Un pentacampeón del mundo que no pierde la ambición. Un premio Princesa de Asturias de los Deportes que nunca cesa en su empeño de ser una pizca mejor cada día. Ese es Javier Gómez Noya (Basilea, 1983), el mejor triatleta español de la historia. Casi recuperado al cien por cien de una lesión que truncó el sueño del oro olímpico en los Juegos de Río 2016 –la única gran victoria que falta en su dilatado palmarés–, una sonrisa desafiante vuelve a emerger en su rostro de rasgos juveniles. "Ahora disfruto cada entrenamiento como hacía tiempo que no disfrutaba. Estoy muy motivado", dice el ferrolano.
En su brazo izquierdo todavía está fresca una cicatriz de unos cinco centímetros. En Lugo, cuando estaba afinando su preparación para el gran objetivo de la temporada, Gómez Noya se cayó de la bici. El diagnóstico: una fractura con desplazamiento de la cabeza del radio. “De las caídas que he sufrido en mi vida, fue en la que más despacio iba. No me hice ni una herida”. Cuatro meses después del gran varapalo, sus ganas de volver a competir son más grandes que nunca: “Todo esto ha sido una motivación para seguir peleando por mis sueños”.
Este sábado participó en un triatlón solidario bajo techo de distancia super sprint (300 metros de natación, 10 kilómetros en bici estática y dos corriendo sobre una cinta transportadora), organizado por Bridgestone en la sede del Consejo Superior de Deportes. Más de 280 participantes recorrieron un total de 1.875 kilómetros que se han traducido en 3.750 euros para la ONG pontevedresa 'O Mirador'. Y Gómez Noya no parece que haya estado apeado de los entrenamientos durante tanto tiempo. Antes de competir por una buena causa, se sentó con EL ESPAÑOL unos minutos para charlar sobre sentimientos encontrados, la recuperación, los objetivos a largo plazo y sus aficiones.
La planificación de la temporada pasada estuvo enfocada únicamente a los Juegos de Río. ¿Qué fue lo que le pasó por la cabeza cuando se enteró del alcance de la lesión?
Fue una decepción. Un momento duro, de los más duros de mi carrera deportiva, y no te queda otra que asumirlo. Tienes dos opciones: o deprimirte y dejar todo o tratar de solucionar el problema. Decidí superarlo, evidentemente. Sabía que iba a llevar mucho tiempo, mucha rehabilitación, paciencia –eso que a veces los deportistas no tenemos demasiado– y tratar de recuperarme para volver a estar como estaba. Hay que ver las cosas también con perspectiva. He tenido momentos complicados, pero también muy buenos, y al final eso es la vida de un deportista: altibajos, días buenos, días no tan buenos… Hay que tratar de seguir adelante siempre.
¿Cómo fue el hecho de ver la prueba olímpica desde la distancia?
Al principio, sí pensaba que iba a ser duro, pero ya había pasado un mes y lo asumes. Soy un aficionado al triatlón, me gusta verlo, disfrutar de las carreras, y es inevitable no pensar que “ojalá hubiera estado allí”. Pero disfruté de una gran competición viéndola por televisión en mi casa y sabiendo lo que estaban sufriendo los allí presentes.
El objetivo ahora es preparar las Series Mundiales de 2017 para llegar en condiciones óptimas y poder pelear por un sexto campeonato, algo que ningún triatleta ha logrado en la historia. La primera parada será en Abu Dhabi, luego Gold Coast, Yokohama, Leeds... “Todavía estamos en pretemporada, pero voy casi más feliz a entrenar que antes. Disfruto al estar encima de la bici, al correr y nadar sin molestias, y eso me hace tener mucha motivación. Iré con la idea de ganar”.
Aunque la competencia y la exigencia serán máximas. “Si quieres estar en la pelea, es muy difícil que te salgan los resultados justo como quieres para alejar a tus rivales. Es una guerra en cada carrera y no creo que haya margen para descartar ninguna de las pruebas”.
Gómez Noya destila felicidad y dice que está disfrutando “como si fuese un niño” en su primera temporada en el triatlón. Se sienta, piensa en el calendario e imagina las carreras. Pero con 33 años no quiere marcarse objetivos a largo plazo. Si aguanta hasta Tokio 2020 al máximo nivel, fantástico; si no, la larga distancia –ganó el campeonato del mundo de ironman en 2014– es muy atractiva para él. Eso sí, el ferrolano, enrolado en las filas del Club Fluvial de Lugo desde hace más de 17 temporadas, reconoce que, pase lo que pase, se seguirá “dedicando de lleno a este deporte”.
En el libro "A pulso" (Córner, 2015, por Antón Bruquetas y Paulo Alonso), afirma que nunca ha tenido que renunciar a nada en su carrera deportiva para llegar hasta lo más alto, y que otros deportistas sí lo han hecho. ¿En qué se diferencia de ellos?
No he tenido que renunciar a nada porque al final he decidido lo que me gusta y he hecho lo que he querido siempre. En cierto modo, sí renuncias a cosas, porque si eliges lo que te gusta no puedes hacer otras cosas, pero no echo de menos demasiadas. En los tiempos que corren, me siento un privilegiado de tener como trabajo lo que me gusta hacer. No siento que voy a trabajar cada día cuando me levanto, me siento igual que cuando tenía 16 años y salía del instituto e iba a entrenar. Es lo mismo, solo que ahora entreno un poco más y tengo la suerte de que me pagan por ello.
¿Vamos a ver algún día un disco suyo en las tiendas?
No lo creo (risas). No creo que haya una discográfica con la valentía de ficharme. Pero bueno, disfruto mucho tocando la guitarra con mi hermano y con otra gente y es algo a lo que me gustaría dedicarle más tiempo. Quizás cuando me retire tenga más tiempo.