"Entonces, ¿si quisiera volver al Everest sería de forma ilegal?". Carlos Soria, 76 años, 12 de los 14 ochomiles en la mochila, sonríe divertido. Él, que ha estado tres veces la cima de la montaña más alta del mundo, podría ser un indocumentado en la vertiente nepalí. Él, cualquier menor de edad y también los discapacitados, porque el gobierno de Nepal está estudiando la posibilidad de establecer una serie de límites a la hora de dar permisos para escalar el monte más conocido del mundo.
El ministro de Turismo de Nepal, Kripasur Sherpa, ha explicado al diario británico The Guardian que están estudiando una nueva regulación para tratar de “evitar las aglomeraciones” y reducir en lo posible el riesgo. “No podemos dejar que cualquiera vaya al Everest y luego muera allí. Si no están física o mentalmente preparados, darles permiso para escalarlo sería como un suicidio legal”, señaló el ministro.
Esto incluiría, según ha explicado Mohan Sapkota, portavoz del Ministerio de Turismo, no otorgar el permiso de escalada a menores de 16 años, mayores de 75 o personas con discapacidades. Y una medida que ha sido acogida con agrado por la comunidad alpinista: exigir que los que vayan al Everest acrediten tener experiencia en la montaña y hayan pisado, al menos, una cumbre de más de 6.500 metros de altura.
“En el año 86, la primera vez que yo fui al Everest, sólo podía ir una expedición por cada ruta. Ese año pisaron la cumbre cuatro personas”, recuerda Soria. “No me parece mal que impidan que críos pequeños hagan este tipo de expediciones. Es ridículo además de peligroso. Es una barbaridad que un niño de 12 o 13 años suba al Everest. Sobre los mayores habría mucho que discutir. Yo llevo 67 años subiendo a las montañas y nunca me han rescatado. Pero los discapacitados… No lo entiendo. Coincidí con un ciego que hizo cumbre conmigo en el Everest en 2001, y muchos quisieran tener las condiciones físicas que él tenía. Había que ver cómo subió y cómo bajó”, explica.
Su opinión la comparte otro reconocido alpinista español, Ferrán Latorre, que lleva 10 de los 14 ochomiles, todos ellos sin oxígeno. “Hay que poner algún límite, eso está claro. Pero por edad no lo veo, porque es responsabilidad de cada uno o, en el caso de los menores, de sus padres. Y desde luego lo de los discapacitados me parece inadmisible, es ir en contra de todos los principios del alpinismo”, dice.
Pedir requisitos y experiencia previa sí es algo en lo que parecen estar de acuerdo los profesionales de la montaña. “En el campamento base del Everest siempre hay gente que apenas tiene experiencia previa en ochomiles, y sería bueno tratar de reducir el riesgo que supone esa gente en la montaña”, explica Latorre. Soria lo matiza. “En realidad, me parece muy buena medida, pero el Gobierno nepalí no la va a aplicar. Nunca lo hace”, denuncia.
No le falta razón. En los últimos años, Nepal ha anunciado multas a los montañeros o expediciones que no bajen su basura del campo base. “Y prácticamente nadie lo cumple. Los oficiales de enlace del Gobierno, a los que hay que pagar un canon y equipar, y que deberían estar durante toda la expedición en el campo base, nunca están. Y así es imposible que se cumplan las medidas”, cuenta.
Aglomeraciones en la cima del mundo
Lo cierto además es que con medidas de este tipo no se conseguiría evitar el principal problema del Everest, el que supone un mayor riesgo para los montañeros. Las aglomeraciones. Desde el año 1953 hasta hoy, 7.001 personas han hollado la cumbre de la montaña más alta del planeta y 282 han muerto en sus laderas. Casi el 70% de los ascensos se han hecho en los últimos 15 años. En 2013, por ejemplo, fueron 658 cumbres, y sólo en un día, el 23 de mayo de 2010, 169 alpinistas hicieron cumbre, más que en los primeros 30 años de expediciones a la montaña más alta de la Tierra.
Lo preocupante es que gran parte de los montañeros que intentan el Everest lo hace por la misma ruta, la cara Sur, que pasa por el temido cuello de botella del escalón Hillary. “Además, la ventana de oportunidad para atacar cumbre en el Everest es muy pequeña por los monzones, muchos años de no más de tres o cuatro días por temporada”, explica Soria.
Son cada vez más los que piden que se intente evitar estas aglomeraciones. Junko Tabei, la primera mujer que escaló el Everest, reclamaba al gobierno nepalí que limite el número de permisos para eliminarlas. “Sólo hay un sistema para evitar atascos y aglomeraciones, y es limitar el número de ataques a cumbre a 100 por día”, reclama Soria, sabedor de que es un canto al cielo.
“No lo van a aplicar nunca. Al fin y al cabo, buena parte de los ingresos del país vienen precisamente de los permisos para escalar el Everest”, coinciden Soria y Latorre. Ese es precisamente el quid de la cuestión. Los permisos no son gratuitos, y el Gobierno nepalí obtiene al año unos cinco millones de dólares de las expediciones, a lo que habría que sumar el canon por limpieza y por el oficial de enlace que pagan las expediciones.
Aludes y terremotos
Este año, con mayor motivo. La temporada 2014/2015 fue catastrófica para Nepal y particularmente para el Everest. Un alud al inicio de la temporada mató a 16 de los sherpas que cada año, por un salario de 10 dólares diarios, se juegan la vida colocando escaleras y cuerdas fijas en el glaciar del Khumbu para facilitar el ascenso. Meses después, el terremoto que provocó más de 9,000 muertes en Nepal se llevó la vida de 18 personas en el campo base del Everest. En total, en la temporada, sólo seis personas lograron hacer cumbre por el lado nepalí, y 100 más en la vertiente tibetana.
Por eso las medidas anunciadas por el Gobierno para limitar los accesos esta temporada parecen hechas con la boca pequeña. “No les conviene que vaya menos gente, al revés, lo normal es que quieran seguir ingresando dinero por el turismo, los trekkings y los permisos de escalada. Pero tratar de hacer esa escalada más segura, exigiendo requisitos o experiencias previas, sí me parece asequible y recomendable”, señala Latorre. Coincide Soria. “Los trekkings y los permisos de escalada son una forma de ayudar al país, de recuperarse. Tenemos que seguir yendo a Nepal, es un país con unas gentes maravillosas y con unas montañas impresionantes. Pero hay que tratar de hacerlo de forma lo más segura posible”.
De momento, y mientras se confirman las medidas, los sherpas del Khumbu ya han comenzado a colocar escaleras de nuevo en la ruta, y se han concedido 36 permisos de expedición para la temporada de otoño en todo el país. Sólo una para el Everest. En primavera, confían en que la avalancha de este año sea de montañeros y no de nieve.