Lo tenía todo, dinero, un buen trabajo, rodeado de grandes personalidades... pero de la noche a la mañana Juan Miguel Esteban se vio con sus huesos en prisión. Un delito contra el derecho de los trabajadores del que se declaró inocente le llevó a la cárcel en el año 2007. Era aficionado al atletismo primero y al lanzamiento de jabalina después, pero una lesión le obligó a coger las pesas y se pasó al fitness, donde llegó a ser subcampeón de España y campeón de Madrid. Pesaba 130 kilos cuando ocurrió todo.
En prisión, con una condena de 14 años y privado de cualquier libertad, Juan Miguel comenzó a correr en un patio de 120 metros cuadrados, cada día, durante varias horas, y cambiando de sentido para no sobrecargar las piernas. No tenía fisioterapeuta, ni material adecuado, ni alguien que le curara las ampollas.
"Después de tantos años dando vueltas allí dentro las plantas de los pies se me levantaban enteras y me quedaba sin piel. No fui a un fisio en 7 años. Tenía que romper cuchillas de afeitar y usarlas a modo de bisturí para poder cortar las pieles y que así no se infectaran", cuenta Juan Miguel a EL ESPAÑOL.
Además, Juan Miguel, apasionado de la nutrición deportiva, tampoco las tuvo todas consigo en cuanto a alimentación se refiere. "La alimentación era malísima, intentaba comer lo mejor que podía. Normalmente me daban sopa y filete, que era agua con color rojo con alguna que otra estrellita y un filete con nervios como los dedos de gordos", relata el madrileño.
Entrenador personal dentro de la prisión
El resto de presos y los funcionarios se reían de él, pero llegó el punto en que la constancia de Juan Miguel dio sus frutos. "Yo era el loco del patio y ahora me río de todos". Le dieron permiso para participar en la Carrera Nocturna de Aranjuez, quedó en el puesto 70 el primer año y sexto el segundo. Fue entonces cuando se formó una larga cola alrededor de su celda:
"Mi constancia durante tantos años hizo que los internos me pidieran ayuda y generé mi propia escuela de atletismo dentro de prisión. Más de 100 personas entrenaban conmigo. Pude desenganchar a mucha gente de las adicciones y eso es algo que me ha marcado. Ahora me he encontrado a muchos de ellos y me lo agradecen porque ahora tienen una vida normal".
Una historia que quiso contar. Juan Miguel escribió a Alex Calabuig, director de una revista deportiva, y no recibió respuesta, fue entonces cuando encontró un ángel de la guarda llamado Martín Fiz, que logró que su historia viera la luz.
"Esa gente lo tiene todo y no esperaba nada a cambio. Se volcaron en mi (Álex y Fiz) y me dijeron que me iban a ayudar y así fue. Me hicieron un reportaje durante 6 meses al estar yo en la cárcel. Aunque cuando consigo que salga el reportaje en 2015 me prohíben la entrada de la revista en la cárcel", cuenta Juan Miguel.
Una historia de superación premiada con la libertad
La historia de Juan Miguel Esteban llegó a manos de la dirección general de instituciones penitenciarias, que emitió el veredicto que el madrileño llevaba esperando años. "Recoge tus cosas que te vas a tu casa", le dijeron. "Todos se rieron de mí. Al día siguiente sonó el megáfono y me dijeron que me iba. Ahora el que se ríe soy yo. Salí de allí y empecé a correr maratones por todo el mundo".
Después vino lo difícil, volver al mercado laboral. Por suerte para Juan, sus conocimientos del deporte le llevaron a entrenar a "grandes peces gordos de España" cuyos nombres no puede desvelar, gente que le ayudó a salir del pozo: "Cuando se enteraron de mi situación me hicieron más de 50 cartas que entregué a mi juez diciendo que se hacían cargo de mí, que no había ningún problema conmigo y que estaba reinsertado".
Después, gracias a un golpe de suerte, pudo conseguir un trabajo como profesor en el Colegio Estudiantes: "Organicé la carrera popular de cada año, fue todo un éxito y me quedé".
Y se lanzó a correr el Ironman de Lanzarote. Ramon Arroyo, triatleta con esclerosis múltiple y cuya historia se llevó al cine, fue quien le convenció en los premios Runner’s World EDP, en los que Juan Miguel se llevó el galardón a la mejor historia de superación personal en 2017.
Allí, en Lanzarote, Juan sirvió de ejemplo a muchos otros presos, a los que les hizo emocionarse con su historia: "Fue lo mejor que me ha pasado, porque como preso les pude explicar lo que había, lo que pasaba, lo que se iban a encontrar, por lo que pueden luchar… hice llorar a todos".
Eternamente agradecido a los que le sacaron del pozo
Juan será libre a finales de 2019, pero mientras tanto piensa en su siguiente desafío, que tendrá lugar esta misma semana. Será la Swimrum 'Entre dos mundos', un reto muy especial en el que los participantes nadarán 8 kilómetros y correrán 32 atados por una cadena, en parejas, y que hace referencia a la situación de Juan Miguel, "con un pie dentro y otro fuera de prisión" y en el que también colabora Urko Pinto, funcionario de prisiones en Lanzarote.
Un reto y una nueva oportunidad que no hubiera sido posible sin la ayuda de numerosos patrocinadores que apostaron por él ni de su familia. "Llevo dos años con mi chica Sandra y su niño Max y quiero darles las gracias por haber estado desde el minuto uno a mi lado y por tener la paciencia que tienen conmigo. Nunca se lo he agradecido", cuenta emocionado.
Una amarga experiencia y una reflexión final, la de un Juan que no cambiaría nada de lo que tenía antes por todo lo bueno que está viviendo ahora: "Yo con lo que me quedo es haberme dado cuenta de la gente que tenía, gente de mentira, y de tener ahora la gran suerte que tengo a mi lado. No cambio 20 vidas de las de antes a los amigos que tengo hoy".
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