La pugna entre la Federación Internacional del Automovilismo, la organización que promueve el Campeonato del Mundo de Fórmula 1 y los competidores profesionales, se ha recrudecido en los últims tiempos debido al intento de imponer normas más estrictas en lo que se puede decir durante los Grandes Premios.
El tema no es únicamente el vocabulario inadecuado en ruedas de prensa oficiales, sino que se pretende extiender al control de las emisoras de radio durante la acción en pista, lo cual genera un ambiente de enfrentamiento tanto en la cúpula directiva como en los garajes de las escuderías.
Esta situación no surge de la nada. En el transcurso de los últimos meses, la posición del máximo organismo regulador del automovilismo se ha endurecido progresivamente ante cualquier comportamiento considerado inapropiado por parte de quienes compiten.
El eje del conflicto radica en la decisión de sancionar a los pilotos que utilicen expresiones o realicen críticas que, a juicio de las autoridades, dañen la imagen del deporte o de la entidad reguladora.
Ahora, con la posibilidad de recortar el flujo de la radio e incluso aplicar retrasos o censurar mensajes antes de que se transmitan en directo, el ambiente se ha vuelto todavía más tenso.
Mohammed Ben Sulayem durante el Gran Premio de Estados Unidos.
Antecedentes de confrontación
El primer gran foco de fricción surgió cuando se empezó a examinar el comportamiento de varios pilotos en las ruedas de prensa poscarrera. Allí, expresiones malsonantes o comentarios subidos de tono se convirtieron en el objetivo de la FIA, que argumentó la necesidad de mostrar una imagen intachable ante la audiencia mundial.
El presidente del organismo rector, Mohammed Ben Sulayem, ha reiterado en distintas ocasiones su voluntad de mantener un nivel de profesionalidad que excluya los llamados "excesos verbales".
Para ello, ya en el año 2024 se impusieron multas y actividades obligatorias de servicio comunitario a pilotos que fueron considerados infractores de estas normas de decoro. Uno de los casos más sonados fue el del japonés Yuki Tsunoda, multado durante el Gran Premio de Austria 2024 por pronunciar comentarios descalificativos en un momento de frustración mientras permanecía detenido en el pitlane.
Otro incidente destacado fue el de Max Verstappen, el cuarto veces campeón fue penalizado por unos términos que empleó en rueda de prensa. El neerlandés, además de pagar una multa, se vio obligado a realizar actividades sociales.
Las escuderías y los pilotos esperaban una postura más dialogante de parte de la cúpula de la FIA, quizá con la adopción de un tono menos severo y con un mayor margen para la libre expresión.
Sin embargo, el nuevo borrador del reglamento, presentado durante este invierno, ha endurecido las sanciones económicas y ha incorporado la posibilidad de restar puntos en la clasificación general a quienes violen las normas sobre conducta y lenguaje.
Estas medidas se han recibido con sorpresa y descontento por parte de la Asociación de Pilotos (GPDA), que considera que se está restringiendo de manera desproporcionada su libertad de expresarse dentro de un deporte que, por su propia naturaleza, está plagado de momentos de tensión y adrenalina.
Max Verstappen y Lando Norris, durante el GP de México
La radio, en el punto de mira
El segundo foco de controversia, y el que ha encendido todavía más los ánimos recientemente, está relacionado con la intención de la Federación de regular con mayor firmeza lo que se dice por radio entre quienes compiten y sus equipos.
En declaraciones realizadas en el circuito del Jarama esta semana, Ben Sulayem dejó claro que está considerando seriamente la posibilidad de retrasar la señal de radio o incluso limitarla en directo para censurar cualquier exceso verbal que se pueda transmitir.
Desde la perspectiva de la entidad reguladora, esta medida busca mantener un tono adecuado en las retransmisiones, evitando que palabras fuera de lugar lleguen al público que sigue la carrera en directo.
No obstante, tal decisión choca de frente con los intereses del promotor de la Fórmula 1, la FOM (Formula One Management), que posee los derechos de emisión y ha convertido las conversaciones por radio en un elemento clave del espectáculo televisivo.
Durante los últimos años, se han usado extractos de esas conversaciones para mostrar la tensión y la intensidad de las batallas en la pista, reforzando la narrativa de la categoría ante los espectadores.
En muchos casos, la FOM ya aplica un ligero retraso en la transmisión de estos mensajes para cortar expresiones inapropiadas o que puedan resultar excesivamente ofensivas. Pero esta especie de "filtro" se realiza con cierta discrecionalidad y está más orientado a velar por la corrección política que a censurar por completo la naturalidad de las reacciones en plena carrera.
La propuesta de la Federación, en cambio, va un paso más allá, al plantear la posibilidad de suprimir secciones completas de la radio o directamente impedir que lleguen al dominio público.
Rechazo unánime
Los equipos han reaccionado de manera desigual, si bien la mayoría concuerda en que existe un peligro de sobrecontrol que afecte la emoción de las retransmisiones. Por su parte, la GPDA ya trasladó una carta a la FIA, instando a que su presidente también revise su forma de dirigirse a los competidores.
En esa misiva se recordaba que quienes están al volante son personas adultas y que abordar asuntos, como la prohibición de joyas o la imposición de multas por un mero desahogo verbal, constituye un exceso.
El propio Ben Sulayem respondió de manera contundente a esas quejas, subrayando que las decisiones de la FIA no están sujetas a debate abierto y cuestionando el elevado nivel de ingresos de algunos atletas, lo cual incrementó la tensión y la sensación de que la Federación se encuentra en un pulso de poder con quienes corren. "Cobran cientos de millones, ¿les pregunto en qué los gastan?", señaló el máximo responsable del automovilismo.
Uno de los ejemplos más visibles de la confrontación ocurrió cuando Max Verstappen, doble campeón del mundo, insultó a los comisarios a través de la radio de equipo tras recibir una penalización por un incidente con Lando Norris.
Christian Horner, jefe de la escudería Red Bull, argumentó que esas expresiones son fruto de la adrenalina y que el hecho de que se transmitan públicamente puede ser desproporcionado. Helmut Marko, por su parte, admitió que el neerlandés debe medir mejor sus palabras para evitar mayores consecuencias, aunque también criticó la supuesta inconsistencia de los comisarios a la hora de aplicar los castigos.
Nuevas sanciones de cara al futuro
La perspectiva de nuevas y más duras sanciones para el año 2025 ha generado un clima de inquietud en el paddock. Según recogen medios especializados, la FIA pretende multiplicar hasta por cuatro las multas por lenguaje ofensivo o comportamiento inapropiado, y además contempla la posibilidad de suspender durante un mes de todas las competiciones a quienes sean reincidentes en tres infracciones.
Con ello, los puntos acumulados en la clasificación de un campeonato podrían verse seriamente comprometidos, afectando las aspiraciones de los favoritos. Este tipo de medidas también se orientaría a frenar críticas públicas que se consideren lesivas para la imagen de la entidad reguladora.
El objetivo es que ningún corredor o equipo cuestione de forma abierta las decisiones del estamento deportivo, so pena de recibir multas económicas o suspensiones. Tal política ha sido tildada por algunos analistas como un paso hacia la censura, en detrimento de la transparencia y el debate abierto.
Guerra abierta
Quienes participan en esta disciplina se encuentran ante un dilema: por un lado, la energía competitiva y la emoción del momento suelen provocar reacciones espontáneas que pueden incluir expresiones malsonantes o comentarios enérgicos.
Por otro lado, la imposición de controles cada vez más estrictos sobre su forma de comunicarse limita la naturalidad y podría convertir el deporte en un espectáculo demasiado comedido.
Para las escuderías, la gestión de las emociones de sus corredores se convierte, por tanto, en una tarea adicional a la estrategia en carrera. En Red Bull, por ejemplo, se han alzado voces como la de Calum Nicholas, uno de los mecánicos de Verstappen, quien afirmó que dentro del equipo no se perciben las palabras fuertes del neerlandés como un ataque personal, sino como un desahogo generado por la presión intensa. En su opinión, es desproporcionado penalizar con dureza algo que forma parte intrínseca de la competitividad.
Fernando Alonso y Ben Sulayem, presidente de la FIA
Sin embargo, la cúpula directiva de la FIA parece decidida a seguir adelante con la línea dura, y el futuro inmediato apunta a negociaciones complejas entre los organizadores y los responsables de la señal televisiva. Recortar las radios, someterlas a una verificación previa o imponer un retraso más largo, podría afectar de manera negativa la calidad y la inmediatez de las retransmisiones, un valor que la FOM ha cultivado como parte del espectáculo.
En el fondo, más allá de las palabrotas, existe una batalla por el control de la categoría reina del automovilismo. El promotor comercial, los equipos y la propia Federación mantienen un equilibrio delicado, en el que las decisiones sobre lo que se escucha o no durante las carreras son una parte esencial de la estrategia de negocio y de la narrativa deportiva.
La FOM sabe que los intercambios por radio suponen un gancho importante para el público, ya que brindan acceso a las reacciones en caliente de los protagonistas y añaden un componente humano a la competición. Limitar de forma excesiva esos audios o someterlos a un filtro completo arriesgaría la espontaneidad que ha logrado atraer a millones de aficionados en los últimos años.
Del otro lado, la Federación alega que su objetivo es mantener un grado de decoro y respeto, tanto entre quienes compiten como hacia los oficiales y comisarios que velan por la seguridad y la justicia deportiva. Si los pilotos "pierden los papeles" en público con demasiada frecuencia, eso podría empañar la imagen de una competencia que pretende situarse en la cima de la excelencia técnica y profesional.
Aun así, el presidente del máximo organismo rector no parece dispuesto a dar su brazo a torcer. Con las miras puestas en la temporada dos mil veinticinco, los planes de endurecimiento de multas e incluso la posibilidad de penalizaciones deportivas están sobre la mesa. Se perfila, por tanto, un pulso que no solo aborda el uso de vocabulario soez, sino que trasciende hacia la propia gobernanza del campeonato.