorando en tres décimas el tiempo de su compañero en Mercedes, Valtteri Bottas. Se quedó con la miel en los labios el finlandés, quien vio cómo Vettel le birlaba la segunda plaza en el último suspiro. Completando la segunda línea, Kimi Raikkonen se hizo con el cuarto puesto. Mañana, Mercedes y Ferrari saldrán intercalados en una lucha apasionante.