Cada vez que la joven emiratí pisa el hielo, los ojos de los espectadores se posan inevitablemente sobre ella. No lo hacen por sus piruetas, ni por sus saltos, aunque ella en realidad desearía que así lo hicieran. Los ojos se van irremediablemente hacia esa pequeña figura subida a unos patines que cubre su cabeza con un velo, y que lejos de los escuetos maillots llenos de purpurina y transparencias de las patinadoras del resto del circuito, ella enseña poco. Sólo su arte.
Zahra sueña desde hace años con ser la primera patinadora de su país, Emiratos Árabes Unidos, en participar en unos Juegos de Invierno. Un logro ya per se gigante que además quiere compaginar con otro igual de simbólico para ella: quiere hacerlo siendo la primera patinadora de religión musulmana que lleva hijab, tanto cuando entrena como cuando compite. Unas competiciones en las que sus trajes le cubren siempre escote, brazos, espalda y piernas.
Un clásico de Disney
La historia de esta patinadora de 21 años comenzó cuando la pequeña Zahra apenas tenía 11 y acaba de ver en el cine un clásico de Disney: La princesa de hielo. Hizo entonces lo que buena parte de los preadolescentes del mundo: decirse a sí misma “yo quiero ser como ella”, y ponerse manos a la obra.
La primera vez que se puso unos patines y trató de deslizarse sobre el hielo en una pista en Abu Dhabi se dio de bruces con el hielo. Pero la constancia y las horas de entrenamiento la llevaron tan lejos que cuando la cosa empezaba a ponerse seria, su padre le pidió que dejara el deporte. “Cuando llegué a una determinada edad mi padre me pidió que dejara de patinar, aunque me lo pidió con suma delicadeza” explica la joven, que estudia ingeniería ambiental en la Universidad de Abu Dhabi, a la versión saudí de la revista The Economist.
“Me prohibió ir a competiciones nacionales, pero seguía permitiéndome ir a ver a mis compañeras de equipo cuando participaban en pruebas. Ahí es cuando me vió lo que yo disfrutaba cviéndolas y animándolas, lo que amaba este deporte, y entonces me permitió seguir con mi sueño”, cuenta.
Su sueño ha ido evolucionando con el paso de los años, y ahora entrena entre cuatro y horas siete horas a la semana, no sólo sobre el hielo sino también ballet y expresión corporal. Sus horas de esfuerzo sobre el hielo ya han tenido recompensa: ha ganado el campeonato nacional de Emiratos, y ha sido becada para, con los fondos de Solidaridad Olímpica, seguir su formación hacia su sueño.
“Espero que todas las mujeres que persiguen sus sueños puedan hacer como yo, y no permitir que ninguna montaña se interponga en su camino”, repite la patinadora.