El deporte nacional guarda en sus profundidades muchos talentos ocultos en pruebas que no suelen recibir el calor de los medios de comunicación o de las redes sociales que tan de moda están hoy en día. Sin embargo, en algunas ocasiones, esos talentos también llevan consigo grandes historias de ejemplo y superación.
Ese podría ser el caso de María de Valdés, una nadadora malagueña considerada como uno de los grandes diamantes de la natación española, no solo por su calidad, su brillantez y sus triunfos, sino también por su versatilidad. María es una deportista todoterreno que se maneja a las mil maravillas tanto en la piscina como en las aguas abiertas, donde hasta ha dado más su nombre a conocer.
El talento y los éxitos de María se han repetido desde que era muy pequeña, ya que siempre ha sido un diamante, un talento precoz que deslumbraba a pesar de su corta edad y en competiciones que en España tienen muy poco protagonismo y seguimiento, lo que hace su historia todavía más importante.
Sus primeros grandes triunfos llegaron cuando apenas tenía 16 años y era una más en las categorías inferiores de su club de Fuengirola donde crecía a las órdenes de Carlos Guzmán y Thomas Snelson. Fue precisamente en ese año 2015 cuando dejó dos Top10 en el Europeo Junior de aguas abiertas de Tenero, en Suiza. Un resultado que daba una buena prueba de su enorme proyección.
A partir de ese momento llegaron las lesiones a su vida para ponerle todas las trabas posibles. Sin embargo, María nunca se rindió y siempre tiró para delante, intentando superar sus problemas o, al menos, intentando convivir con ellos para no dejar escapar nunca sus sueños. Tras aquellos problemas, regresó en 2017 para recuperar cuanto antes la senda del éxito.
El resurgir de María
Desde su vuelta, María retomó su trayectoria ascendente y en el año 2018 volvió a saborear las mieles del éxito como cuando todavía era solo una adolescente. Dos presencias en el podio del Campeonato de España confirmaron el retorno de una deportista que podría darle muchos éxitos a la natación nacional en el futuro. Corona de campeona en la prueba de los 400 libre y medalla de bronce en los 800.
A pesar de que sus problemas con las lesiones, sobre todo en el hombro, no estaban superados, María había vuelto a demostrar qué pasta estaba hecha. Ya solo le quedaba confirmar también su valía para las pruebas en las que se ha prodigado más, las de aguas abiertas. A finales de 2019 siguió acumulando éxitos en su palmarés con un triple triunfo clave en su carrera: la clasificación para el Mundial en Gwangju, su primer título nacional en piscina larga y la mínima olímpica de la prueba de 1500 libre en Ámsterdam.
Su fe y su capacidad de trabajo incansable hicieron que las buenas noticias se prolongaran también al año 2020, cuando consiguió sellar su presencia en el preolímpico de aguas abiertas tras mostrar un gran nivel en las pruebas de Doha en unas condiciones difíciles para ellas con tanto calor.
En ese momento su objetivo era estar en Tokio 2020, pero durante esa temporada siguieron llegando algunos éxitos más como la segunda posición en el Campeonato de España de 5.000 metros. Sin embargo, no pudo completar su sueño y se quedó sin billete para los Juegos Olímpicos, ya que no consiguió sacar su plaza ni en las pruebas de aguas abiertas ni tampoco en las de piscina.
Fue un duro golpe para ella, pero sus expectativas no se quedaron ahí y ya ha vuelto a saborear las mieles del éxito una vez más. María se acaba de convertir en la ganadora de la sexta edición de la Copa de España en aguas abiertas celebrada en su tierra, en Málaga. La andaluza se llevó la prueba de 5.000 metros por delante de la peruana Alejandra Bramont-Arias y de su compatriota Paula Ruiz, quien sí estuvo en Tokio en la modalidad de aguas abiertas.
Una vida de lesiones
A pesar de que ahora María vuelve a gozar de algunos éxitos y de que tiene la vista puesta en el futuro, no puede dejar atrás el terrible calvario de lesiones que ha padecido. Principalmente porque así se lo sigue recordando su maltrecho hombro, pero además porque esas secuelas no solo están en su cuerpo, sino también en su mente. María lo pasó tan mal que incluso llegó a sentir miedo a nadar.
Su calvario comenzó en el año 2016 cuando los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro asomaban en el horizonte. Ahí arrancaron sus problemas con una gravísima lesión en el hombro que le tuvo sin volver a tocar el agua durante seis meses. La zona más temida por los nadadores se convertía desde ese momento, y para el resto de su carrera, en su punto más débil.
La lesión, la cual le impedía prácticamente mover la articulación cuando aumentaba la carga de trabajo, fue más grave de lo esperado. Cuando ella pensaba en infiltraciones para salir del paso, llegó el momento de pasar quirófano y todo se hizo oscuro. Tuvo que rechazar al Mundial Junior porque en juego estaba su carrera deportiva, la cual ha quedado ya marcada para siempre. Pasó momentos de no encontrar el sentido a seguir entrenando y compitiendo incluso después de haber vuelto a la actividad, pero por suerte consiguió superar todos sus miedos y todos sus fantasmas.
Gracias al apoyo de su familia y a su círculo más cercano pudo superar el bache anímico aunque ha seguido sintiendo dolor durante los años posteriores a la intervención, especialmente cuando aumentaba la carga de trabajo y cuando llegaba el final de la temporada. Fue precisamente a finales de 2018 cuando resurgieron todos sus miedos porque la zona afectada no respondía como ella quería. En 2019, las sensaciones, aunque mejores, siguieron ser óptimas y ahora casi se ha acostumbrado a ejercitarse protegiendo su talón de Aquiles y mirando por rabillo del ojo que todo vaya bien. O, al menos, que todo no vaya a peor. Pero sin perder la ilusión por ganar y competir.
El sueño de París
María ha pasado por muchos problemas a lo largo de su vida y de su carrera deportiva, pero no por ello ha perdido sus metas. Ni los éxitos ni las lesiones han desviado su punto de mira de sus grandes retos, los cuales ya estaban fijados en los Juegos de Tokio 2020, donde intentó entrar tanto en las pruebas de piscina como en las de aguas abiertas. Allí tuvo a rivales de la talla de Mireia Belmonte, Jimena Pérez o Paula Ruiz, quienes estuvieron todas en la cita nipona.
De momento, ha conseguido superar sus problemas físicos y el hombro le da una especie de tregua para consumar buenos resultados y sensaciones en esta olimpiada antes de que llegue ese gran reto que ya tiene en el horizonte, estar en París 2024. Triunfos como el conseguido en Málaga en la Copa de España le sirven para seguir cultivando esa moral y confianza que tan dañada tuvo por momentos.
Aquellos seis meses sin competir, esa sensación de tener miedo de volver a nada por temor a lesionarse y esa lucha tan dura contra sus fantasmas son una piedra en su camino que María de Valdés utiliza para tomar impulso. Así lo ha hecho en otros momentos de su vida, como cuando obtuvo una beca para formar parte del Club Natación Liceo, en Galicia, para quien compite hoy en día.
Esa fue otra dura apuesta de su vida, la cual llegó después de su lesión, y que abrazó como una oportunidad enorme a pesar de tener que dejar su casa, su familia y su tierra. En el Centro Gallego de Tecnificación Deportiva de La Coruña aumentó sus capacidades y se puso a las órdenes de Jesús de La Fuente quien recogió un talento roto por las lesiones al que devolvió la ilusión y la confianza en un ambiente que le ofrecía todas las posibilidades deportivas y médicas que necesitaba. A ese espíritu quiere seguir apelando María de Valdés para seguir construyendo su carrera en la élite y poder estar algún día en una cita olímpica.
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