Carolina Marín está de vuelta. La mejor jugadora de la historia del bádminton en nuestro país va a regresar a la competición este 2020 participando en el World Tour de Odense, en Dinamarca, lugar señalado para evaluar en qué condiciones se encuentra tras siete meses sin competir. Una auténtica odisea que ha marcado la carrera de la onubense como la de tantos otros deportistas que han sufrido en su deporte las consecuencias de una pandemia.
Sin embargo, Carolina tiene un sueño, un sueño que estaba fechado para este maldito 2020 que solo ha traído penalidades y cambios en la vida de toda la sociedad. Ese sueño no era otro que los Juegos Olímpicos de Tokio, los cuales tendrán que esperar un año más para poder celebrarse. Mientras tanto, la jugadora española espera ansiosa el regreso de la competición para ver en qué estado se encuentra, tanto físico como mental.
Carolina no ha tenido un año fácil. En realidad, los últimos dos años en la vida y en la carrera de la onubense no han sido nada fáciles, más bien han sido un tormento, como un terremoto que le ha golpeado con dos sacudidas terribles que quiere olvidar y dejar atrás para centrarse de nuevo en el bádminton y en lo que mejor sabe hacer, ganar títulos y medallas, porque por algo es una de las mejores de siempre.
Un 2020 complicado
Carolina Marín ha estado rodeada de cierta mala suerte en los últimos dos años. Algo no ha funcionado bien a su alrededor porque ha recibido demasiadas malas noticias en muy poco tiempo, desgracias que le han puesto totalmente a prueba. Golpes que han convertido a Carolina en una persona más fuerte, pero pagando un precio demasiado alto, desorbitado. Sin embargo, la vida viene como viene y hay que afrontarlo.
Su desdicha comenzó en el año 2019, cuando en enero sufría la lesión más grave de su carrera. Durante la celebración de la final del Masters de Yakarta, Carolina se destrozaba su rodilla y veía como se le ponía una primera gran piedra en su camino. Su articulación no aguantó más y sufrió una rotura del ligamento cruzado anterior de su rodilla derecha, una lesión de extrema gravedad que no solo la tendría fuera de las pistas durante muchos meses, sino que incluso ponía en riesgo su carrera si algo no salía bien.
En ese momento, comenzó una larguísima recuperación, un tira y afloja entre su futuro y sus miedos, muchos meses de duros entrenamientos para poder volver a su gran nivel, a ser la mejor del mundo después de haber sufrido un percance tan importante. Tal y como cuenta la propia Carolina, fueron siete meses y medio de mucho sufrimiento, de muchas horas de esfuerzo, de pasar días realmente agotadores y de seguir entrenando y cuidando su rodilla hasta la extenuación, y todo para volver a ser una campeona.
Y lo consiguió. Tras muchas horas de dedicación, Carolina consiguió volver a una pista, ese mismo año, regresó incluso a la pista donde se había lesionado para espantar todos esos fantasmas del pasado e incluso volvió a saborear las mieles del éxito con su primer título, el Abierto de China, el primero tras su gravísima lesión. Tras comprobar que había recuperado un buen estado de forma y que podía volver a ganar de nuevo, comenzaba una carrera contrarreloj para intentar llegar en óptimas condiciones a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, que eran su gran objetivo, a pesar de que su lesión de rodilla había llegado un momento de lo más inoportuno y hacían del oro toda una hazaña.
Sin embargo, 2020, un año que debería haber sido de sueño olímpico, comenzó con una fatídica noticia para Caro. Su padre sufrió un grave accidente laboral en el mes de febrero y todo se truncó. La jugadora española tuvo que regresar a Huelva porque las cosas no iban bien.
Gonzalo Marín había sufrido una caída en el trabajo y su estado era realmente grave. Comenzó el peor calvario posible para Carolina y para toda su familia. La jugadora volvió a la competición, pero ya nada fue lo mismo, su cabeza estaba en otro sitio como era lógico y normal. Además, semanas después, el virus hizo acto de presencia en la sociedad para instalarse durante un tiempo indefinido y todas las competiciones se detuvieron, incluidas las de bádminton.
Carolina disputó su último partido el 14 de marzo en el All England Open, cayendo derrotada ante la taiwanesa Ying Tai y, desde entonces, no ha vuelto a competir. Sin embargo, este 2020 tenía peores noticias para ella, noticias realmente malas y desagradables. En julio de este año, su padre, Gonzalo Marín, no era capaz de superar las secuelas derivadas de su accidente laboral y terminaba falleciendo en lo que fue sin duda un mazazo terrible para Carolina. Después de haber superado momentos muy difíciles durante su lesión, la pérdida de su padre le hizo comprender lo realmente importante y lo realmente malo. Sin embargo, Carolina ahora ya solo quiere mirar hacia delante y volver a competir.
Odense, primera parada
Carolina Marín quiere mirar hacia delante de una vez por todas. Tras superar mazazos terribles meses atrás, está con más ganas que nunca de volver a la competición para demostrar que puede volver a ser la misma jugadora de antes, la líder imbatible que lo ganaba todo o casi todo, y que está en disposición de revalidar ese oro olímpico.
Dinamarca y Odense serán la primera parada de la campeona española, que ha estado durante mucho tiempo preparando su calendario para poder volver a competir. En mayo pudo regresar por primera vez al CAR para entrenar con plenas garantías y ahora considera que está en un gran momento de forma, pero le falta esa chispa que siempre da la competición.
Sin embargo, la onubense afirma que irá a Dinamarca con la intención de ganar. Su primera parada será el World Tour Super 750 de Odense y allí espera ya hacerse con la victoria. Carolina no quiere especular y quiere salir a por todas desde el primer día, aunque lo haga con cierta cautela y sin meterse una presión excesiva. Ganar es la meta, pero sabe que será complicado después de tanto tiempo y asegura que solo es parte de su preparación para llegar en plenas condiciones a Tokio, su gran objetivo y su gran sueño.
Mientras tanto, Dinamarca le ofrecerá a Caro sus primeras sensaciones competitivas en más de siete meses, los que ha estado parado prácticamente el bádminton mundial. Será también la primera oportunidad de testar el estado de su rodilla lesionada en 2019 y que debido a la mala suerte, ha estado mucho tiempo parada en los últimos dos años. Sin embargo, Carolina Marín asegura que lo menos preocupante es el estado de su rodilla, ya que tiene una confianza total en que ahora mismo es incluso lo mejor de su físico debido a la enorme preparación realizada tras la lesión y durante el confinamiento, por lo que está preparada para empezar su andadura hasta Tokio.
El oro olímpico, una obsesión
Carolina Marín tiene un reto muy importante ante sí. Ya fuera en 2020 o en 2021, la jugadora española siempre ha dejado muy claro cuál es su gran objetivo: revalidar la medalla de oro ganada en Río de Janeiro, en 2016. Allí, Carolina era imbatible. Era, con diferencia, la mejor jugadora del mundo y todo el mundo llegaría a considerarla incluso como la mejor de la historia, especialmente por el mérito que tenía haber llegado tan alto llegando desde España, un país en el que el bádminton no tenía gran tradición.
Llegar desde un país europeo y dominar como Carolina lo hizo en Asia fue un hito sin precedentes para un deporte que es devoción en zonas como China, Indonesia o Malasia. Por ello, ganarles la medalla en Japón era un reto de proporciones realmente incalculables. Sin embargo, la lesión y todo lo vivido en este maldito 2020 han hecho que llevarse el oro en 2021 sea un reto todavía mayor, especialmente a nivel personal.
No obstante, Carolina, dentro de su enorme exigencia personal que ella misma se autoimpone para seguir siendo la mejor, ha encontrado un camino de positivismo hacia Tokio. La onubense considera que, de alguna forma, este parón le ha beneficiado, porque considera que si las olimpiadas se hubieran celebrado este verano, quizás hubiese llegado un poco justa de preparación y, seguramente, su preparación mental no hubiese podido ser la mejor teniendo en cuenta todo lo que ha pasado.
No obstante, el hecho de posponer la celebración de los Juegos hasta 2021 le ofrece más tiempo y más horas de dedicación, de esfuerzo y de competición para llegar a Tokio en plenas condiciones de revalidar su oro y cumplir un nuevo sueño.
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