Sin récord del mundo en Berlín, Kipchoge es el mejor maratoniano de la historia
El keniata ganó bajo la lluvia el maratón de la capital germana en un tiempo de 2h03m32s, quedándose a más de medio minuto de la plusmarca mundial.
24 septiembre, 2017 11:56Noticias relacionadas
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Vivir de forma humilde y entrenar muy duro. Esa es la filosofía de Eliud Kipchoge, el hombre que no cree en los límites del ser humano. Después de correr el maratón más rápido de la historia el pasado mayo en Monza (2h00m25s), en el proyecto Breaking2 de Nike, su objetivo en la prueba de Berlín era rebajar una marca — 2h02m57s de su compatriota Kimetto— desconocida para cualquier maratoniano, excepto para él. Kipchoge sabe lo que es correr a un ritmo imposible, es el único que conoce los aledaños de la temible barrera de las dos horas.
La prueba de Berlín, el único circuito —muy llano y sin giros bruscos— donde se ha pulverizado la plusmarca mundial de los 42,195 kilómetros en los últimos 15 años, y con un cartel de lujo —Kipchoge, Kenenisa Bekele, recordman de 5.000 y 10.000 metros, y Wilson Kipsang, explusmarquista planetario de maratón—, había generado semejantes expectativas que correr en menos de 2h02m57s no era plausible, sino que se daba por descontado.
Pero la capital de Alemania, donde este domingo los ciudadanos están llamados a las urnas para renovar a la canciller Angela Merkel o entregarle la presidencia a Martin Schultz, amaneció tristona y empapada en agua. Las condiciones no eran las óptimas y ese duelo a tres quedó sin hostilidades, en un mero espejismo, con Kipchoge ganando el octavo maratón de su vida de nueve en los que ha participado en un tiempo de 2h03m32s, a 35 segundos del récord y a casi tres minutos de su registro no oficial en el templo de la velocidad, donde fue ayudado por liebres que entraban y salían.
"Estoy contento con mi carrera. Las condiciones no eran nada buenas por culpa de la lluvia", reconoció Kipchoge, natural de la aldea de Eldoret, donde entrena en pistas de tierra y carga cubos de agua extraídos de un pozo de forma humilde, sin reparar en que es uno de los mejores atletas pagados del mundo.
El campeón olímpico, de 32 años, había avisado en la previa de la carrera que su intención era pasar la media maratón en 60m45s, un ritmo rapidísimo. Tal vez la constante lluvia otoñal que empapaba las calles de la capital germana obligó a cambiar la estrategia: los primeros 21 kilómetros se completaron en 61m29s, una proyección exacta para igualar el récord del mundo. Mientras Kipsang revoloteaba en el grupo y Kipchoge, extremadamente concentrado, mantenía su correr inalterable, Bekele, como un globo perforado por un alfiler, explotó.
Ya sin el etíope, el ganador de la edición del año anterior en 2h0303s —la segunda mejor marca de la historia—, a quien se le abría un abismo cada vez mayor, la carrera transitó por unos derroteros totalmente inesperado tras cruzar la pancarta del kilómetro 30. No solo se retiró ahí la última liebre, sino que Kipsang, que transmitía unas sensaciones fantásticas, se paró a vomitar. Quedaban Kipchoge, la lucha contra el crono y un inesperado outsider: Guye Adola, un debutante sobre la distancia.
El etíope, rozando codos con el campeón olímpico, se atrevió incluso a atacar, cogiendo unos metros de ventaja. Sin embargo, descubrió que esta no es una prueba de cambio, de tirones, sino de ritmo. La fatiga apareció en sus piernas (2h03m46s) y Kipchoge le superó. Ya sin opciones de lograr el récord del mundo, el keniata sprintó en la Puerta de Brandenburgo para, todavía sin su nombre en el número uno de la lista oficial, decir que ya es el mejor maratoniano de la historia.