Un chico tímido. que apenas levanta la voz, con la mirada esquiva detrás de las gafas, y que, sin embargo, se convierte en un coloso capaz de volar sobre el hielo en cuanto se calza los patines.
Este sábado 26 de enero Javier Fernández ha logrado en Minsk su séptima medalla de oro consecutiva en un Campeonato de Europa. Un triunfo que consolida al madrileño, a sus 27 años, como uno de los mejores patinadores de la historia.
A sus siete Europeos suma dos Mundiales, un bronce en los Juegos Olímpicos de Pyeongchang de 2018 , ocho Campeonatos de España e innumerables trofeos más. Con éste último, pone broche de oro a su carrera.
Un final a la altura
"Sería una agonía preparar otro ciclo olímpico al completo", ha admitió, confensando que empieza a acusar el paso de los años. Nadie lo diría viendo su actuación en la capital bielorrusa, con la cual superó la decepción que supuso quedar tercero tras el programa corto y tener que jugárselo todo en el programa libre.
Metido en la piel de Don Quijote de La Mancha, papel que le dio el citado bronce en los últimos Juegos, Javier retuvo su puesto habitual en los Europeos: el de privilegio. Volando sobre la pista volvió a asombrar a propios y extraños.
Toda esta historia comenzó en La Nevera, club ubicado en la localidad madrileña de Majadahonda. Allí también entrenaba su hermana, Laura, con quien se marchó a Jaca. De allí dio el salto a Estados Unidos, más concretamente a Nueva Jersey, en 2008. Sin su hermana, pero con un grupo de patinadores comandado por el ruso Nikolai Morozov.
De la mano de Morozov, Javier se convirtió en 2010 en el primer español en participar en unos Juegos Olímpicos desde 1956. Pero el madrileño ansiaba algo más que ese decimocuarto puesto conseguido en Vancouver, y pasó a la disciplina del canadiense Brian Orser, campeón mundial en 1987 y medallista de plata en los Juegos Olímpicos de 1984 y 1988.
Contra vienta y marea
Los resultados no se hicieron esperar, y, con más atención que con Morozov, Javier comenzó a forjar su leyenda. Residiendo en Toronto, el español ha superado todo tipo de trabas: estar lejos de su familia, no tener compañeros, ser incomprendido al principio por la Federación Española de Deportes de Hielo, no tener papeles para firmar el alquiler de un piso o contratar un teléfono...
El peor momento llegó en los Juegos Olímpicos de Sochi 2014, cuando una frase sacada de contexto le valió el calificativo de homófobo. En una entrevista, el madrileño recomendó a los deportistas homosexuales presentes en Rusia que se "cortaran". Un mero intento por proteger al colectivo LGTBI de la dura legislación rusa que le llevó a tener que salir de nuevo a dar declaraciones para aclararlo todo.
Pero nada pudo con la voluntad de un Javier Fernández que sus patines son sus alas. Afirma que sale "a comerse el mundo" cuando pisa el hielo", y pese a que siempre comienza con rostro serio su ejercicio, la sonrisa llega con el primer salto.
Una expresividad masiva para un magnífico bailarín, que en Minsk ha finalizado su carrera con su fiel acompañante en el Campeonato de Europa: la medalla de oro.
[Más información: Javier Fernández y el Campeonato Europeo: el adiós a una leyenda del patinaje sobre hielo]
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