El futuro ya está aquí. Ya ha llegado. Como siempre hace. En su día aparecieron el ferrocarril, la lavadora o el móvil. Aparecieron la Coca-Cola, y su fórmula secreta, el ordenador, la comida molecular y el VAR. La retahíla de inventos que un día se concibieron como utópicos y que, ante el perplejo de muchos, se materializaron es interminable. Y así será. El sector del automovilismo tiende a engrosar esta incesante lista de progresos. A liderarla. Su último reto, el vehículo autónomo, ya se había visto. Como KITT, el automóvil que ahora, en pleno debate sobre los límites de las máquinas que se está fraguando circulará sin conductor, aunque, a diferencia del coche fantástico, no hablará. Al menos de momento.
Varios son los fabricantes que están realizando pruebas pilotos de esta tecnología: Volvo en Goteborg, PSA Peugeot Citroën en Francia y España o Mercedes-Benz, que experimenta en carretera abierta con sus camiones y coches. De hecho, ya existen coches comercializados con características de conducción semiautónoma, como el Tesla Model S y su famoso Autopilot o el nuevo Mercedes-Benz Clase E y su Drive Pilot. La llegada de este adelanto a nuestras calles se vaticina inevitable, pero ¿cuándo? ¿Cómo?
Por ahora, el banco de pruebas para poner en práctica estos avances ya estaría decidido: el asfalto de la Fórmula 1 y su ‘safety car’. Así lo ha adelantado Marcin Budkowski, jefe del departamento técnico de la FIA, que ha afirmado que el organismo estaría barajando la opción de instaurar “un coche de seguridad no tripulado”, que “promovería una tecnología sobre la cual hay algo de escepticismo, y además podríamos demostrar que funciona”.
“El piloto del Safety Car ya no sería necesario, porque se controlaría desde un ordenador”, ha esclarecido Budkowski. No obstante, el responsable técnico no se queda ahí, sino que augura una futura competición en la que los monoplazas serán dirigidos por un ordenador, a pesar de que reconoce que se trataría de un cambio radical que “a los ingenieros les encantaría, pero no a los aficionados”.
Por otro lado, Budkowski ha señalado la Roborace, el campeonato de automovilismo de vehículos sin piloto y eléctricos, como escaparate con el que dar a conocer estos avances, que serían fundamentales para la vida cotidiana: “Utilizar estos progresos para promover en el público las nuevas tecnologías, como un Safety Car autónomo o eventos como la Roborace, puede ser fantástico para explorar las posibles nuevas soluciones”, confesó el apoderado de la FIA.
La meta, en lontananza, se vislumbra nítida: la idea es implantar estos adelantos en la Fórmula 1 para que, una vez comprobada su fiabilidad, se apliquen a la conducción del día a día. No obstante, una de las limitaciones principales -apunta Budkowski- sería la “definición del modelo de negocio”, pese a que “las soluciones cambiarían por completo el mundo de los coches y la seguridad”, un aspecto en el que la Fórmula 1, un deporte en el que los monoplazas circulan a más de 300 kilómetros por hora, siempre ha insistido. 'Action for Road', la última campaña de la FIA, en apoyo de la seguridad vial, lo confirma.
A lo largo de su historia, esta competición ha incorporado importantes medidas como el Zylon, el resistente material que recubre y protege el 'cockpit', para mejorar la seguridad y otras novedades como el KERS, un sistema que permite convertir la energía cinética de las frenadas en energía eléctrica para almacenarla y utilizarla más tarde, el uso de túneles de viento o tecnología aeronáutica, que han convertido la Fórmula 1 en el terreno idóneo en el que asentar la vanguardia científica, que, ahora, se propone jubilar el ‘safety car’ tal y como lo conocemos.
Una pieza más, imprescindible, del paisaje del automovilismo, que debutó en la vuelta número 32 del Gran Premio de Canadá de 1974, una de las más accidentadas que se recuerdan, cuando un choque entre François Cevert y Jody Scheckter propició la aparición de un Porche 914 de color amarillo, financiado por Bernie Ecclestone, para ralentizar los monoplazas. Lo conducía el ex piloto canadiense Eppie Wietzes, quien con apenas un gran premio a sus espaldas (Canadá 67) y un test en Austria con el coche de seguridad, no tenía experiencia ni había recibido instrucciones sobre cómo hacer su trabajo una vez en pista. Su actuación fue tan caótica que el ‘safety car’ no repitió presencia hasta 1993.
Desde entonces, el ‘safety car’ no ha claudicado. En el Gran Premio de Bélgica de este domingo quizá aparezca. Aunque lo que está asegurado es el espectáculo que brindarán Vettel y Hamilton, separados por 14 puntos a falta de nueve carreras para el final. En la clasificación, el británico ha igualado el récord de 68 poles en la F1 de Schumacher. El de Ferrari se quedó a dos décimas de Hamilton y si termina el Premio segundo, llegará con 7 de ventaja a Monza, donde la 'Scuderia' también tiene previsto mejorar las prestaciones de su propulsor para intentar superar a sus rivales en su propia casa.