Es más que probable que una lectora incauta caída en las páginas de deportes como tú se haya despertado ilusionada cual chiquilla enamoradiza. ¿Qué me regalará? ¿Se habrá acordado de esos pendientes que tanto me gustaban? ¿Y dónde cenaremos? ¿Reservará en aquel vietnamita fashion? Pues no. Siento desilusionarte, pero no. A secas. No a todo.
Tu novio, tu marido está a otra cosa. Concretamente al Barça-Celta. Tanto si cree en la remontada como si ha perdido la esperanza -algo que tu habrás hecho ya o harás en las próximas líneas- cuando descubras que si gira la cabeza es para ver el Arsenal-Leicester o el Manchester City-Tottenham. Es lo que hay. Ya lo decía Rita Pavone...
Aunque no todos los problemas van a ser por culpa del fútbol. De hecho... ¿No será al revés? ¿No será todo culpa del amor? No por nada, es que era Kristin, la mujer de Lance Armstrong en su época de esplendor dopante, la que se refería a la EPO como "mantequilla" y quien la guardaba en la nevera junto a la leche.
Y eso por no hablar de aquel matrimonio tan bien avenido que formaban Marion Jones y Tim Montgomerie, los dos atletas olímpicos y los dos entre rejas de tanto compartir los paquetes que llegaban puntualmente de los laboratorios BALCO entre otras cosas.
Es lo que tiene el amor, que no se lleva especialmente bien con el deporte. Porque lo que Paul Bettany y Kirsten Dunst nos enseñaron en 'Wimbledon' nada tiene que ver con el deporte profesional.
De hecho, más bien todo lo contrario. A ver cómo nos olvidamos de Rory McIlroy y Caroline Wozniacky. Tanto el golfista irlandés como la tenista danesa vivieron días de vino y rosas, pero ambos tuvieron la necesidad de romper la relación para que su carrera profesional no se fuera por el desague. Cuando ya habían enviado las invitaciones de boda se echaron atrás y si él terminó el 2014 firmando un contrato multimillonario con Nike de 250 millones de dólares, con dos torneos de Grand Slam y con el número uno del mundo y ella alcanzó la final del US Open, su mejor resultado desde 2009.
Queda así totalmente descartado aquello de que los efectos físicos y psicológicos del enamoramiento son tan beneficiosos como perjudiciales para el sistema inmunitario las consecuencias del desamor.
Pregunten si quieren a Wilt Chamberlain, mito absoluto de Los Angeles Lakers, soltero y entero desde su primera relación sexual a los 15 años hasta que un infarto se le llevó por delante en 2009. El mismo que anotó 100 puntos en un solo partido con Philadelphia Warriors. El mismo que presumió en su autobiografía de haberse acostado con más de 20.000 mujeres sin dejar que ninguna de ellas le hiciera pasar por la vicaria.
Aunque claro, a 1,2 mujeres por noches durante toda su vida adulta -digamos que nadie le cree demasiado en las cifras- no le dio para distraerse de más. A otros que se engancharon, a los que estuvieron más cerca del 'amor' incluso hubo quien le dio un toque. Recuerden lo que hizo Florentino con Cristiano, al que le prohibió viajar a Marruecos como contó aquí, en EL ESPAÑOL, nuestra compañera Pilar Vidal.
Y todo eso sin contar el mayor incordio de esto del amor, que no es otra cosa que el sexo. Porque si aquel cantante olvidado de Operación Triunfo decía que mejor nada de nada la noche antes de actuar para no perder media nota, los deportistas lo tienen claro: nada de sexo antes de competir. Y así no hay quien pueda. Bueno sí, Floyd Mayweather puede, aunque él y San Valentín…