Norris iluminó la noche de Singapur tras llevarse una carrera extrema para el resto pilotos por la humedad, aunque extremadamente cómoda para él. Salvó la reválida en la salida con Verstappen, al fin una buena arrancada del británico, y a raíz de ahí tuvo el horizonte despejado durante todo el gran premio. El neerlandés, segundo, solo se deja siete puntos y se convierte en el queso del sándwich de McLaren en el podio, con Piastri en el tercer escalón. [Así hemos vivido el GP de Singapur].

Son sólo siete los puntos que Norris recorta a Verstappen, pues Ricciardo actuó de gregario y le arrebató la vuelta rápida sobre la bocina. Pesan las matemáticas para un Lando que consigue su tercera victoria de la temporada, otra vez tras un dominio aplastante, como en Zandvoort. Aunque tampoco le resultó un domingo redondo.

Cruzó la meta seguido de un Verstappen repuesto de sus innumerables problemas del viernes y que únicamente cede siete puntos en el Mundial. El golpe más fuerte que ha podido asestar Norris, ganar una carrera tras dominar desde la pole, apenas lo siente Verstappen. Su versión calculadora le permite salvar la papeleta en Singapur y mantener intactas sus matemáticas para proclamarse campeón.

No fue un domingo sencillo el de Singapur. La humedad y las altas temperaturas hicieron que cada vuelta fuera más dura que la anterior, especialmente en el tramo final. Norris precintó, tres amagos de irse contra el muro mediante, un gran premio de números. Las estrategias, capitales en un trazado revirado en el que los resultados del sábado no varían en gran medida el domingo. 

De hecho, el circuito por antonomasia de los coches de seguridad, un 100% de probabilidad, vivió su edición más tranquila. Huérfano de safety car y plagado de humo en las cabezas de los ingenieros, para ver cual era la estrategia adecuada. En Ferrari y Aston Martin acertaron. Sainz fue el primero en hacer parada y su undercut le permitió auparse hasta la séptima posición final. 

Norris, durante el GP de Singapur. REUTERS.

Hamilton intentó copiarle, pero la segunda versión no resultó tan productiva. Sí la de Alonso, que cambió gomas y resistió tirando de su manual de magia para retener el octavo puesto. Todo ello, tras un trenecito por detrás de Hulkenberg en el que nadie lograba adelantar. El trazado, por sus características, dificultaba los adelantamientos. Apenas hubo.

Los fuegos artificiales al paso de Norris por meta coincidieron en tiempo y forma con el agradecimiento de Verstappen a Ricciardo que eleva al cuadrado los límites éticos de Red Bull. Con dos equipos y cuatro coches para cumplir los intereses cruzados. El australiano paró a dos vueltas del final y arrebató la vuelta rápida en el último giro a un Lando al que se le acaban las matemáticas.