Una parte importante del deporte asturiano rezuma a gasolina y a neumático desgastado sobre el asfalto, como destila el mono de Alba Cueva, piloto de karting. La joven de 11 años compite en el semillero y primer escalón que ha sentado las bases de prolíficas carreras deportivas. El Principado presume de un linaje de grandes pilotos. Desde Fernando Alonso hasta Javier Villa -diez veces campeón de España de Montaña- hasta Diego Ruiloba y la precoz Alba Cueva.
Con sólo ocho años fue seleccionada por la Federación Española de Automovilismo para competir en la Academy CEK, categoría impulsada por Fernando Alonso para fomentar la pasión del deporte de motor y permitir progresar a los jóvenes. "Es mi ídolo. Alguna vez, mientras entrenaba en el circuito, he coincidido con él y hemos hablado. Pero cuando lo hace yo entro en otro mundo", asegura Alba, con tono angelical, durante su conversación con EL ESPAÑOL.
"Coincidió con él hace nada, aquí en el circuito. Hace unas dos semanas. Se sacaron una foto, les vi hablando y le preguntó qué le había dicho. Y me dijo que no se acordaba", matiza Rubén, padre de la pequeña. "Es que no lo sé", interrumpe Alba bajo un tierno tono. "Se queda embobada con él. Ahora va creciendo y pensando quién es realmente. Antes le veía, pero ahora ya se da cuenta de quién es", precisa Rubén.
Alba se inició en los karts a los cuatro años, después de presenciar un entrenamiento de su prima, que competía. "Fuimos con su tío, que le animó a subirse al kart. 'Que dé una vuelta', repetía. Y ya Alba se subió y dio una y otra y otra... Al final su prima se compró un kart más grande y ella heredó el suyo. Con poco más de cuatro años ya estaba dando vueltas", explica Rubén.
La pequeña ha ido dando pasos poco a poco, aunque de una amplitud inmensa. Se apuntó a una carrera social en Asturias. La ganó. Fue al campeonato de Castilla y León en 2021 y lo ganó. Como el de Asturias, conquistado por partida doble. En 2021 y 2024. En 2022, con tan solo nueve años, Alba se convirtió en subcampeona de España.
En todas las pruebas mencionadas, la joven se presentó con el vinilo de su monoplaza presidido por un guepardo y el número 100. "Es mi animal favorito porque para mí es el más rápido del mundo. Y el cien es porque mi padre me preguntó cuando empecé a competir qué número quería llevar. Le dije mil porque era el número más grande que conocía en ese momento, pero como debe ser de tres cifras dije, 'pues el siguiente más grande'", explica entre risas.
Antes de describir cómo se siente pilotando. "No me da miedo pilotar. Se nota más la velocidad desde fuera que desde dentro de la pista. En el kart estoy concentrada", detalla. Su padre interfiere. "Siempre le digo que venimos a disfrutar. Si se gana, mejor. Somos muy competitivos e intentamos hacerlo lo mejor posible. Si no se gana se aprende. Vemos a niños que cuando no ganan tiran el caso y rompen a llorar. Alba no. Le intento enseñar que cuando se pierde hay que aprender de ello y que no todo es un camino de rosas", asegura.
Bien lo sabe Rubén, cuya rutina se basa en descifrar el jeroglífico en el que se convierte la semana para compaginar entrenamientos, competición, trabajo y colegio. El progenitor es aficionado del ciclismo, nunca participó en ninguna prueba de motor. Posee una empresa de excavaciones y, ante el alto coste económico del karting, hace de todo.
Se le puede ver con el mono de mecánico, los libros para ayudar a Alba con los estudios o con el diván para sentarse y analizar la jornada. Todo ello mientras recorre la geografía española conduciendo para llevar a su hija a las pruebas. "Este mes es un poco locura porque tenemos muchas pruebas.
Enseguida, por el tono, se percibe que Rubén no concibe como sacrificio el encaje de bolillos semanal. Alba se ausenta del colegio los viernes para poder competir. "Dejó de trabajar el jueves a mediodía, viajamos, regresamos el domingo por la noche y el lunes vuelta a la empresa. Alba solo se pierde un día de clases a la semana. Siempre estoy en contacto con la tutora y los profesores y nos ayudan mucho para poder compaginarlo".
La conjugación fuera de la pista no supone dificultad alguna para Rubén y Alba. Dentro de ella, un intangible emerge por encima del resto en forma de contrariedad. El hecho de ser, en la mayoría de carreras, la única chica que compite contra niños más mayores, en ocasiones juega en su contra. "En la pista le dan caña. Fuera le tratan genial, pero dentro noto que no terminan de creer en ella", comienza Rubén.
El impulso de Seresco
"Está corriendo en una categoría que comprende de los 8 a los 12 años y en la que hasta hace poco era la más pequeña. Ahora tampoco es la mayor. Por ejemplo, el fin de semana pasado hizo podio en Valencia y los dos niños que estaban con ella cambian de categoría el año que viene al ser más mayores. A Alba le falta creérselo. Noto que cuesta que le respeten dentro de la pista, pero ella se ve como uno más de ellos. Se hace más fuerte. Fuera del kart le tratan muy bien. Nunca tuvimos un problema", amplía.
Alba cuenta con el apoyo de Seresco, su patrocinador. "Todo esto sin ellos sería totalmente inviable", puntualiza. La pasión de la pequeña, inagotable, le tiene pegada a la tablet para ver las carreras de F1 mientras regresa a casa. "Vive y respira por el motor", asegura su padre. El guepardo ha dado un zarpazo de cien y espera arañar hasta llegar a la Fórmula 1, el sueño de Alba.